viernes, 17 de julio de 2020

LA CONTRACCIÓN DE LA ECONOMÍA DE LA ENERGÍA (UNA RESEÑA EN ARGIA)

La minería es la base del desarrollo económico y los recursos se van agotando.

Queridos lectores, traigo al blog esta reseña realizada por Xabier Letona para ARGIA con motivo de la presentación del Informe de Sustrai Erakuntza en la librería Kataktak de Pamplona: "La minería en Navarra ante la transición energética y global". Inicialmente fue publicada en euskera. Aquí se puede leer completa. En este otro enlace podéis ver una pequeña reseña en vídeo en castellano.

Os dejo con Xabier:

LA CONTRACCIÓN DE LA ECONOMÍA DE LA ENERGÍA 
(Energia urritzearekin datorren ekonomiaren uzkurtzea)

Tal vez esté usted leyendo este informe en casa, en papel, en una computadora o en un teléfono inteligente que contiene muchos minerales, bajo la protección de una construcción de hormigón armado. Electrodomésticos, automóviles, carreteras, luz artificial, calefacción, aire acondicionado... Todo se basa en materias primas y la mayoría en minería: carbón, petróleo, gas, potasa, magnesita, agregados para la construcción, piedras naturales, baterías de litio... Todos estos materiales son esenciales para mantener la naturaleza tecnológica e industrial de nuestra sociedad moderna y todos se van agotando o van siendo cada vez más difíciles de conseguir. 

A medida que se agotan los recursos naturales, la pregunta surge naturalmente: ¿cómo es el repositorio de recursos del planeta? Y tiene una mala respuesta, los recursos de la naturaleza son cada vez más escasos y hay que hacer algo. ¿Cómo estamos y qué debemos hacer? En respuesta a esta pregunta, la Fundación Sustrai Erakuntza, que trabaja para la protección del medio ambiente, encargó un informe a Antonio Aretxabala, geólogo afincado en Pamplona: "La minería en Navarra ante la transición energética y global". Se presentó en Katakrak en esa ciudad el 2 de julio en el salón de actos y llegó a una conclusión clara: hemos desperdiciado demasiados recursos del planeta y finalmente ha dicho que no pueda dar más, y por lo tanto no puede continuar alimentando el crecimiento económico infinito que sostiene nuestra compleja e insaciable moderna sociedad. Las conclusiones están dirigidas a Navarra, pero según el científico, podrían ser igualmente válidas "para el Estado español o para toda Europa, como lo es, después de todo, para el modelo económico mundial". 

¿Cuál es la alternativa? El proceso opuesto que ha estado exigiendo el movimiento de decapitación económica en las últimas dos décadas: contención, adelgazamiento, contracción de la economía. Sin embargo, tengamos en cuenta que este proceso ya no es voluntario, nos dice Aretxabala, que no hay suficiente energía en el mundo para sostener el crecimiento económico actual y que la contracción ocurrirá de cualquier manera, "el planeta no negocia", por lo que tenemos que decidir cómo hacer esta transición energética. O de manera ordenada o por un colapso. 

- El pico del petróleo 

El informe describe las líneas principales descritas por Aretxabala. A lo largo de la historia, el crecimiento económico y el uso de la energía han estado estrechamente vinculados y la humanidad siempre ha utilizado la energía para su desarrollo económico. Cuanto mayor es el crecimiento económico, mayor es el uso de energía. En términos actuales, cuanto mayor es el Producto Interno Bruto (PIB), más energía se necesita para sostener ese crecimiento. Esta ecuación siempre ha estado estrechamente vinculada a lo largo de la historia. 

Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), el pico máximo de petróleo o crudo convencional se dio entre 2005 y 2006 y el pico máximo de energía fósil en 2018. Esto significa que a partir de ahora tendremos menos energía disponible y, por lo tanto, por encima de los trucos contables, la economía tenderá a contraerse. 

Hoy, el 86% de la energía consumida en el mundo es de origen fósil (petróleo, carbón, gas, etc.) y el 14% es de origen renovable. El punto es que la generación de energía lleva un gasto energético y la generación de energía se está volviendo cada vez más costosa; es decir, usamos más y más energía para generar la misma cantidad de energía, o en otras palabras, la tasa de retorno energético (EBT en euskera) (TRE en castellano) es cada vez más baja. Por ejemplo, en la década de 1930 o 1940 del siglo XX, se obtenían 50 barriles con la energía de un barril de petróleo (1:50); o el gas se obtenía en una proporción equivalente  de 1:150. El EBT (TRE) total de los fósiles, incluido el carbón, fue de 1:44 en la década de 1960. 

Pero estamos derivando más y más energía en obtener menor energía neta y cuanto más baja es esta tasa de EBT (TRE), más rápido cae: ahora estamos en valores de 1:15. Se ha realizado mucha investigación en este área y Aretxabala proporciona una extensa bibliografía en su informe. Los expertos estiman que tendremos problemas importantes en los intervalos 1:10-1:5. El milagro se espera de las fuentes de energía renovables, pero su tasa de  retorno sobre la inversión o recuperación (EBT) (TRE) es aún menor: la de la hidroeléctrica es 1:6,5; la eólica de tierra está entre 1:2,9 y 1:2,3; y la solar fotovoltaica 1:1,8. Claramente, con estos EBT (TRE) es imposible sostener el crecimiento económico actual. De hecho, la economía real global se ha reducido desde 2008

Las consecuencias de todo este desperdicio de energía son muy graves a escala mundial y el daño más obvio es el Cambio Climático, pero la raíz de muchas de las crisis que hemos experimentado también es geológica, aunque nos empeñemos en explicarla solo financieramente o de cualquier otra manera. En la crisis de 2008, por ejemplo, el costo de la energía fue crucial, seguido por la inestabilidad (volatilidad) de los precios de la energía. A pesar de los muchos trucos utilizados para aumentar los datos del PIB (deuda, externalización de los procesos productivos y energéticos, explotación, prostitución, drogas, armamento...), la economía real ha seguido debilitándose desde entonces. 

Tuvimos la intención de cubrir la explotación con el fracking como sucedáneo por el agotamiento del (nunca mejor llamado oro negro) petróleo convencional durante la última década, pero aunque este negocio (el fracking) siempre ha estado en déficit, en un momento tuvo interés para muchos llenar con grandes cantidades de barriles el mercado para bajar los precios. Las consecuencias fueron nefastas. Se ha analizado lo que sucedió con el fracking con más detalle en uno de los apartados del informe porque hubo permisos de exploración en Navarra. Ahora, sin embargo, con la pandemia de COVID-19, además del problema de escasez, los problemas de suministro se han vuelto muy evidentes, tanto con la energía como con miles de otros productos minerales o mercancías que andan rezagados por este mundo globalizado. 

- Respuestas institucionales 

Todo este cambio del agotamiento de la energía es bien conocido en el mundo, muchos científicos, economistas y organizaciones han activado la luz roja de alarma desde hace mucho tiempo, y las principales instituciones han comenzado a prepararse para la transición ecológica y energética, adaptando la economía a esta realidad. En 2015, la ONU estableció 17 objetivos y 169 metas para los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS). Esta agenda busca el bienestar de todo el planeta, mejorando los medios de vida de las personas que vivirán en armonía con el medio ambiente; y, fundamentalmente, se promueve la inclusión social, la sostenibilidad ambiental y el desarrollo económico, no necesariamente el crecimiento. El proyecto tiene una fecha límite, va de 2015 a 2030 y sus objetivos incluyen la justicia social, la gobernanza participativa y la conservación de los recursos y el capital natural. 

La Unión Europea también está inmersa en esta transición y sus instituciones han adoptado el Dictamen SC/048 para promover el desarrollo de nuevos modelos económicos. Fue presentado el pasado 21 de noviembre en el Civican de Pamplona. Según Aretxabala, por otro lado, debe quedar claro que el modelo económico promovido allí es completamente incompatible con la organización social actual. El actual se basa en el cuarteto de "extraer, producir, poseer y tirar" sin la disminución de los desechos fósiles. Este modelo es insostenible. 

El 4 de junio, Maria Mendiluce, representante del Consejo Mundial de Empresas para el Desarrollo Económico, participó en una conferencia organizada por la Asociación de la  Industria de Navarra (AIN) y extendió la industria a los "hombres y mujeres y autoridades". En referencia a la recesión económica en la pandemia, Mendiluce hizo hincapié en la necesidad de acercar las redes de suministro actuales y no confiar en las cadenas largas, ya que no están garantizadas. 

- Todo es verde ahora 

Que el mundo de las instituciones y las empresas ha comenzado a darse cuenta de la situación es cierto, pero está claro que el fruto de la transición no está maduro. La consejera de Economía de la UE, Ann Westmann, dijo que la transición energética era un camino a seguir, pero también un "crecimiento económico sostenible", como si estos dos conceptos —crecimiento y sostenible— fueran compatibles. Además, disoció las emisiones de CO2 del crecimiento económico, del PIB, al contrario de lo que muchas organizaciones han confirmado e investigado. 

No es la única, por otro lado y mucho más cerca, se expresa la misma forma de pensar. Mikel Irujo, Director de Acción Exterior del Gobierno de Navarra, escribió recientemente el artículo "Green Deal, un pacto verde para transformar la economía y salvar el planeta" (Green Deal Europe. Gobierno de Navarra) y declaró que en el futuro "el crecimiento económico se disociará del uso de los recursos". Aretxabala en su trabajo como escritor y divulgador, nos dice una y otra vez que eso no es posible y, entre otros, referencia al trabajo publicado en 1972, que deja muy claro que existen los límites del crecimiento (The Limits to Growth, Dennis L. Meadows et al.)

Además, lo que se vende como energía verde tampoco es completamente limpio. Por ejemplo, los aerogeneradores o molinos de viento construidos en nuestras montañas están hechos de acero de alto horno (carbón y gas), resinas sintéticas y fibra de vidrio (petróleo), las pistas de montaña están hechas con aglomerados asfálticos, todo se transporta en camiones, furgonetas y automóviles, que también se usan para el mantenimiento..., todo este transporte y acarreo de piezas, materiales, cables, se hace con diésel y la producción del diésel es cada vez más costosa porque el petróleo crudo convencional es cada vez más escaso y los nuevos líquidos no son óptimos para su refinado. 

- La ciencia no es una nueva religión 

La agenda de la ONU para 2030 o los criterios de la Unión Europea (como el Dictamen SC/048) se ignoran en la mayoría de las empresas y áreas institucionales, pensando que algunos recursos que ahora se pierden serán reemplazados por otros en el futuro. Pero esto, seguimos explicando las palabras de Aretxabala, es "la fantasía de Alicia en el País de las Maravillas", no son maneras para este mundo real. Como dice el científico español Juan Luis Arsuaga, hay muchos que equiparan la ciencia con la religión, con Dios, porque la ciencia puede lograrlo todo, pero la ciencia no hace milagros. Los recursos se agotan y no hay crecimiento económico sin estos recursos. Lo contrario nunca antes se había visto en la historia, y cuando la economía ha crecido siempre ha sido porque se han consumido más energía y más minerales. Nunca ha habido una contracción voluntaria de la economía; la contracción siempre se ha relacionado con pandemias como en 1918, catástrofes o guerras. 

Este enfoque, desafortunadamente, es el Padrenuestro de muchas autoridades: "la ciencia ya creará algo" y este medicamento también se vende al público. El discurso de la necesidad de reducir la economía no es del agrado de la gente y parece una broma de mal gusto en una sociedad acostumbrada a la opulencia, a la abundancia, pero es esencial en un mundo donde la mitad de la población ya vive en la pobreza. 

Queremos creer que la energía se utilizará de manera más eficiente a través de la tecnología, pero se deben dar al menos dos detalles a este discurso: por un lado, la eficiencia energética es posible, pero cada vez que esto se ha logrado en la historia, ha habido un "efecto rebote"; es decir, el resultado de esta eficiencia no ha sido gastar menos energía, sino más. La Paradoja de William Jevons (1865) ya explicaba esto: cada vez que se logra un avance en eficiencia energética, se utiliza para aumentar la producción y, por lo tanto, siempre se consumen más energía y más materias primas. En otras palabras, los nuevos tipos de energía utilizados para impulsar la economía, nunca han reemplazado los tipos de energía utilizados hasta ese momento, se han añadido al mix, siempre se ha producido un aumento sobre los antiguos, nunca una sustitución, incrementando así el uso de energía en lugar de disminuirlo. 

