martes, 6 de junio de 2023

LA TIERRA DE LA QUE COMEMOS



Queridas y queridos lectores, traigo al blog, en castellano como habitualmente, este artículo de Berria JATEN DUGUN LURRA de Jokin Sagarzazu. En él, se establece un debate entre Marta Goñi de INTIA, Iñaki Antigüedad de la EHU/UPV y servidor. Os dejo con Jokin.

El 80% del agua disponible en Euskal Herria Sur se utiliza para el regadío. Ya se han comenzado a reemplazar unos cultivos por otros con técnicas para usar menos agua en la producción.

Más calor, sequías, menos comida. Los efectos del cambio climático provocado por el hombre son cada vez más evidentes y las previsiones para las próximas décadas no dejan lugar a dudas. Se estima que alrededor del 10% de las tierras agrícolas actuales quedarán inservibles en el año 2050, y la productividad de los tres principales cultivos que alimentan al mundo (maíz, trigo y arroz) se reducirá en un 5%. El agua es un recurso precioso. Como advierten los expertos, en el sur de Europa en general será necesario a medio plazo sustituir unos cultivos por otros y emplear técnicas que consuman menos agua en la producción.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, entre el 70% y el 95% del agua de lluvia y del agua almacenada se utiliza para la producción de alimentos en el mundo, y pronostica que esta necesidad aumentará en un 50% para 2050. En Euskal Herria Sur, alrededor del 80% del agua se utiliza en la agricultura, alrededor del 15% en la industria y el resto para necesidades domésticas.

Hasta ahora, cada año hidrológico ha sido peor que el anterior. Como consecuencia de periodos cada vez más prolongados de calor, la escasez de agua se está cronificando, especialmente en el área mediterránea y principalmente en la Ribera de Navarra. “Las anomalías meteorológicas actuales no son temporales; se están convirtiendo en tendencia. Muchos días hay déficit de agua, aunque técnicamente no haya sequías”, explica Marta Goñi, técnica del Instituto INTIA de Tecnología e Infraestructuras Agroalimentarias de Navarra.

Iñaki Antigüedad, geólogo catedrático de hidrogeología en la EHU/UPV, coincide con el diagnóstico. A su juicio, la clave será adaptarse a los cambios que se avecinan. “Las tendencias son cada vez más claras en el caso de las temperaturas, pero no en el de las precipitaciones. Con la lluvia no sabemos si los totales anuales subirán o bajarán. Tenemos que saber manejar esta incertidumbre, pero no podemos hacerlo con nuestro comportamiento actual, y estoy seguro de que no estamos preparados para cuestionar el pasado".

Según Antonio Aretxabala, geólogo e investigador en emergencias climáticas, en esta "adaptación" será fundamental cambiar los modelos actuales de consumo de bienes y agricultura y establecer un modelo similar para el uso del agua que haga todo sostenible. “Si no se toman medidas de inmediato, gran parte de la sociedad no tendrá forma de comer sano, porque aquí está en juego la nutrición”.

La tierra tiene sed


Aunque existen grandes diferencias entre cultivos y modelos agrícolas en la zona atlántica y mediterránea del País Vasco, los agricultores de ambas están muy preocupados por la situación. En el lado del Atlántico dependen del agua de lluvia, donde el riego de la tierra no es común. Pero menos lluvia de lo habitual les ha creado muchos problemas. Por un lado, en los pastos: el pasto para el ganado ha escaseado, lo que, entre otras cosas, ha encarecido el forraje de los animales. En cambio, en las huertas se han comenzado a sembrar cultivos que se adaptan mejor a la situación. En el País Vasco Norte, por ejemplo, sorgo en lugar de maíz.

Pero el problema es particularmente grave en la cuenca mediterránea. Algunas cosechas quedarán sin cosechar en los secanos, aunque las lluvias de las últimas semanas han dado un respiro a muchos agricultores. Cuanto más al sur, más crítica es la situación: según estimaciones, en algunas zonas secas de la Ribera de Navarra y sur de Álava se perderá en torno al 40% de la cosecha de cereales.

En cambio, en regadío, las alarmas están encendidas desde hace tiempo. Debido a la falta de lluvia y cada vez menos nieve, el nivel de los embalses está disminuyendo, y este tipo de infraestructuras son esenciales. El 37% de la superficie total plantada en Navarra es de regadío y el 13% en Álava. Según el Gobierno de Navarra, alrededor del 80% del agua almacenada en los embalses se destina a este fin. En los últimos veinte años, la superficie de regadío ha aumentado un 20%.