- El engaño del PIB 

Desde 2008 hasta el presente ya se está produciendo un declive en la economía real, pero en muchos lugares es posible separar el PIB y el consumo de energía aumentando el primero y reduciendo el segundo. Eso, sin embargo, es engañarnos a nosotros mismos. Europa, por ejemplo, pudo lograrlo, pero porque su consumo de energía se pudo externalizar desde nuestros países a China, India, África o muchos otros lugares. Básicamente, el PIB puede tener ciertos límites, pero mirando al planeta en global el resultado es el mismo: Europa no generará la energía de los productos que compra o produce, por lo que no contabilizarán estas cantidades como energía consumida aquí sin una caída perceptible del PIB, porque el CO2 emitido para esa producción y consumo se disparará desde China o desde la India. Pero el CO2 no conoce fronteras. 

Otra trampa: también podría financiarse mediante el crecimiento económico a través de la deuda, ya que se está volviendo cada vez más común financiar el PIB con deuda dejada a nuestros nietos, pero en este caso, además de estar cada vez más endeudados y condenando al empobrecimiento y exclusión a las clases medias, estamos dejando un gran problema en manos de las generaciones futuras. A esto es a lo que llamamos competitividad.

Aretxabala es claro y conciso en sus conclusiones y advertencias. El crecimiento económico ha creado constantemente burbujas que se han convertido en crisis después de la explosión. Es hora de abandonarlas y seguir adelante. Las soluciones tecnológicas pueden ser útiles en el camino hacia el desacoplamiento, siempre que la automatización no se utilice para crear nuevas burbujas, sino para implementar los 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible de la ONU (ODS). Nuestro objetivo ahora es superar la actual dinámica maliciosa, que es que la economía actual no tiene valor y no funciona si no crece, y si crece, destruye las bases naturales que la hacen posible y necesita para su crecimiento. Aprovechemos la oportunidad de construir un nuevo modelo social, uno que distribuya la riqueza y no abandone a nadie por el camino.

Xabier Letona Biteri
Pamplona, 17 de julio de 2020

Puedes descargar el artículo completo en pdf:
Energia urritzearekin datorren ekonomiaren uzkurtzea


martes, 7 de julio de 2020

NUEVA ECONOMÍA VERDE EN UN MUNDO DIGITAL E INCLUSIVO: MÁS VIEJO QUE WINDOWS VISTA

Informe Smart 2020:
Hacia la economía con niveles bajos de carbono en la era de la información

Publicado en 2008 y presentado en España por Telefónica

Queridos lectores, mi anterior y largo artículo sobre el 5G y su gasto energético, está dejando una estela de escozor importante en el mundo tecno-optimista. La energía nuclear por ejemplo, señalan algunas personas desde ese mundo, sería además de verde e infinita, renovable (el pico del uranio puede ser compensado al ser extraído y devuelto al mar en ciclos infinitos). Lástima que las centrales desde donde se produce la fisión son de hormigón armado, una roca artificial muy parecida a las sedimentarias, pero una mala copia de los procesos de erosión, transporte, sedimentación y petrogénesis que imitamos del planeta gracias a la disposición de la energía fósil, lo hacemos a través de los procesos de minería de arranque, transporte, cocción en hornos a altísimas temperaturas, transporte mecanizado, puesta en moldes industriales o encofrados, armado con aleaciones de acero de altos hornos, fraguado, etc., todo ello gracias al auge simultáneo, hace un siglo, de los combustibles fósiles, capaces de expandir el uso de este milagro geológico durante todo el siglo XX y lo que va de XXI.

Pero la vida del hormigón armado (HA) es limitada, a lo sumo en las mejores condiciones alcanzaría 100 ó 120 años, no lo sabemos, lo que sí sabemos es que en una central nuclear convencional no se alcanzan los 50 años ni de lejos si queremos vivir con seguridad. La cadena completa de pasos descritos arriba no se pueden hacer con energía nuclear, al menos de momento; el propio desmantelamiento de las ingentes cantidades de hormigón no reciclable llegado el final de una central, menos aún. Más información aquí.

Realmente no es la primera vez que sucede algo así, cuando un baño de realidad alcanza a ser encarado y tiene que ser digerido, y es que no todo es fácil ni posible, hay cosas que pueden ser viables, ahora bien, los riesgos pueden ser intolerables. Esta vez no vamos a incidir en ello. Simplemente vamos a mostrar un ejemplo para que, a quienes denominan apocalípticos, agoreros o estar en contra del progreso, a las personas más cercanas al decrecentismo, vean con sus propios ojos, que a veces, lo que pasa es que deberíamos ser más realistas o incluso hiperrealistas, y no dejarnos llevar por prometedoras fantasías carentes de sólidos fundamentos. Cada vez el papel del historiador con sus bien esculpidos procedimientos, consolidados gracias al tiempo, se echan más de menos en el mundo de la energía. 

Propiciar el transitar por callejones sin salida en momentos tan delicados nos va a costar muy caro, pero seguimos en la dinámica de meternos en ellos, y no es la primera vez. Por eso traigo a colación el Informe Smart 2020 y una mirada por el retrovisor de la historia a modo de Capitán Posteriori. Vamos a presentar un recorrido que muestra cómo lo de meterse en ciertos callejones sin salida ya está hecho en algunos aspectos. Y vamos a hacerlo saltando desde la crisis de 2008, la cual desde el punto de vista del citado informe aseguraba en perspectiva grandes mejoras de la economía e incluso invitó a refundar el capitalismo (Sarkozy y Merkel, 2009) gracias a las tecnologías de la información y la comunicación en una sociedad que sería verde, digital e inclusiva (VDI).

Antonio Aretxabala
Pamplona, 7 de julio de 2020

1. Los tiempos de Windows Vista

Una noche de invierno del año 2007, cientos de personas soportaron el frío clima de Tokio para estar entre los primeros en el mundo en comprar una copia calentita del sistema operativo Windows Vista en alguna de sus diferentes versiones, desde Home Basic hasta Ultimate. Éste es sólo un ejemplo de las expectativas que el sucesor del viejo Windows XP (2001) generó en todo el mundo. Sus promesas eran ante todo la seguridad, la fiabilidad y la vanguardia presentadas desde una estética irresistible con ventanas transparentes y efectos de escritorio bastante absurdos, copiados del antiguo y divertido Beryl de Compiz en Linux.

En 2008 varias revistas informáticas catalogaron a Windows Vista como el peor producto tecnológico de todos los tiempos (figura 1). La mayoría del sector lo puso entre los diez peores. Una de las revistas más influyente de entonces, CNET, sometió a votación entre sus usuarios en una encuesta para determinar los mejores y peores productos del sector, tanto hardware como software; finalmente Vista fue calificado como el peor producto tecnológico de 2008 y Hardy Heron (Ubuntu 08.04, la distro de Linux) el mejor.

Vista era un sumidero de recursos, energía y pretensiones, además de un criadero de virus informáticos. Por muy potentes que fueran los equipos que intentaban tirar del monstruo, los procesadores se ponían al 100% solo para luchar con aquel pesado escritorio o enviar un archivo en un entorno NTFS. Ese año, el último sistema operativo de Apple compatible con los procesadores PowerPC (PPC) de IBM, Leopard (Mac OS X 10.5) ya era compatible con los procesadores de Intel y nunca más sus productos volverían a aquellas arquitecturas que dejaron de gustar a Steve Jobs, tal y como dejó bien claro en su discurso inaugural de la WWDC de 2005. Los productos basados en UNIX y el universo Mac comenzaron una transición más popular y atractiva para mirar de tú a tú a las calamitosas apuestas del MS-DOS de entonces. 

Figura 1. Portada de una de las revistas especializadas en el sector TIC a finales de 2007. 

El otoño de 2008 será inolvidable, pero no precisamente por la euforia que producía la exuberancia de brotes por doquier de tecnologías de la información y la comunicación (TIC). El 15 de septiembre de 2008, tras un año de calamidades bursátiles, Lehman Brothers anunció la presentación de su quiebra en un juzgado, acababan de renunciar a su compra los potenciales inversores.

LB había sobrevivido a una guerra civil, a las crisis cíclicas del capitalismo, a la bancaria de 1907 casi con el mismo patrón que acabó con la firma, a la crisis económica mundial de 1929, a escándalos en su papel de intermediador de bonos y a colapsos en hedge funds… Sin embargo LB, no consiguió superar la crisis subprime de 2008. Con un pasivo de 613.000 millones de dólares, aún es considerada la mayor quiebra de la historia.

Vista, "el peor sistema operativo de todos los tiempos" desapareció mientras el sistema operativo de nuestra civilización (pues el sistema financiero es a ésta, como un OS a una computadora) pegó su pantallazo azul de la muerte (BSOD) tan frecuente en Vista; todo ese capital se volatilizaba con su efecto dominó arrasando el mundo financiero.

Poco duró Vista, se rediseñó y Windows 7, su sucesor, mucho más versátil y eficiente aguantó más de una década y realmente supuso una importante herramienta que facilitó como base, millones de procesos en negocios, universidades, administraciones y prácticamente hizo que Microsoft continuase con la hegemonía que antaño consiguió desde XP. Windows 7 vivió años de cambios extremadamente acelerados en el sector y supo adaptarse a un entorno al que ningún otro sistema operativo anterior hubiese resistido. El sector de las TIC evolucionó muy rápido y necesitó de nuevas inversiones, pero sobre todo, de fuertes cambios en los hábitos del consumidor. Entonces, en este ambiente de tan vertiginosas mutaciones informáticas y sociales, el honor de la edición española del Informe Smart 2020 recayó en Telefónica. También su promoción.

En 2008 Telefónica había reducido sus beneficios en un 15% pero recibió las suficientes subvenciones y facilidades (a veces acabaron en los tribunales por fraudulentas) para llevar a cabo esas inversiones que rediseñasen la nueva era de la comunicación que se trazaba. Tuvo el honor de presentar el Informe Smart 2020 en España: "Más de 150.000 empleos por año en los próximos diez años”, explicaba José Manuel Morán, vicepresidente del Capítulo Español del Club de Roma, porque “las nuevas aplicaciones de las TIC avanzadas las situarán en el centro de la solución de la Cumbre de Copenhague”. Se refería a la "Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2009"; como todas las demás no sirvió prácticamente para acordar nada. 

2. La crisis de 2008

El enorme batacazo no pudo ser frenado por la evolución de las TIC, durante los siguientes meses y años generó el tsunami de quiebras, recesión y pobreza (figura 5) que vivimos la ciudadanía de occidente. Con ello como excusa, vino el rescate por parte de los más vulnerables al sistema financiero global, a sus bancos, a sus grandes empresas privadas cotizadas en bolsa, los recortes y la pérdida de servicios comunitarios previamente conquistados a base de mucho trabajo y sacrificio. Se hablaba de los mileuristas con mucha compasión. Programas de televisión se metían en las casas de los mileuristas para proyectar un mundo de penurias económicas, solidaridad, limosneo, caridad.

Tras el rescate se agudizó la planificada y prevista pérdida de clase media con toda su injusta exclusión, nos quisimos poner las pilas y "reformar el capitalismo" (Sarkozy y Merkel, 2009). Los sucesivos gobiernos españoles, tanto del PP como del PSOE, (o el PPSOE como partido alternante que se decía entonces), nos anunciaban unas veces que ya había brotes verdes, otras que se veía luz al final del túnel, que habíamos entrado en la senda del crecimiento o que íbamos en la buena dirección…

Que España mantuviese ciertos niveles de presencia como una economía destacable a nivel internacional no fue sino por el flujo de riqueza que se derivó desde las capas más pobres de la población hacia las élites que sacaban pecho en las bolsas (figuras 3 y 5). Los movimientos del 15M, la apuesta del Estado por la fuerza y la ley mordaza, vinieron con la eclosión de nuevas visiones en la política que absorbieran esa energía para ser disipada, cumpliendo así la segunda ley de la termodinámica. A nadie que mire ya por el retrovisor de la historia con cierto sentido crítico, se le escapa que poco o nada salió bien para todos, quizás sí para unos pocos (figura 3). Probablemente nunca se entendió en un país con tan poca divulgación científica ecuánime e independiente, que en la medida que se apuesta por la prosperidad de las comunidades, se apuesta por la prosperidad individual. No al revés.