Según Aretxabala, el agua para uso humano en el territorio ha disminuido un 20% en los últimos veinte años, así como para la industria, pero el consumo ha aumentado en general. ¿Por qué? “Porque la cultura del regadío se ha extendido muchísimo, y esto ha venido de la agricultura intensiva y de ciertas multinacionales”.

En el caso de Álava, el viceconsejero de Agricultura del Gobierno no ha querido precisar los datos, pero el geólogo Iñaki Antiguedad cree que cada vez habrá menos regadío, sobre todo en la parte de Vitoria-Gasteiz, porque la rentabilidad de los cultivos plantados ha disminuido. "También puede estar relacionado con el cambio generacional. Más de una persona me ha dicho que prefiere poner cereal seco para tener menos dolores de cabeza".

Sin embargo, incluso en Álava, las cantidades que se utilizan para regar la tierra son muy grandes. Según la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), el consumo anual de agua en la parte alavesa de la cuenca es de hecho el 65%. Se utiliza principalmente para patata y remolacha y, en menor medida, también para viña.

Según el catedrático de la EHU/UPV, con calores y sequías cada vez más prolongados, habría que plantearse si esta forma de producción es sostenible en Euskadi. Al mismo tiempo, cree que el debate sobre la soberanía alimentaria es fundamental. "¿Qué alimentos se producen en nuestra tierra? ¿A qué mercado va lo que producimos? ¿Y de qué mercado proviene la comida que nos alimenta? Nos equivocamos si gran parte de nuestra dieta son alimentos producidos afuera, lo que requiere un gran consumo de agua. Durante estos viajes, se consume mucha agua y energía".

La cultura del riego

En Navarra, la proliferación de regadíos no es un tema de actualidad; en ese proceso fueron fundamentales algunas de las grandes infraestructuras que se impulsaron en la década de los 90: el Canal de Navarra, el embalse de Itoiz o el recrecimiento de Yesa. Según Aretxabala, detrás de estas "enormes obras" estaba el "impulso político" de UPN y del PSN, y una "clara intención especulativa". “En ese momento el maíz se cotizaba a un precio muy alto y eso se fomentaba. Pero no éramos los únicos en el mundo, el mercado se saturó y ya no es tan rentable”. Ahora, algunos agricultores han comenzado a sustituir el maíz por otros cultivos que requieren menos agua: cebada, girasol... Pero tienen problemas porque la cadena productiva está diseñada para el maíz.

Aretxabala también se ha centrado en la industria conservera. Cree que, Navarra en particular tiene un sector muy fuerte y que algunas empresas tienen una gran influencia en las instituciones. “En la industria conservera hay dos modelos: uno histórico, en torno a las cooperativas y otro multinacional. Estos no son compatibles con la agricultura de proximidad que están impulsando las instituciones europeas. Su mentalidad es hacer el producto en Navarra y luego difundirlo por el mundo. Esta forma de pensar todavía está profundamente arraigada en el tejido económico y político de Navarra”.

Infraestructura o gestión


La situación actual no ha pillado a nadie por sorpresa, y los expertos se han mostrado muy críticos con las medidas adoptadas en política de aguas. “Hemos tenido sequías y eventos extremos desde al menos la década de 1990, y no se ha hecho casi nada. Se cree que el problema se resolverá mediante la construcción de infraestructura de agua. Pero la solución está en la gestión del agua, y no en cambiar, mejorar o ampliar las infraestructuras”, subraya Iñaki Antigüedad, quien está de acuerdo con ese análisis. "Las organizaciones a menudo confunden demanda y apetito". Es muy fácil conectar el agua y la infraestructura. No, "en principio" no se está contra los embalses. “Es posible que sea necesario un pequeño embalse en un lugar determinado, pero hay que estudiar muy detenidamente dónde y con qué fin. Tenemos un conocimiento muy parcial aquí, y algunos intentan introducir puerros, pero en pedazos".

En opinión de Aretxabala, se necesita una "visión pedagógica y científica" en el sector. “Muchos agricultores piensan que el agua de los ríos que va al mar es agua que se desperdicia y no entienden la parte del daño que causan los embalses al funcionamiento de los ecosistemas que nos sotienen. Detrás de todo esto hay un interés económico y político parcial”.