3. La misma crisis en 2020

Y así aguantamos hasta marzo de 2020, cuando la OMS declara el estado de pandemia global y la segunda ola de la misma crisis de siempre golpea con mayor intensidad en un entorno mucho más degradado ambiental y socialmente, mucho más contaminado y que ya había perdido miles de especies barrera para evitar ciertas pandemias. Socialmente el caos está presente en cualquier lugar, las guerras por los recursos, los conflictos climáticos o los flujos migratorios se han incrementado. Ya nadie habla de los mileuristas, un buen porcentaje de la población joven (y no tan joven) española, estaría más que encantada de serlo.

Sobre ello hablamos en esta entrevista en los momentos más duros del confinamiento. La volatilidad de los precios y disposición de las materias primas —que conectan el orbe de la era digital al completo— ahora lleva la batuta.

Pero también ahora nuestra civilización cuenta con una nueva generación de procesadores y TIC mucho más potentes y eficientes que los que tuvieron que tirar de Vista, además de una apuesta verde, digital e inclusiva "sin precedentes". ¿Sin precedentes? Pedro Sánchez, presidente del Gobierno del reino de España anuncia en el nuevo contexto histórico que la economía será verde, digital e inclusiva. Así define el Presidente del Gobierno de España, la nueva economía, la que tiene futuro, la que se va a transitar porque lo marcan la OCDE y la Unión Europea (figura 2).

Figura 2. Con esta seductora puesta en escena, abundante de verde, digitalidad e inclusivismo (VDI), el Gobierno traza el futuro de nuestra "nueva economía" en este contexto histórico de "nueva normalidad".

Además, esa “nueva economía” de la “nueva normalidad” que será verde, digital e inclusiva (VDI), podría recibir —de momento— parte de los 66.000 millones de euros que están encima de la mesa para España a fondo perdido (en total la partida inicial para la recuperación VDI es la más alta jamás aprobada por la UE y asciende a más de 560.000 millones de euros). Luego habrá más. La UE lo ha aprobado en un primer "Mecanismo de Recuperación y Resiliencia". Pero para acceder a ellos, cada Estado miembro debe elaborar un “Plan Nacional de Recuperación” coherente con la transición ecológica y digital, haciendo especial mención a planes nacionales de energía y clima, entre los que se destaca la nueva ley de cambio climático todavía en proyecto y con la mala suerte de estar recibiendo unas cuantas zancadillas, especialmente desde lo que se conoce como la Carta de la Energía, pero un cambio en nuestras maneras de producción de enorme relevancia que, otra vez haremos por la fuerza. 

Según todos los consejeros autonómicos, sobre todo los que presumen de más avanzados y progresistas, implementar el Green Deal, Green New Deal o Green Deal Europa, será “indispensable” para acceder a los fondos de recuperación y transición. España tiene la necesidad urgente y, por tanto, el desafío de afrontar una estrategia verosímil. Europa al completo transitará necesariamente por la implementación de las “Nuevas Economías” basadas en el Dictamen SC/048 de las economías de cercanía, circulares y del bien común. Son las herramientas para la consecución natural de los objetivos para el desarrollo sostenible (ODS) o Agenda 2030, que desde 2015, presionan a los gobiernos de todo el planeta. 

Eso por fin nos va a salvar, fijo. Ser VDI, verde, digital e inclusivo, sería maravilloso para la economía y para la sociedad, siempre lo han dicho los ecologistas, parece que ahora por fin les hacen caso. Además las grandes empresas depredadoras y contaminadoras ya son verdes, se han hecho todas amigas y vamos juntas de la mano; lo vimos en la COP-25 de Madrid. ¡Yupi!

El problema es que la cantinela de nueva tiene bien poco, viene de un poquito lejos, bueno no, de muy lejos. Una nueva vuelta de rosca al discurso euforico-industrial de que las máquinas nos permitirían vivir como reyes, lo cual en parte es cierto. Pues eso, más viejo que Vista, de hecho, la euforia de cambiar el mundo gracias al potencial digital ya lo vivimos en los años 90 del siglo XX con el boom y la burbuja de la mano de las tecnológicas. Pero vayamos a 2008, a los años de euforia digital, cuando viendo las orejas al lobo, los mejores y más influyentes expertos y visionarios de entonces trazaron nuevamente, como hoy, un camino VDI. 

Entonces aquellas avezadas tecnólogas y tecnólogos gestaron y dieron a luz el Informe Smart 2020. Se trazaba un camino "revolucionario" asegurando un reajuste de la economía gracias al universo digital (entonces hablábamos de TIC). Los directivos de las universidades fuimos a reuniones, acudimos a presentaciones oficiales, leíamos libros…, todo supondría un ahorro y una gran optimización de procesos y recursos que en 2020 ya estarían implantados, incluso con una no despreciable reducción del 20% en los gases de efecto invernadero. Era el efecto 2020. Todo lo malo se disminuía en un 20% y todo lo bueno se incrementaría en la misma proporción. Para este año en que ya vivimos, los objetivos de reducción del 20% de todo lo chungo, sin tocar el PIB, era toda una revolución de desmaterialización de los procesos y de desacoplamiento de la economía disociándose del consumo de energía y minerales. Pero ya para 2020 las previsiones de caída del PIB, según distintos estamentos como el BE, el BS, el FMI o Bruselas, auguran valores que van del 10% al 24%.

"Las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) tienen el potencial de reducir costes en sectores estratégicos de la economía como el eléctrico, el industrial y el transporte, con valores cercanos a los 600.000 millones de euros hasta 2020." Rezaba una de sus sentencias finales el informe. 

4. Eficiencia (sin Jevons) implica decrecimiento o una economía estacionaria

Todo el problema de las recesiones globales, el colapso de los mercados, de los ecosistemas, la sexta extinción masiva..., todo aún era reciente. Comentábamos en este otro artículo sobre la nueva revolución digital, cómo muchos de los científicos que divulgábamos sobre nuestros impactos en el clima éramos vistos como aquellos ecologistas barbudos exóticos que hablaban abiertamente del horror del impacto climático, la deforestación y el oso polar famélico a la deriva sobre un iceberg minúsculo. No dejábamos de ser unos científicos de usar y tirar. Entre nosotros comentábamos y seguimos haciéndolo para apoyarnos, la impotencia que supuso el ver que la mayoría de las medidas, como hoy, eran solamente cosméticas. Nos daban espacios anecdóticos en radios, televisiones y medios escritos, porque realmente, para el sistema tecno-optimista, éramos unos soñadores inútiles a los que se les adjudicaban virtudes como estar en contra del progreso, ser un estorbo para los emprendedores, que eran los que realmente creaban empleo y riqueza, o no entender que gracias a la energía de los combustibles fósiles la generación de alimentos pudo dar de comer a más de 5.000 millones de personas, “id a cultivar tomates, volved a las cuevas, queréis llevarnos a la Edad Media...”.

Éramos precisamente muy conscientes de todo eso, por ello acertamos con más precisión que el mundo de la tecnolatría, el trazado de los previsibles derroteros que siguieron la mayoría de las fallidas previsiones de tan revolucionaria propuesta. Muchas eran claros callejones sin salida. Pero nadie quería escuchar semejantes previsiones. Esperemos que esta vez estemos equivocados, porque las cuestiones humanísticas tienen aún más peso que las puramente científicas o técnicas, y mucho más que el grotesco análisis desde las orejeras que propician las visiones exclusivamente economicistas de los movimientos de la historia, sobre todo la más reciente. Por eso siempre reivindicaremos el papel del historiador en este encuentro. Una cosa es la contracción de la economía como una imposición innegociable del declive de los recursos del planeta y otra muy distinta es que la economía pueda o no crecer en un contexto VDI.

No obstante, los gritos desesperados de la comunidad científica de carácter más activista y no al servicio de la máquina letal que habíamos puesto en marcha, ese 2008, con el reciente colapso a nuestras espaldas vimos en el Informe Smart 2020 algo realmente prometedor, porque en el horizonte, quizás la Paradoja de Jevons se difuminase en una economía estacionaria o en decrecimiento (sería el único contexto donde la eficiencia podría funcionar, pues los ahorros no se reinvierten en expansión); en este artículo hay varios ejemplos. La revolución digital cambiaría el mundo y los mercados, podría ser. Éstos habían llevado ya a millones de personas a la gran exclusión. Y sí, muchos casi lo creímos. Y lo íbamos a hacer gracias a la tecnología digital universal y a las mejoras en la eficiencia...

Aunque no podíamos esperar resultados inmediatos en términos de productos vendibles, sin retorno de la inversión visible, sin ganancias en el corto plazo, vivimos momentos de esperanza. Dicha inversión en cosas verdes, digitales e inclusivas, parecía poder generarse en un entorno no mercantil, en el que el pago sería colectivo y el beneficio financiero o el crecimiento económico no iban a ser los objetivos de este nuevo capitalismo de Sarkozy y Merkel, basado en las energías verdes, la era digital y también la inclusión, aunque esta última palabra acaba de ser añadida, a la sazón estaba en el lote. Un entorno además capaz de distribuir la riqueza menguante, digno para las personas todas, el resto iba a ser irremediablemente el colapso. Pero la riqueza se concentró hasta niveles nunca vistos. En España fue especialmente notorio.

5. Los nuevos millonarios

Entre 2008 y 2018 el número de millonarios aumentó en un 60% en España. Cuatro personas acumulamos lo mismo que el 30% más pobre (figuras 3 y 5). Podríamos decir que tenemos lo mismo que 15 millones de habitantes. Somos el fundador de Inditex, Amancio Ortega, su hija Sandra Ortega Mera, el presidente y principal accionista de Mercadona, Juan Roig que durante las primeras fases de la pandemia vendió más del 50% de los alimentos en España, y yo. En conjunto, los cuatro poseemos la misma riqueza que todos los pobres españoles; tantos como todos los habitantes de Cataluña y la Comunidad de Madrid juntos. Yo mismo salté al segundo puesto en 2019 y al primero este 2020, lo que pasa es que no lo quiero decir para que nadie se entere que me iré a vivir a Marte con Elon Musk 👽. 

Figura 3. Oro, Plata y Bronce de la riqueza española en 2020.

6. Y llegó 2020...

Y entonces llegó 2020 y vemos que nada de todo aquello llegó a suceder. Muy al contrario, las emisiones de CO2 no disminuyeron, se incrementaron en más del 15% (figura 4). Las concentraciones globales tampoco disminuyeron, se incrementaron en más del 10%. Mayo de 2020 ha registrado la mayor concentración conocida por el homo sapiens de CO2, con 418 ppm (hace unos dos millones de años que los registros geológicos no muestran estas cifras, homo sapiens no existía entonces) a pesar del parón económico y de la pandemia de COVID-19, es también el mes más caluroso de la serie medida desde 1850 con 1,3ºC por encima de la media preindustrial.

En este artículo comentábamos que el permafrost del hemisferio norte (el 25% de la tierra emergida) se descongela y no sólo lo hace liberando millones de toneladas de metano. En Rusia, Vladimir Putin ha declarado el estado de emergencia porque sus infraestructuras y ciudades se hunden; centrales nucleares, térmicas, minería, carreteras, puentes y varias ciudades de más de un millón de habitantes (en total unos ocho millones de personas) confiaron en apoyar las cargas geotécnicas sobre la parte siempre congelada del suelo, pero ésta se funde sin solución. Dentro del Círculo Polar Ártico se alcanzaron en junio temperaturas de 38ºC en el aire y 45ºC en el suelo, nadie nunca vio nada igual. La bromita del permafrost nos puede costar más de 60 billones de euros. 

Figura 4. Gigatoneladas de CO2 enitidas por la combustión de CC.FF. en el período 1990-2020.

El sector de las TIC ha sido responsable del 3% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, que es más o menos lo que predijo aquel informe sobre cómo sería el 2020. Pero para los otros sectores no ha sucedido absolutamente nada. Aunque la tecnología digital se ha extendido ampliamente entre sus itinerarios productivos y los procesos se han optimizado con las cadenas de montaje y suministro de bienes materiales o virtuales, las emisiones de todos los sectores continuaron en aumento hasta marzo de 2020, cuando debido a la pandemia de COVID-19 se frenan. 

El Informe Smart 2020 resaltaba las oportunidades de las aplicaciones de las TIC avanzadas entonces en los sectores industriales y empresariales más estratégicos, y cómo contener y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) era la prioridad. Aquel estudio se realizó cuando se estaban considerando las distintas expectativas ante la Cumbre de Copenhague en 2009, que iba a centrarse en alcanzar un acuerdo sobre cómo contener y reducir las emisiones de GEI y qué cantidades asumirían las distintas economías. Como siempre el sector del transporte estaba en el centro de la diana. Las TIC también obrarían el milagro en ese sector. Las emisiones del sector transporte, afirmaban ya, serían sustituidas de manera global con las “reuniones virtuales”, como la videoconferencia y la telepresencia. “Estos servicios de telecomunicaciones permiten reducir costes de viajes y tiempos de desplazamiento de personal” rezaba el informe.

Entonces WWF indicaba, en una de sus publicaciones, “… que la sustitución del 30% de los viajes por videoconferencias podría reducir hasta 5,5 millones de toneladas de CO2 anualmente. En Australia se espera que la videoconferencia a través de servicios TICs evite la emisión de 2,4 millones de toneladas de CO2, equivalentes al 0,43 % de las emisiones globales del país...”. Se ilustraba así cómo mediante el cambio de hábitos profesionales y particulares, podíamos luchar contra el cambio climático apoyándonos en las oportunidades que brindaban las TIC avanzadas recién salido Windows Vista.

7. El culpable debe ser el transporte

El sector del transporte siempre ha sido el que más reproches ha acumulado debido a su altísimo impacto en el clima. En aquel accidentado 2008 era un sector de los que ofrecía mayores oportunidades de eficiencia energética relacionadas con las TIC. El estudio planteaba que con el incremento de la eficiencia en actividades de almacenamiento, transporte y logística de mercancías se podían generar ahorros de combustible, electricidad y calor del orden de 1,52 gigatoneladas equivalentes de CO2 con una reducción en costes de hasta 280.000 millones de euros.

Estas cifras supondrían acortar en aproximadamente un 16% las emisiones de GEI del sector transporte y en más de la cuarta parte, las asociadas a los enclaves logísticos (ver figura 4). Durante el inicio del siglo XXI se vivió un importante crecimiento económico apuntalado por la quema de ingentes cantidades de combustibles fósiles, hasta que la componente geológica y toda la cadena económica que de ella depende falló en 2008. Desde 2018 y sobre todo en 2019, los efectos del cambio climático y las advertencias dadas por la comunidad científica y la movilización de la sociedad civil, nos llevaron a que la mayoría de las naciones, los estados, gobiernos, ayuntamientos, departamentos, etc., declarasen la “emergencia climática” en sus territorios y articulasen políticas fiscales de abandono progresivo de la quema de combustibles fósiles y de la penalización fiscal a través de la mercantilización de las emisiones de CO2.

Durante la pandemia de COVID-19 que aún vivimos, muchas de las reuniones de los directivos de las grandes empresas ya no son presenciales, no se suben a aviones ni trenes de alta velocidad para decidir el futuro de sus sectores, lo hacen por video-reunión. Al mismo tiempo nuestros hijos han recibido o están en sus clases recibiendo seguimiento por vídeo interactivo, los abuelos han mantenido un cierto contacto humano de esa manera para garantizar su salud. Los vecinos han decidido a través de zoom o wasap sobre cómo gestionar sus comunidades.

El heroico y aplaudido personal sanitario, por ejemplo, de Madrid, gestionó la pandemia como pudo desde grupos de wasap, sus canales de gestión habían sido desmantelados. Las noticias y la actualidad siguen provocando largos debates de especialistas, universidades, foros, másteres, doctorados no presenciales, todos los días desde diferentes plataformas digitales como Zoom, desde cualquier lugar del planeta. Durante la pandemia proliferaron también los motores "inteligentes" grandes aprovechados de las TIC, el comercio electrónico, el dron, el software de orientación geográfica en el transporte redujo costes, los alimentos a la puerta de casa, los balconazis… 

Pero las cadenas de transporte fueron diezmadas por la pandemia y los cortes de suministro en algunos casos de hasta el 100% de materias primas, productos manufacturados y minerales han puesto de manifiesto una serie de razones por las cuales el mundo no debería dar por sentado el suministro seguro a medio-largo plazo de ninguna mercancía. El último informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) órgano de la OCDE insiste en este detalle en su informe World Energy Investment 2020. AIE 2020. 

Esto que ha conseguido un virus se podía conseguir —según el Informe Smart 2020— a través de la implementación de sistemas de control de distancias, consumos de combustible, planificación de rutas, entrega de información estadística del tráfico, automatización de control de flotas, etc. Pero ya en 2007 y sobre todo a partir de 2010, a pesar de la volatilidad del petróleo, con un precio bastante alto de unos 70 $ por barril entre 2010 y finales de 2014, los motores a reacción se hicieron más eficientes y las gestiones de embarque a través de las TIC propiciaron una caída de los precios hasta niveles “low cost”. Las compañías como Ryanair o Volotea fueron subvencionadas por parte de algunas CC.AA. en la esperanza de recibir ingresos extra a través del turismo. Con el uso de aviones abarrotados de viajeros enlatados que aterrizaban en los nuevos aeropuertos de ciudades pequeñas, alejados de los centros turísticos, lo que se multiplicó fue el transporte con las periferias en taxi, vehículos de alquiler o autobús. Y un consumo mucho mayor de combustibles fósiles.

8. Seguimos haciéndonos las mismas trampas al solitario

Para entonces ya no se vislumbraba en el horizonte ningún "desacoplamiento" ni "disociación" de las emisiones de gases letales como los NOx o de efecto invernadero del crecimiento económico, ni desde la perspectiva únicamente que considere las gigatoneladas de gases de efecto invernadero en relación al crecimiento del PIB, ni tampoco con respecto a otros parámetros sobre el consumo de materiales geológicos para vivir como hasta ahora o aún más aceleradamente, crecer, crecer y crecer, siguió y sigue siendo la meta como solución a nuestros problemas de pobreza, paro y extinción masiva. Pocos se preguntaron si en realidad "crecer" no era la solución, sino el problema (figura 5).

Tampoco los nuevos y tan valorados escasos minerales necesarios para las tecnologías de captación de energía "verde" iban a ser obviados, el pico del petróleo sucedido en 2005 (AIE 2010) proyectaba una larga sombra que culminó en el colapso del fracking en EE.UU. con las más grandes empresas del sector de los hidrocarburos acogiéndose a la Ley de Bancarrota en el primer y segundo trimestre de 2020. La OCDE, no obstante, predice que el consumo de materiales minerales casi ¡se triplicará para 2060! Tenemos un verdadero problema con el combustible que podría apuntalar toda esa minería. Sin embargo, el argumento de que la sociedad humana puede disociar el crecimiento económico —definido como el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB)— del crecimiento de los impactos ambientales es atractivo, pero no resiste en más mínimo análisis histórico ni geológico. 

Si tal disociación es posible, significaría que el crecimiento del PIB es un objetivo social sostenible y deseable. Pero el concepto de disociación es imposible. Ha sido ya numerosas veces interpretado usando modelos de crecimiento económico e impacto ambiental de fácil comprensión. 

El modelo a seguir para hacerlo, viene siendo bastante simple desde, al menos 1972, año de la publicación de “The Limits to Growth” por Dennis L. Meadows y su equipo para el Massachussets Institute of Technology (MIT) por encargo de la ONU y el club de Roma, utilizando la dinámica de sistemas: se comparan datos históricos y proyecciones modeladas para demostrar que el crecimiento del PIB en última instancia, no se puede disociar del crecimiento del uso de materiales y energía. 

Por lo tanto, es engañoso y profundamente irresponsable desarrollar una política orientada al crecimiento en torno a la expectativa de que sea posible semejante desacoplamiento. Al margen de todo esto, no hay ningún crecimiento (positivo) que pueda mantenerse indefinidamente, partiendo de la situación actual. 

Según la mayoría de los estudiosos de la economía circular, los autores de la denominada ciencia económica, se estarían haciendo trampas al solitario con la "ilusión de la disociación", por ejemplo, Ward y sus colegas, también la AIE (OCDE), además de una buena parte de la comunidad científica cada vez más numerosa, el European Environmental Bureau (EEB), el GEEDS y un largo etcétera de investigadores de diferentes universidades y estamentos autonómicos, nacionales e internacionales; todos hemos argumentado que tal ilusión se ha mantenido a través de técnicas engañosas que no resisten el rigor de un mínimo análisis lógico: 

1. Siempre se puede sustituir un recurso por otro. Sin embargo, no es verdad, porque de momento no toda actividad industrial ni tecnológica es sustituible ni electrificable al 100%. El mejor ejemplo es el transporte, una batalla ya perdida que no se va a poder resolver en los próximos años. Nuestra economía de momento, sólo está electrificada al 20%. 

2. Se está financiando el PIB a través de la creación de nueva deuda, sin aumentar el rendimiento ni material ni energético. Una cuestión puramente geológica que se le está cargando a las generaciones futuras, violando la propia definición de desarrollo sostenible. 

3. Exportar los impactos ambientales a otras naciones o regiones. De modo que las realidades del aumento de la producción material o consumo de energía se puedan suprimir de los cálculos locales. Se trata de la externalización de los procesos industriales más contaminantes y consumidores de carbón, uranio, gas y petróleo (figura 4). 

4. La creciente desigualdad tanto de ingresos como de riqueza. Lo que permite que el PIB crezca en beneficio de unos pocos (figura 3), mientras que la mayoría de los trabajadores ven disminuido su poder adquisitivo; esto es el mayor engaño de nuestra sociedad actual y un objetivo inapelable para cualquier Green Deal. 

Y es que de verde, digital e inclusivo (VDI) queda poco cuando una minoría muy rica (nosotros cuatro: Amancio, Sandra, Joan y yo, más algún directivo avispado de empresas energéticas y tecnológicas) monopolizamos la mayor fracción del crecimiento del PIB por trabajos hechos muy lejos. Pero ello no aumenta sensiblemente el nivel de consumo de energía y materiales dentro de nuestras fronteras y aquí lo vemos VERDE. Lo hace lejos de nuestra mirada, pero lo hace en detrimento de una mayoría social a través de relaciones tóxicas a las que se nos encanta seguir llamando competitividad (con ayuda del mundo DIGITAL y nuestros fieles periodistas) hundiendo a las clases medias en la pobreza (figura 5), endeudándolas como si no hubiera un mañana o directamente excluyéndolas.

No hay ningún avance en la eficiencia global, pero peor aún, siguió sin ser valorado ni se valora el trabajo no remunerado del cuidado de las familias y los hogares, lo que ha supuesto el mayor colchón durante estos años de declive, especialmente notorio durante la pandemia y cuyo actor han sido sobre todo mujeres (muy INCLUSIVO, pero casi nada reconocido). 

Y aquí estamos… Tan pichis:

Figura 5. El aumento de la pobreza puede ser relatado también desde las ciencias de la Tierra, especialmente cuando el factor puramente humano se deja de lado.


miércoles, 1 de julio de 2020

UNA REFLEXIÓN MÁS EN TORNO AL 5G Y LOS RETOS DE NUESTRA ORGANIZACIÓN SOCIAL

5G en el mundo. centralízate.es

Queridos lectores. En las últimas semanas se ha establecido en las redes sociales y en ámbitos científicos y ecologistas, un acalorado debate sobre la implementación del 5G. Hay opiniones y datos bien presentados y para todos los gustos. Hay incluso discusiones airadas y subidas de tono en las que no faltan calificativos como “magufos”, “estorbos”, “delirios”, tanto entre científicos de marcado carácter mecanicista como con economistas clásicos, ecologistas muy bien posicionados, usuarios o expertos en telecomunicaciones, o simplemente científicos con miradas más amplias e integradoras. 