Innovaciones

Un informe del Tribunal de Cuentas Europeo de 2021 alertaba del riego excesivo y ponía en entredicho la Política Agrícola Común Europea: concluía que se ha fomentado el riego de tierras agrícolas, especialmente en el sur de Europa, y los esfuerzos por modernizar los sistemas no han supuesto una reducción del consumo de agua. "Ha sucedido justo lo contrario. En nombre de la modernización se han intensificado los cultivos, se han aumentado las áreas de cultivo y se han introducido cultivos que requieren más agua”, resume Iñaki Antigüedad.

Marta Goñi de INTIA opina diferente. Según ha destacado, a pesar de que hay más suelo, al menos en Navarra el consumo de agua no ha aumentado en la misma medida, se ha mantenido estable. “Antes regábamos la tierra por si acaso. Ahora, en caso de que eso haya terminado. No se puede desperdiciar ni una gota de agua. Y los agricultores lo saben muy bien. Hemos dado grandes pasos".

Entre las estrategias que se están impulsando en INTIA se encuentra el llamado riego deficitario controlado. En definitiva, identifican todas las fases de crecimiento de cada cultivo, y determinan el requerimiento hídrico de cada uno, para poder dar menos agua sin poner en peligro la producción. Llevan varios años haciendo ensayos, con algunos cultivos (maíz, alfalfa, brócoli, arveja y tomate) y en diferentes momentos. En el caso del brócoli, han conseguido reducir el consumo de agua en un 38%, en el maíz, un 8%.

Como apunta Goñi, para tales innovaciones se necesitan nuevas tecnologías ̶sensores, imágenes de satélite, etc.-. A través de ellos es posible saber en cada momento cuál es la situación del agua y cuántas reservas hay sobre el terreno. “Esta estrategia funciona, pero detrás hay que tener conocimiento sobre las fases de crecimiento de los cultivos y las necesidades de agua. Es por eso que el asesoramiento es esencial".

La técnico del INTIA cree que en general los agricultores se están adaptando bien a estos cambios, pero admite que la situación no es fácil. “Se les pide que reduzcan costes, que sean más sostenibles… Son conscientes de los retos a los que se enfrentan y de las exigencias de la Unión Europea. En ese mundo siempre han tenido que adaptarse a los cambios, y al contrario de lo que se pueda pensar, se adaptan bien. Estamos viviendo la tercera revolución en el país”.

Tierra muerta

El riego tiene otro efecto, según los expertos: la destrucción de la tierra. Junto con el uso intensivo de agua, se utilizan pesticidas y fertilizantes; Esto aumenta la productividad, pero reduce la disponibilidad de tierra. Aretxabala advierte: "Debido al uso excesivo de pesticidas y fertilizantes, muchos suelos no son capaces de filtrar el agua. Y la poca agua que hay en el suelo no se puede aprovechar porque está contaminada. Como hemos industrializado la producción de alimentos, hemos matado el suelo".

Puso el ejemplo de lo que pasó en Ribera Navarra. Aunque los agricultores allí tienen agua del Ebro, han construido grandes infraestructuras en el norte para llevar agua allí. ¿Por qué? "Por la calidad del agua del Ebro. Deberíamos preguntarnos qué ha pasado con el agua del río y los acuíferos todos estos años; están envenenados".

Aretxabala destacó la situación de los acuíferos de Caparroso. “Hasta hace poco, los agricultores sacaban agua de los pozos de allí, pero ya no pueden. En algunas zonas tienen 300 miligramos de nitratos por litro, y el máximo permitido es de 50”. En su opinión, la macrogranja ganadera que hay allí y los desechos que producen los animales tienen un efecto directo en esto. “La hiperindustrialización del sector primario nos ha llevado a esta situación. Hay que cambiar radicalmente el modelo".

Goñi no niega que haya un problema con las emisiones de nitratos de los fertilizantes y la contaminación de los acuíferos en Navarra, pero cree que van camino de solucionarlo. “Ahora, solo se debe usar el agua necesaria, ni una sola gota de agua más. Una mejor gestión del agua también conducirá a una mejor gestión de los fertilizantes".

Iñaki Antigüedad también está preocupado por ello. Pero, según él, la economía circular o el reciclaje también deben tenerse en cuenta en la gestión del agua. Por ejemplo, el uso del agua que se consume en las ciudades, entre otras cosas, para el riego de terrenos. “Aunque hay algunos problemas tecnológicos para que se pueda afinar, es factible. En Álava hay una experiencia así, limitada, pero está dando resultados. Si no pensamos en la gestión del agua de forma circular, el resto de las palabras quedarán vacías”. 
 
Claves para la buena gestión del agua y los ríos
Con Eva Caballero, Alfredo Ollero y Antonio Aretxabala