Nos guste o no, los sistemas 5G han comenzado ya su andadura legal en España y su expansión mundial, la cual no se promete ni universal ni global por pura lógica geológica y de capacidad humana. En este artículo, bastante extenso, voy a intentar aglutinar puntos de vista básicos desde la geología, la industria, la minería, la termodinámica o las ciencias sociales, la historia y la política, para intentar aclarar que vale más un poco de lógica planetaria que toneladas de deseos y magia sobrenatural (leer el texto capturado en la figura 2).

Antonio Aretxabala
Pamplona, 1 de julio de 2020


1. Implantando el 5G

Con la implantación de las tecnologías 5G van a coexistir dos interfaces aéreas de radio, una nueva especie de la generación del Long Term Evolution (LTE) y la denominada New Radio (NR). A través del uso de ondas milimétricas la NR supuestamente proporcionará altos rendimientos. No obstante, hay que solucionar un problema: las frecuencias más altas también conllevan mayores pérdidas por alcance, con el resultado de peor cobertura e ineficiencia en el despliegue espacial. Por lo tanto, la conectividad múltiple se prevé que sea la que lo solucione. Una manera de abordar estos defectos se solventaría conectándose a múltiples estaciones base de manera simultánea, permitiendo así que los usuarios se beneficien de las ventajas de ambas interfaces inalámbricas en una densa red de infraestructura. 

Los más optimistas intentan mostrar que se puede usar el 5G eficientemente en redes densas e incluso ultradensas, ya que un nuevo paradigma eficiente y de activación automática, casi autónoma e inteligente, en el que la cantidad de nodos de acceso excede a la cantidad de usuarios dentro de la red, puede dejar de funcionar si no se usa y además con menos capacidad de consumo energético por unidad de repetidor. A veces se cuantifican estas ganancias en eficiencia en miles de veces. Por ello, algunos autores creen que la fiabilidad por unidad de torre, poste o antena, aumentaría en torno a un 50% de media en fiabilidad para la transmisión de enormes paquetes de datos con mejoras sustanciales en eficiencia energética. La multiconectividad se ha estudiado desde muchos puntos de vista, incluso en ciudades grandes y se han evaluado las expectativas de eficiencia, ya que la mayoría de los análisis arrojan un notable incremento en el uso de energía para una cobertura comparable a la actual 4G. Es especialmente notorio el efecto rebote o “Paradoja de Jevons” en las previsiones más eficientes. Es decir, a mayor eficiencia, mayor despliegue del recurso y, por tanto, mayor consumo de energía, algunos autores hablan de incrementos en la demanda energética de solamente entre un 10% y un 20%, mientras que otros prevén hasta un 1.000%. 

De momento la mayoría de los países estamos subsidiando las fuentes de energías denominadas renovables que se supone serán la base futura de la revolución 5G, mientras tanto, se exigen ahorros nada despreciables de los combustible de los aviones, trenes de altas prestaciones y vehículos de motor como contraparte a la hora de quemar combustibles fósiles. Todavía son pocos los científicos realistas que reconocen las demandas de hidrocarburos cada vez más onerosas del mundo digital (ver figura 2). 

Investigadores de ese detalle que se ha vuelto vital, como Mark Mills del Manhattan Institute-Energy & Environment, muestran cómo Internet y los teléfonos móviles, así como la infraestructura que los hace posibles, ya consumen una fracción importante de la energía eléctrica generada sólo por los combustibles fósiles en todo el planeta y que se multiplica cada cierto tiempo a pesar de la caída de las tasas de retorno energético (TRE) y el efecto rebote de los que hablaremos más adelante. Simplemente porque a escala global, la adición (que no sustitución) de captadores intermitentes de las mal llamadas energías limpias como la eólica y la solar, supone apenas un 7% del total (ver figura 3). 

Además, de momento, las expectativas no son que la infraestructura esté apuntalada por esas mal denominadas energías renovables, la mayor parte estaría generada por hidrocarburos. Un mundo recalentado ya en casi 1,5ºC que se obliga a limitar las emisiones de CO2 necesita considerar esta cruda realidad a medida que construye su futuro. 

Y es que el 5G representa un salto en el rendimiento equivalente a pasar de la era de aquellos módems de 56k de acceso telefónico, a las redes con fibra de alta velocidad que nos llevaron del mundo de los correos electrónicos a la transmisión de vídeo de alta definición y la videoconferencia para todo, clases, congresos, visitas familiares no físicas, etc., tal y como nos han forzado tres meses de confinamiento por la pandemia de la COVID-19 decretada en marzo pasado por la OMS. 

La implementación del 5G implicará enormes gastos de capital y energía, conllevan una proliferación de más de 100 veces de estaciones base, sus cimentaciones, la construcción de las antenas y cableados desde los nuevos o viejos altos hornos, el transporte, la minería metálica y de tierras raras, el mantenimiento mucho más frecuente y numeroso de los dispositivos, nuevas combinaciones de semiconductores inalámbricos e inteligencia artificial para administrar redes extremadamente complejas. Las especulaciones sobre qué tipo de nuevos negocios surgirán en cada uno de esos pasos y los que no cuento, en esta próxima fase digital, significa mucho para la economía, creen los economistas clásicos y los políticos a los que asesoran. Todo el mundo está de acuerdo, por una causa u otra, que el cambio por venir será "gigantesco"

La computación —sólo en la nube— usa ya alrededor del 2% de la electricidad producida en el mundo por todos los sistemas de generación eléctrica. La enorme red de inmensos centros de datos en los que se basa la computación en la nube, demanda 100 veces la electricidad por unidad de superficie que por ejemplo un rascacielos moderno como el de Iberdrola en Bilbao. El Departamento de Energía de EE.UU. ha calculado que el uso de energía de los centros de datos supera con creces el de toda la industria química de aquel país. El uso de energía en la última era digital se expandió el 90% entre 2000 y 2005, luego bajó sus espectaculares incrementos tras la crisis del 2008 con un 24% entre 2005 y 2010. El uso de electricidad se estabilizó más o menos entre 2010 y 2014, fue la respuesta con retardo de esa gran recesión que hoy golpea con una segunda ola. 

El despliegue del 5G va a necesitar nuevas y grandes inversiones para cumplir con los objetivos del desarrollo sostenible (ODS) de la ONU y la Agenda 2030, por no hablar de los impulsos fiscales y directivas comunitarias como los reflejados en el Dictamen SC/048 de la UE sobre nuevas economías. Las pocas pruebas de 5G realizadas hasta ahora por algunos operadores con la tecnología actualmente disponible y en las mismas condiciones de cobertura han demostrado que, en términos absolutos, el 5G puede triplicar el consumo de energía y llevarlo a diez veces más si se desean estándares de circulación de datos más ambiciosos. 

Pero ya en 2017, el dinero gastado para construir nuevos centros de datos duplicó al de 2016 y los datos de 2018 apuntaron a algo similar. Antes de la segunda ola de recesión de marzo de 2020 —mal achacada a la pandemia de SARS-Cov2— el consumo y gasto en una expansión realmente ineficiente había comenzado. Y es que ya se vio incluso durante 2019, que el gasto planificado para expandir los centros de datos y servidores se habían triplicado en la década de 2010 a 2020. 

Actualmente hay unos 4.000 millones de teléfonos inteligentes y alrededor de 4 millones de torres de telefonía móvil en el mundo. Gastamos cerca de 20.000 millones de euros al año en la energía que permita hacer funcionar a nuestros móviles, casi lo mismo que España preveía para 2010 en fomento y medio ambiente en los PGE (22.000 millones). El tráfico a domicilio de compras por Internet ha aumentado el uso de energía en proporciones nunca vistas, superando con creces lo necesario para la entrega por kilómetro y embalaje de los materiales de construcción de infraestructuras para las carreteras, como el cemento o los ladrillos usados por los propios vehículos de entrega. 

Como las redes inalámbricas requieren en promedio diez veces la potencia consumida por las redes cableadas, cuando se despliegue el 5G, el tráfico de mercancías se espera que aumente en una proporción similar y necesitará ampliar las estaciones base por un factor también proporcional. 

En total, la infraestructura digital de hoy consume alrededor del 10% de la electricidad global, y las supuestas necesidades para seguir en el business as usual (BAU) crecen a un ritmo alarmante, cuyas expectativas parecen imparables, en particular debido a las demandas futuras de inteligencia artificial (IA), los robots, el internet de las cosas (IoT) y la denominada industria 4.0. 

Ahora, las grandes corporaciones digitales que se prometen un futuro de crecimiento sin igual, tales como Amazon, Intel, Google, Microsoft, Apple o Facebook, lanzan mensajes con imágenes verdes a sus usuarios en la esperanza de hacer creer que una revolución verde es posible de la mano de una nueva vuelta de rosca a la tercera o cuarta revolución industrial (IR3, ver imagen 1). Google no es la primera vez que declara hacerlo todo con energía verde. Pero no es verdad, los captadores de energía eólica y solar suministraron solamente alrededor del 7% de la energía mundial consumida en 2019. Google puede decir o proyectar lo que quiera, pero su red, sus servidores y su infraestructura, gozan de un respaldo fósil del que no pueden prescindir. El viento no siempre sopla y el sol no siempre brilla y ninguno de los aerogeneradores que usan sus servidores se ha construido, se mantiene, se optimiza o se desmantela (ver figura 3) con energía eólica, suele ser un camión, una grúa, excavadoras, asfaltadoras, altos hornos, los que garantizan materiales y mantenimiento de los captadores eólicos, todos ellos funcionan con gasoil, gas, carbón o energía nuclear. En el caso de los paneles fotovoltaicos estamos en la misma situación. Sus servidores queman más carbón que muchas grandes ciudades de países en desarrollo. 

Estos centros de datos requieren un suministro constante de energía sin ninguna interrupción posible, y sólo puede provenir de una red eléctrica alimentada en gran medida por hidrocarburos o energía nuclear. Google puede comprar bonos de carbono, pero, sobre todo, como ellos mismos han afirmado en numerosas ocasiones, pueden comprar indulgencias, los mercados de cuotas de CO2 se crearon a tal propósito. Una vez más, de la demanda de sus centros de datos sólo se cuenta una parte amable de la historia del uso de la energía. 

2. Una vez más la energía es limitada

Detrás de la energía consumida por un teléfono inteligente de una sola persona hay toda una red de minería extractiva, transporte, generación de residuos y su gestión casi nunca limpia, urbanismo, planificación y construcción, una constelación de torres, cables, minerales y servidores; para ser rigurosos y exactos, están aumentando las enormes cantidades de energía fósil utilizada en la construcción de la propia red y gestión de sus residuos. Incluso si queremos obviar esa parte, y no queremos ver las cosas tal cual son, sin tener en cuenta las enormes demandas de energía para la planificación, construcción, mantenimiento, ampliación, etc., sólo un teléfono móvil consume aproximadamente tanta energía al día como un refrigerador doméstico. Es decir, andamos por el mundo con el equivalente a una nevera metida en el bolso o en el bolsillo que gracias a sus enormes prestaciones nos ha abierto nuevos mundos, incluso en el arte del comer, pero no ha desactivado la nevera que tenemos en casa; por lo tanto, realmente vamos con dos neveras (o una y pico si es compartida) por la vida. Pero es que tampoco está en la agenda que las ganancias de eficiencia reduzcan el uso actual y futuro de esa energía. Sería ineconómico para las empresas que proveen la generación y las autopistas de la propia energía y los datos. ¡Qué dirían ante esa reducción de los beneficios los consejeros que entraron en el sector energético o digital por las puertas giratorias! 

No cabe duda de que se harán grandes avances para aumentar la eficiencia de los centros de datos y de las redes. Guardamos cierta fe y algo de esperanza en ello; pero confiar la seguridad estructural de nuestra civilización tecnológica e industrial a la esperanza y a la fe, no nos hace más modernos por mucha fibra óptica que despleguemos en este intento, nos hace más idiotas y arrogantes, como acarrea toda mentalidad basada en cualquier mecanismo de pensamiento religioso (ver figura 2). La construcción de torres, minería, altos hornos, servidores, inteligencia artificial, redes de distribución y transporte, estarán siempre detrás de ese despliegue y cada vez de manera más numerosa y compleja y por lo tanto también más vulnerable. 

El problema de fondo es que toda ganancia en eficiencia, siempre supone un incremento del uso, así de crudo. En la medida en que cada pieza de este sistema se vuelve más compleja y eficiente, las demandas de servicio crecen y el sistema se ve forzado en su conjunto al uso de más y no menos energía y materiales. Este comportamiento que ha acompañado a la revolución digital desde sus inicios no es algo exclusivo en el sector digital o de las energías renovables, ni tampoco lo es en la alta tecnología. En realidad, ya en la década de 1860 el economista británico William Jevons dejó claro que cada aumento de eficiencia en el uso de la primera fuente no renovable de energía, el carbón, redujo los costos de tal manera que aumentó la demanda de energía y, en consecuencia, de carbón. 

Quizás el mejor ejemplo a nivel de Estado lo tenemos en la modernización y eficiencia del regadío español en la década de 1990 y 2000. Tras prometer cifras de ahorro de agua y energía de hasta el 40% con el riego gota a gota y otras tecnologías basadas en cierta frugalidad y contención, supuso un efecto rebote con un aumento de hasta más del 50% en el consumo, y no solamente en agua y energía, casi duplicó el número de hectáreas de riego en algunas cuencas, porque como siempre, si un recurso es más eficiente, lo que arrastra es aumentar la cantidad de su uso (en este caso aumentando hectáreas) consiguiendo que el uso de agua y energía se dispare en vez de reducirse. La denominada "Paradoja de Jevons" o efecto rebote se ha hecho ley universal; ni un solo sector se escapa a su cumplimiento.

Otro ejemplo: la revolución a finales de esa misma década en la eficiencia en los motores a reacción supuso que el transporte aéreo se hiciese más asequible a través de los viajes "low cost" para una amplia masa de la población, así que a pesar del aumento del precio del barril de crudo convencional hasta casi los 150 $/barril en 2008, el batacazo de los mercados y el precio sostenido de más de 70 $ desde 2010 hasta finales de 2014, la demanda de combustibles aumentó; tanto para aviones como para la construcción de aeropuertos. Esto además, fue la promesa electoral de todo el espectro de partidos políticos, tanto en ciudades grandes como pequeñas e incluso pueblos grandes que hoy lucen sus pistas de aterrizaje abandonadas o en ruinas tras derivar ingentes cantidades de recursos, energía y capital hacia esas infraestructuras abandonadas que se le negaron a los productos básicos, educación o sanidad.

Más ejemplos aún: el "video volumétrico" necesita algo como el 5G, será el futuro, nos aseguran las grandes tecnológicas. Basado en cámaras de 5K, genera un flujo de 1TB cada diez segundos, haciéndolo de manera más eficiente, aseguran. Intel apuesta por este formato como "el futuro de Hollywood". Precisamente California ya contabiliza con los juegos de azar online más de toda la energía requerida para calentadores de agua eléctricos, lavadoras, lavavajillas, secadoras y estufas eléctricas juntas. En el mundo digital, a medida que los procesos se vuelvan más eficientes, esta ley se está cumpliendo igualmente. 

Y es que no queda otra en nuestro planeta finito, debido a que la única fuente de energía lo suficientemente confiable como para soportar este inevitable avance son los hidrocarburos, el mundo digital se ha convertido ya en un importante productor de gases de efecto invernadero, aunque sea indirectamente y sin importar la cosmética verde de Apple, Intel, IBM, Google, Facebook o Microsoft. Las poses de la mayoría de los ejecutivos con las tecnologías denominadas limpias están siendo un verdadero engaño para una enorme masa desesperada por adquirir nuevos productos tecnológicos, incluso entre científicos a los que agrada el escuchar esas fantasías reduccionistas de futuros verdes y automáticos. Mientras tanto el New Deal Europa, el Green New Deal (GND), el ministerio de turno de cada país que se considere en línea con los objetivos del desarrollo sostenible (ODS) o las consejerías autonómicas para transiciones ecológicas y cambio climático, caen en ese mismo error una y otra vez, o en su caso, las promesas de economías verdes se van centrando casi exclusivamente en que ha sido el transporte el culpable último de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). 

Según la compañía Cisco, el tráfico de datos se está multiplicando por diez cada década. Si seguimos así, dentro de treinta años se deberá multiplicar por mil. Tales velocidades de datos son actualmente imposibles: la infraestructura de cobre 4G no puede gestionarlas, por eso se confía este paso de gigante al 5G y la fibra óptica, que harían posible ese desarrollo al margen del problema de la ineficiencia, de ahí los airados debates actuales que carecen casi siempre de esta visión geológica y termodinámica.

3. Un poco de historia para aterrizar

La industria minera por su lado, cuando sucedió el boom de los semiconductores, era noticia geológica y tecnológica diaria y se prometía un futuro pleno de actividad sectorial con gran expansión económica. Pero la pandemia de COVID-19 ha cortado de cuajo aquellas expectativas. Sin embargo la propia minería aportó mucho al debate porque desarrolló otra "ley" y muy a tener en cuenta: que el crecimiento constante en la cantidad de potencia informática requerida a escala global con este ritmo de crecimiento, llevaría a que, en 2040, la tecnología digital requeriría la cantidad total de energía producida en todo el mundo en un año como por ejemplo 2010, cuando una nueva experiencia para la vida en el planeta nos hizo pasar un ecuador: más de la mitad de la población mundial comenzamos a vivir en ciudades. ¿Cuál era pues, el escenario "energético" ese año que no para de usarse como referencia? ¿Qué trascendencia tuvo entonces para ser considerado tan importante y de dónde salieron esos flujos?

Ese año, cada núcleo urbano o ciudad se convirtió en la unidad estructural de una nueva y definible dimensión planetaria: la urbanosfera (fundamentalmente hecha de cuerpos humanos, asfalto, hormigón armado y minerales arrancados, transportados y sedimentados por el propio ser humano con los combustibles fósiles en núcleos planetarios interconectados). Así la urbanosfera se añadió a la litosfera, a la hidrosfera, la atmósfera y la biosfera; que a su vez habían sido prolongaciones autoorganizadas inicialmente por densidades, provenientes del núcleo, el manto y la corteza. Cada vez la nueva esfera del planeta, se vio necesitada de más y más flujos de energía para gestionar los suministros de mercancías, más materiales y más alimentos, puesto que había nacido de la voluntad y la inercia de uno de sus habitantes, se vio forzada a mantener y acelerar esas nuevas corrientes planetarias que funcionan con energía solar fosilizada (hidrocarburos) mientras se expandía dejando las huellas de su actividad que pronto abarcaron todo el planeta.

El ritmo actual de quema de esa energía atrapada, enterrada, cocida y entregada a coste cero, para garantizar estos nuevos flujos materiales y digitales, es cada año el trabajo de unos dos millones de años de la tectónica de placas. Este regalo, nunca mejor llamado "oro negro", fue posible porque desde la captación por la fotosíntesis de las plantas de hace decenas de millones de años, su enterramiento, la presión y el calor de cocción de la corteza, hasta su disposición accesible a coste cero en lo que llamamos minas y pozos de extracción (nada de producción) es el mayor regalo después de la vida que ha recibido homo sapiens en su historia escrita de 5.000 años, o 300.000 años de prehistoria.

Otro tanto pasó con los flujos de desechos desde las ciudades hacia los nuevos sumideros que el planeta no pudo ya digerir a los actuales ritmos impuestos, por lo que ese nuevo producto inexistente hace un par de siglos en la historia del planeta: "el desecho", comenzó a invadir nuestros basureros favoritos que antes eran unidades definidas de la dinámica planetaria externa: la atmósfera, la biosfera y sus sistemas de circulación de minerales y nutrientes (incluido nuestro sistema circulatorio, hasta alcanzar que cada semana ingerimos microplásticos de media comparables a una tarjeta de crédito por persona, o tres muñecas Barbie al año) y la hidrosfera, especialmente en los ríos y océanos, saturados sobre todo, de metales pesados y plásticos. Simultáneamente la dimensión del conocimiento o noosfera fue también tomando forma casi física a través de las redes digitales y sus soportes, preparándose para un primer impulso que le permitiera dar el salto definitivo fuera de los cerebros, algo que parece haber sucedido ya en bastantes individuos.

En aquellos estudios del sector minero de hace ya un lustro (2015), se vio lo que se nos echaba encima, pero este resultado se aplicó a sistemas con el perfil de rendimiento promedio de 2015 a una nueva red global del conocimiento. Sin embargo, ya entonces la investigación del sector minero también consideró la hipótesis de que un equipo estándar del año 2025 podría disfrutar de una eficiencia energética ¡mil veces mayor! que uno de 2015. Los análisis mostraron que la llegada a esa madurez solo se atrasó en una década, así que para 2050 sólo el sector digital necesitaría toda la energía mundial que se consumió en 2010. Si toda la gama de equipos informáticos e inteligentes alcanzara el límite del "Principio de Landauer" (o alcanzar un umbral mínimo de consumo de energía física en condiciones normales, necesario para mover un electrón) lo cual es imposible, entonces para 2070 toda la energía mundial del período 2010-2070 sería consumida por la tecnología digital. El planeta ya estaría frito. Y es que no queda ningún sector que no se haya saturado de directivos apasionados con la inteligencia artificial y su prometedor vehículo 5G. 

No sólo en cuanto a usos y servicios industriales y empresariales se vive en este mundo de expectativas imposibles, el despliegue del 5G está generando mucha euforia entre la población no experta y los usuarios de entretenimiento, cultura o simple comunicación, a los que se les promete la posibilidad de acceso e incluso bajadas online y almacenamiento de cientos de gigabytes en segundos. Todos se frotan las manos con un universo de posibilidades digitales.

Pero los propios ingenieros y desarrolladores reconocen abiertamente que siguen preocupados por la euforia de los saltos virtuales a clic de ratón; podemos pasar del byte al gigabyte o al terabyte y del watio al gigawatio con el movimiento de un dedo, al menos en el mundo de los ordenadores. Pero en el mundo en que vivimos, comemos, nos movemos y vamos al baño, que es el mundo que sustenta al virtual, no podemos saltar de forma análoga del gramo a la gigatonelada o del metro cuadrado al kilómetro cuadrado con la facilidad de un clic, simplemente porque en este mundo rigen leyes de masa, peso, rozamiento, espacio y tiempo. En el trasfondo están los altísimos costes energéticos de la apuesta. 

El cómo mantener bajo control el consumo de energía de las futuras ambiciosas infraestructuras y redes se ha vuelto, por tanto, prioritario para el sector digital e industrial. El crecimiento exponencial que prevén en el tráfico de datos afectará a la huella de carbono y será fácilmente achacable al propio sector tanto como a los costos operativos. Los operadores saben que el gasto económico es insostenible.

Los más grandes, conscientes de la necesidad de una acción urgente sobre el clima ya se han vuelto ecológicos. Fueron empujados por los movimientos mundiales y las declaraciones institucionales universales de prácticamente todos los estados, las regiones, las ciudades, las organizaciones internacionales, todos declararon la "emergencia climática"; la COP-25 de Madrid sirvió como icono de la urgencia mundial para toda la humanidad, pero acabó como el escaparate de los giros hacia lo verde de las empreas que más destruyen el medio que garantiza nuestra existencia. Desde mediados de 2019 las declaraciones de emergencia climática se universalizaron y a principios de 2020, ya se habían vuelto ecológicos hasta los habitantes de Chernobil. Las grandes corporaciones empresariales, sus bancos y accionistas se anunciaban en Madrid con fondos verdes y en las televisiones convirtieron sus esfuerzos (sus negocios) en armas de marketing.

A pesar de las órdenes judiciales de los organismos de normalización, los incentivos en línea con los ODS de la ONU o la penalización en las emisiones de GEI, así como el acceso a las partidas iniciales aprobadas por la UE de más de 500.000 millones de euros (luego vendrán más) para esta transición verde (66.000 millones pueden acabar en España si demuestra estar en línea con la sostenibilidad), los esfuerzos de los fabricantes de equipos son insuficientes. Los operadores de 5G verán un aumento en el gasto de energía de sus redes, les guste o no. Los costos operativos pueden derivarse hacia el sector minero lejos de la vista del ciudadano de a pie, pero eso no evita que la transición tenga un coste que quizás no nos podamos permitir.

El pasado noviembre de 2019, mientras tanto, se producían dos eventos de considerable importancia en Navarra, el primero el día 21 con la presentación del SC/048 por el Gobierno de Navarra para transitar hacia las nuevas economías en un mundo en transición energética, y la segunda el día 22 con las empresas del sector energético y el mundo de la política y la comunicación. Todas esas empresas y élites políticas se dieron cita en el Pamplona Fórum 19 para trazar un futuro basado en las nuevas tecnologías de la información, el automatismo y la energía verde. Una vez más resonaba el eco trasnochado del Informe Smart 2020 a las puertas de la pandemia global. En ese mismo momento el Consejo General de Economía, Industria, Energía y Tecnología (CGEIET) de Francia publicó un informe bastante tranquilizador sobre el consumo de energía de la tecnología digital en el país vecino:

El estudio elabora un inventario de equipos y enumera el consumo, haciendo una estimación del volumen total. En Francia ahora mismo están activos unos 61 millones de teléfonos inteligentes, 64 millones de computadoras, 42 millones de televisores inteligentes, 6 millones de tablets, 30 millones de rúters... Aunque estos números parecen altos, los autores del informe creen que han subestimado en gran medida el volumen de equipos profesionales de cara al futuro y del impacto de la era 4k y 8k con la incorporación sobre todo y cada vez mayor, de las personas ancianas al mundo digital. Por ejemplo, el futuro de los automóviles, dicen, estaría destinado a vehículos autónomos, la minería, la construcción, la cultura, el turismo también deberán adaptarse a las leyes de la industria 4.0.

Microsoft ya maneja cifras de hasta siete mil millones de jugadores online. El deporte electrónico y las apuestas online están creciendo a ritmos que no fueron previstos. La Industria 4.0 y el Internet de las Cosas (IoT) se presentan como desarrollos irreversibles (SC/048 y Pamplona Fórum, 21 y 22 de noviembre de 2019). “La revolución digital es el oro negro del mañana” nos dicen las empresas, y si perdemos el tren nos hundiremos.

4. Vale, muy bien, pero... ¿Todo esto para qué, exactamente? 

Pues ahora, necesariamente surgen las preguntas de verdad: ¿Contribuimos así, de la mano de la tecnología digital al desarrollo sostenible? ¿Vamos a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero? ¿Vamos a salvar los suelos y por tanto, la agricultura y la biodiversidad de la desertización y el empobrecimiento? ¿Vamos a frenar de una vez la extinción de especies en masa? ¿Vamos a garantizar el acceso universal al agua y reconstruir las barreras biológicas que perdimos al arrasar selvas, bosques, marismas, que nos preservaron por milenios de los virus? ¿Vamos a acabar de una vez con la pobreza, el paro, la exportación de basuras y miseria o el neocolonialismo y sus guerras por los recursos? 

Tras el enorme batacazo que vivimos la ciudadanía de occidente con la caída de Lehman Brothers y el rescate por los más vulnerables al sistema financiero global, a sus bancos, sus grandes empresas privadas cotizadas en bolsa y la consiguiente pérdida de clase media y exclusión, nos quisimos poner las pilas y "reformar el capitalismo" (Sarkozy y Merkel, 2009). Entonces el Informe Smart 2020, que data de aquellas fechas, trazaba un camino "revolucionario" asegurando un reajuste de la economía gracias al universo digital (entonces hablábamos de TIC). Fuimos a reuniones, acudimos a presentaciones oficiales, todo supondría un ahorro y una gran optimización de procesos que en 2020 ya estarían implantados, incluso con una no despreciable reducción del 20% en los gases de efecto invernadero.

Todo el problema de las recesiones globales, el colapso de los mercados, de los ecosistemas, la sexta extinción masiva..., todo aún era reciente y los científicos que divulgábamos sobre nuestros impactos en el clima éramos los barbudos exóticos de usar y tirar en televisiones y medios escritos, unos soñadores a los que se les adjudicaban virtudes como estar en contra del progreso o ser un estorbo para los emprendedores que eran los que realmente creaban empleo y riqueza, "¡volved a las cuevas!" nos decían. Los gritos desesperados de la comunidad científica de carácter más activista y no al servicio de una máquina letal, ese 2008, con el reciente colapso a nuestras espaldas vimos en el Informe Smart 2020 algo realmente prometedor, porque en el horizonte, la revolución digital cambiaría el mundo y los mercados. Éstos habían llevado a millones de personas a la gran exclusión. Y sí, muchos casi lo creímos. Y lo íbamos a hacer gracias a la tecnología digital universal y a las mejoras en la eficiencia...

Pero llegó 2020 y vemos que nada de eso ha sucedido, muy al contrario, las emisiones de CO2 se incrementaron en esa medida más o menos. Mayo de 2020 ha registrado la mayor concentración conocida por el homo sapiens de CO2, con 418 ppm (hace unos dos millones de años que los registros geológicos no muestran estas cifras, homo sapiens no existía entonces) a pesar del parón económico y de la pandemia de COVID-19, es también el mes más caluroso de la serie medida desde 1850 con 1,3ºC por encima de la media preindustrial. El permafrost (el 25% de la tierra emergida) en Rusia se descongela y no sólo lo hace liberando millones de toneladas de metano. Vladimir Putin ha declarado el estado de emergencia porque sus infraestructuras y ciudades se hunden; centrales nucleares, térmicas, minería, carreteras, puentes y varias ciudades de más de un millón de habitantes (en total unos ocho millones de personas) confiaron en apoyar las cargas geotécnicas sobre la parte siempre congelada del suelo, pero ésta se funde sin solución. Dentro del Círculo Polar Ártico se alcanzaron en junio temperaturas de 38ºC en el aire y 45ºC en el suelo, nadie nunca vio nada igual. La bromita del permafrost nos puede costar más de 60 billones de euros.

El sector de las TIC ha sido responsable del 3% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, que es más o menos lo que predijo aquel informe sobre cómo sería el 2020. Pero para los otros sectores no ha sucedido absolutamente nada. Aunque la tecnología digital se ha extendido ampliamente en sus itinerarios productivos y han optimizado las cadenas de montaje y suministro de bienes materiales o virtuales, al igual que con el móvil en nuestros bolsillos, las emisiones de todos los sectores continuaron en aumento hasta marzo de 2020. 

Muchas de las reuniones de los directivos de las grandes empresas ya no son presenciales, no se suben a aviones ni trenes de alta velocidad para decidir el futuro de sus sectores, lo hacen por video-reunión. Al mismo tiempo sus hijos han recibido clases, seguimiento, los abuelos han mantenido un cierto contacto humano de esa manera para garantizar su salud. Los vecinos han decidido a través de zoom o wasap sobre cómo gestionar sus comunidades. El heroico y aplaudido personal sanitario de Madrid gestionó la pandemia como pudo desde grupos de wasap, sus canales de gestión habían sido desmantelados. Las noticias y la actualidad provocan debates de especialistas, universidades, foros, másteres y doctorados no presenciales todos los días desde diferentes plataformas digitales y lugares del planeta. Además, se han extendido los motores "inteligentes", el comercio electrónico, el dron, el software de orientación geográfica en el transporte, los alimentos a la puerta de casa, los balconazis… Las propias redes de energía se controlan electrónicamente y si no hace falta no están activas. ¿Pero qué ha pasado? Las reducciones que estaban previstas no han sucedido, todo ha aumentado, todo se nos ha ido de las manos. 

No se vislumbra en el horizonte ningún "desacoplamiento" ni "disociación" de las emisiones de gases letales como los NOx o de efecto invernadero del crecimiento económico, ni desde la perspectiva únicamente que considere las toneladas de gases de efecto invernadero en relación al crecimiento del PIB, ni tampoco con respecto a otros parámetros sobre el consumo de materiales geológicos para vivir como hasta ahora, o los nuevos y tan valorados escasos minerales necesarios para las tecnologías de captación de energía "verde". La OCDE predice que el consumo de materiales minerales casi se triplicará para 2060. 

¿Con qué energía tras el problema del petróleo vamos a ejecutar la minería para la innegociable transición que ya vivimos? Según el Informe Smart 2020, una vez más el "efecto rebote" no nos permite ser más eficientes, pero realmente el planeta tampoco. Esto se basa tanto en la "Paradoja de Jevons" (1865), como en la ley de los rendimientos decrecientes, que establece que cualquier progreso en la eficiencia energética resulta en un mayor consumo y que cada vez la energía invertida en procurarnos energía es mayor y que la proporcionada por ella es menor (figura 1). Hemos construido una organización social altamente ineficiente porque no podemos violar las leyes físicas, aunque ese fuera nuestro deseo más apremiante. Cualquier ganancia de eficiencia que se combine con una ganancia económica siempre se traduce en crecimiento en el consumo, sea agua, energía, lentejas o paneles solares.

5. TRE en declive 

Estudios recientes sugieren que la relación entre la energía invertida para extraer la energía o tasa de retorno energético (TRE) de los combustibles fósiles (el 86% de nuestra sangre económica) ha disminuido constantemente desde principios del siglo XX, lo que significa que estamos agotando nuestros recursos de mayor calidad, y estamos usando cada vez más energía solo para obtener nueva energía. Esto significa que los costos de producción de energía están aumentando mientras que la calidad de los materiales energéticos que estamos produciendo está disminuyendo. O lo que es lo mismo, cada vez una mayor parte de la energía que se gestiona es revertida en la propia extracción o procesado, quedando mucho menos margen cada año para expandir la economía o "ir creciendo económicamente"

Court y Fizaine (2017) han demostrado que los valores de la tasa de retorno energético (TRE) en la producción global de petróleo y gas alcanzaron sus máximos en los años 30 y 40 del siglo XX. La producción mundial de petróleo alcanzó el máximo valor de su TRE en 50:1 (con un barril extraíamos 50) mientras que la producción mundial de gas lo hizo en 150:1 (con un barril equivalente extraíamos 150). Incluido el carbón muestran que la máxima TRE de los fósiles fue de 44:1 a principios de los años 60. En su “Long-Term Estimates of the Energy-Return-on-Investment (EROI) of Coal, Oil, and Gas Global Productions” Victor Court y Florian Fizaine, adelantaron con bastante precisión en 2017 la innegociable caída de las TRE globales de todos los combustibles. 

Desde mediados del siglo XX, los valores de las TRE del petróleo, del carbón y del gas, es decir, la energía total que podemos extraer de estos recursos por cada unidad de energía que utilizamos para su extracción y puesta en el mercado, están disminuyendo inexorablemente y de manera bastante acelerada. 

Hoy nos encontramos en valores de 15:1. Esta disminución continua en el valor total de la energía extraída de los combustibles fósiles globales ha jugado un papel fundamental en la desaceleración del crecimiento económico mundial en los últimos años. Una buena parte de las crisis vividas se deben a esta recesión y el desafío de la transición adquiere un nuevo sentido con un marcado carácter geológico y minero. Así podemos explicar también por qué la eficiencia energética, además de por el conocido efecto rebote o Paradoja de Jevons, no es capaz por sí sola de contrarrestar esta tendencia, simplemente porque cada vez somos más ineficientes (ver figura 1). 

Figura 1. La productividad total de los factores (PTF o TFP del inglés Total Factor Productivity) es la diferencia entre la tasa de crecimiento de la producción y la tasa ponderada de incremento de los factores (trabajo, capital, etc.). “Long-Term Estimates of the Energy-Return-on-Investment (EROI) of Coal, Oil, and Gas Global Productions” Victor Court y Florian Fizaine (2017).

La PTF constituye una medida del efecto de las economías de escala, en que la producción total crece más que proporcionalmente al aumentar la cantidad de cada factor productivo. Existe una correlación entre la PTF y la eficiencia de conversión de la energía. El nivel más alto de productividad se alcanzó alrededor de la década de 1930, y desde entonces con cada revolución industrial ha disminuido: En la figura 1 de arriba podemos ver “La Gran Ola” (The Grat Wave) representada por tres revoluciones:

En primer lugar, (ver figura 1 de arriba entre 1850 y 1940) IR1 representa la revolución industrial del carbón. IR2 la segunda revolución industrial impulsada por el motor eléctrico y el motor de combustión interna. IR3 es la tercera revolución informática, tecnológica y de la inteligencia artificial, nace con la era de la comunicación y despliega la industria 4.0; en su esbeltez se observa el rápido aumento y disminución de la productividad de la última gran revolución en innovación tecnológica. 

Cada una de estas eras supuso un incremento exponencial del uso de energía. El período de disminución de la gran ola (The Great Wave), tras la segunda guerra mundial también corresponde aproximadamente a la era de las TRE estándar posteriores al pico de los combustibles fósiles totales (incluidas las tecnologías de extracción no convencionales) identificados por Court y Fizaine en 2017. 

La crisis financiera de 2008 no representó un evento singular sólo por cuestiones mercantilistas que los analistas retuercen con énfasis diciendo una cosa y a veces la contraria. Realmente fue un evento clave, pero vino derivado del encarecimiento primero, y la volatilidad después, de los precios de la energía, algo que se compensó de manera artificial con deuda y extracciones no convencionales, pero cuyo origen puramente geológico sigue prácticamente oculto por el desconcertante desconocimiento sobre el inviolable papel de la TRE y el efecto rebote entre nuestros dirigentes. 

El Premio Nobel de Economía, Robert Merton Solow, afirmó tras el colapso de los mercados en 2008 que, con las teorías económicas clásicas, la productividad como una función del capital físico y el rendimiento laboral, apenas explicaban un 14% de la economía, dejando el 86% restante de lado, mostrando así que ese 86% era "la medida de nuestra ignorancia". 

Fue en 2011 cuando un científico, el físico de sistemas alemán Reiner Kummel, publicó "La segunda ley de la economía. Energía, Entropía y los orígenes de la riqueza", donde adjudicó a la energía el ser ese 86%, es decir, esa era la medida de nuestra ignorancia. Hoy precisamente nuestro consumo de combustibles fósiles de calidad menguante es del 86%, mientras que las energías denominadas renovables nos proporcionan el restante 14%.

Bajo esta mirada no es posible predecir cómo la denominada “nueva normalidad” afectará aún más a la industria minera que será sobre la que confiemos el paso al 5G, lo que es seguro es que la industria minera debe reconfigurarse y prepararse para operar bajo esta nueva normalidad. Y no es otra cosa que adaptarse a la “nueva complejidad”, es decir, el poder operar y sostenerse bajo las nuevas limitaciones y desafíos que imponen sin negociación posible el declive energético, el cambio climático, la descomplejización y la desglobalización de la sociedad, del transporte de mercancías y de la mayoría de los procesos, así como los impulsos localistas y descentralizados que se imponen desde la UE, impulsando la denominada “economía circular” local y de bajo impacto, tal y como se presentó en Pamplona el día 21 de noviembre de 2019 con el Dictamen SC/048 de la UE

Y es que toda actividad económica que quiera crecer deberá estar siempre respaldada por un aumento del consumo de energía. Nunca en la historia de la humanidad se ha visto lo contrario, no existe ninguna clase de “disociación” entre el consumo de minerales y energía y el crecimiento del PIB y, por tanto, de las emisiones de GEI. El problema es que, para conseguirlo, de momento el 86% del consumo es de origen fósil no renovable y cuya TRE estándar es menguante y solamente el 14% es de origen denominado renovable. Pero muy recientes estudios concluyen en que las nuevas TRE extendidas (no son totalmente comparables a las estándar pero dan una idea del itinerario que estamos siguiendo), de los sistemas de captación renovable están muy por debajo aún de los que garantizan una sociedad tecnológica industrial tal cual la conocemos (de Castro y Capellán 2020). Sólo la hidroeléctrica tendría una relativamente alta TRE estándar de en torno a 30:1, es decir, casi 3 veces la actual TRE global según los estudios de Capellán-Pérez et al (2019), mientras que el resto de captadores estarían por debajo de 15:1. Por ejemplo, la eólica estaría entre 13:1 (terrestre) y 9:1 (marina), la solar fotovoltaica alrededor de 8:1 y la energía solar de concentración (CSP) tendría una TRE menor de 3:1.

6. La implementación del 5G y los retos de nuestra sociedad

Implementar el 5G a escala global (si se pudiese, incluso con sólidos argumentos de que a medio plazo será bastante escasa su extensión, además de exclusiva y elitista) pero sin cuestionar ni regular sus usos, abre el camino a todo un universo de aplicaciones dañinas para las comunidades y los ecosistemas. La economía digital puede ser catastrófica para el clima, los suelos, la salud y para la biodiversidad como barrera de futuras pandemias, y en lugar de salvarnos, incide en nuestros ya agudos, letales y preocupantes desequilibrios sistémicos. Si aún no hemos aprendido esta lección es que somos muy, pero que muy, necios.

¿Vamos a presenciar por el móvil el colapso más grande y controlado de todos los tiempos, o vamos a reaccionar y a despertar a la cruda realidad? Soñadores y seguidores de Elon Musk o Bill Gates hablan de refugiarse en Marte; así, tal cual (figura 2) y mucha gente cree que algo así estaría al alcance de sus bolsillos, incluidos reputados científicos. ¿Qué papel jugaría entonces no sólo la inteligencia, sino la ética científica y puramente humana? Pero desafortunadamente no se trata de ninguna teoría conspiranoica de última hora, las personas más ricas del planeta están comprando propiedades bien defendidas de los impactos que la comunidad científica cada vez señala con más precisión. Sus preferencias están basadas en estudios concienzudos de grandes científicos anónimos (o no tanto) en las áreas que se prevé sean las menos afectadas por el desastre global del cambio climático, el aumento de los eventos extremos, las sequías o el nivel del mar, el estallido social o la expansión de nuevas pandemias. La revalorización de las viviendas en entornos neorrurales o interurbanos sigue en alza, poca gente quiere volver a vivir la experiencia de un estado de alarma repetitivo en una gran ciudad, aunque los medios nos estén preparando para ello. 

Que el calentamiento global, el declive de los recursos, el saqueo a las comunidades y la desposesión de las personas a través de la deuda con la creciente desigualdad, amenazan a la agricultura y a la salud, nos lo gritan al oído la comunidad científica, el IPCC o la OMS a todas horas (figura 2). Mientras tanto, nuestros dirigentes se hacen los sordos, y si no, ya se encargan las grandes corporaciones de taparles los oídos y pintar las cosas de verde. Ahora vemos que cada vez más familiares, amigas, vecinas, tienen que elegir entre comer o conectarse a la web. Quienes se han lucrado con las redes digitales a sus expensas, previsiblemente se escaparán fácilmente de sus responsabilidades, pues ya compran voluntades en el outlet político e incluso científico global. Hasta Polibio lo vio venir.

Figura 2. Juan Luis Arsuaga. Mayo de 2020 para la BBC.

7. ¿Qué debemos hacer entonces?

Sin duda, exactamente lo contrario de lo que la industria en general está planeando: prohibir el 8k o, en su defecto, desalentar su uso, reservar la IA para necesidades restringidas con una fuerte componente de utilidad en la mejora de la salud social y de los ecosistemas que sustentan nuestras economías, pero sobre todo garantizan nuestras vidas. Tendremos que  ir limitando el drástico nivel energético requerido por cosas como el deporte electrónico, el juego online, las apuestas o las compras a largas distancias y no implementando un sucedáneo del 5G a una gran escala que pudiera obstaculizar los itinerarios de la innegociable transición que hemos comenzado. Una minoría muy rica está monopolizando la mayor fracción del crecimiento del PIB por trabajos hechos muy lejos. Pero ello no aumenta sensiblemente el nivel de consumo de energía y materiales dentro de nuestras fronteras, sino que lo hace lejos de nuestra mirada, pero lo hace en detrimento de una mayoría social a través de relaciones tóxicas a las que se les sigue llamando competitividad. No hay ningún avance en eficiencia a nivel global, con el planeta no lo podemos negociar (ver figura 1).

Tendremos que asegurar infraestructuras digitales seguras y restringidas a un uso comunitario y social, resistentes, resilientes y con acceso universal que permita el uso de baja tecnología y bajo consumo en computación y ancho de banda y por tanto, también de la actividad económica. Favorecer los sistemas mecánicos, prohibir o desalentar las cadenas de suministro de largo recorrido, penalizar la obsolescencia programada, proporcionar tecnología digital fácilmente desconectable y compartida y sobre todo, tomar y divulgar conciencia de lo que nos estamos jugando para dejar de “juguetear” con los arrogantes deseos de niños mimados en que nos hemos convertido.

La vida de mucha, o mejor dicho, de muchísima gente a nuestro alrededor, depende de la responsabilidad de nosotros como científicos y nuestra capacidad de autocontención y mesura, de predicar con el ejemplo y de no doblegarnos ante las más que probablemente delictivas pretensiones de industrias que solamente aspiran a incrementar sus números, cueste las vidas o las exclusiones que cueste. La alarma ecológica, por tanto, nos obliga a racionalizar consumo y producción y la alarma social nos obliga a intentar hacer viable la continuidad de la vida humana civilizada partiendo de postulados reales y comprobados; no de deseos. 

Los 17 “Objetivos de Desarrollo Sostenible, aunque incluyan la discutible promoción del crecimiento económico sostenido en el punto 8, realmente en su conjunto son difícilmente rechazables. No puede ignorarse, por ejemplo, que sus dos primeros objetivos son los de poner fin a la pobreza y al hambre. El mensaje de la contención, de la mesura, precisamente ahora, con los sueños húmedos del 5G en las televisiones a todas horas, pero con la contundente realidad de un decrecimiento sin negociación posible, es indigesto, impopular, parece una broma de mal gusto para una sociedad adicta a la opulencia, al individualismo, productos asimismo anómalos de una pequeña época anómala en la que más de la mitad de la humanidad ya vive en la más absoluta pobreza.

Durante estos años hemos observado que el PIB se considera cada vez más como un indicador deficiente del bienestar social. El crecimiento del PIB es, por lo tanto, un objetivo social cuestionable. La sociedad puede mejorar de forma sostenible el bienestar sin necesidad de aumentos en el PIB, un parámetro que bajo la lupa del SC/048 podría también definirse como una medida cuyo aumento evalúa el grado de destrucción de los ecosistemas, de la degradación del medio y de la desposesión de las comunidades. El 5G no ha venido a solucionarlo, muy al contrario, por todo lo expuesto es un catalizador del retroceso y contrario al espíritu universal de los 17 ODS de la ONU y es más que probable que su implantación se quede tan corta como la lectura horizontal de la IR3 en la figura 1.

Figura 3. Otro día hablaremos de la imposibilidad de reciclar las palas de los aerogeneradores. Con suerte, acaban troceadas y enterradas en enormes cementerios, obviamente no construidos con energía eólica; es muy poco probable que la excavadora de arriba a la derecha de la foto funcione con energía eólica, ya que todavía está sin inventar; o que los componentes de la misma, acero, cobre, plástico, aceites sintéticos, provengan de la captación de la energía del viento. La vida media útil de estos captadores de energía eólica es de 20 años y dado que los materiales constituyentes, tales como fibra de vidrio, resinas epoxi y otros componentes son extremadamente costosos de recuperar y no se pueden reutilizar si no es para unos tipos muy concretos de aglomerados de hormigón, cuyo uso no está en absoluto generalizado, necesitan ser troceados, tratados y clasificados, encareciendo un producto final de mediocre calidad. Al final se está optando por abandonarlos; en el mejor de los casos se entierran en lugares lo más seguros posible para que las partículas y los microplásticos que se desprenden no viajen demasiado lejos. En España, actualmente hay 1.203 parques eólicos instalados en 807 municipios, con más de 20.940 aerogeneradores —lo que hace un total de unas 62.800 palas— que en los próximos años deberán seguir un camino similar. De este total, la Asociación Empresarial Eólica (AEE) estima que se ha sustituido, de momento, un 0,5%. Si te interesa profundizar en este problema y otros que acompañan a las denominadas energías limpias te recomiendo echar un vistazo a este artículo.


Presentación del informe:
Pamplona, el 2 de julio de 2020 (ahötsa.info).