domingo, 1 de agosto de 2021

YESA Y LA AVIONETA DE JUGUETE A LA QUE SE LE ROMPIÓ EL ALA DERECHA


Tenía unos 9 años cuando me regalaron el juguete que más recuerdo de mi infancia. Era una avioneta con alas de poliestireno ligero y una goma interior que se enrollaba un número determinado de vueltas de hélice y al soltarla giraba en sentido contrario accionándola como un motor. Mi mayor deleite era verla despegar y elevarse por encima de las cosas del pradillo exterior una vez despegaba de la pista que había dibujado en la solera de hormigón con una tiza; así eran los bajos de la casa del pueblo.

Debía tener mucho cuidado de orientar bien aquella justísima salida, pues dos de las columnas que sostenían el primer forjado enmarcaban esa frontera al exterior y no deberían ser objeto de un accidente. Había unos personajes dibujados en las ventanillas que sonreían y parecían divertirse tanto como yo con cada vuelo, les había puesto nombres ingleses, era la moda. A veces, la avioneta tomaba tanto impulso que se salía de la finca y aterrizaba en la de enfrente para sorpresa de las vacas; poco a poco se fueron acostumbrando a los aterrizajes del artefacto, inicialmente iban a curiosear a ver qué era aquella cosa amarilla de alas pálidas, pero pronto supieron que siempre aparecía el pequeño oficial de salvamento corriendo al rescate, enseguida perdieron el interés.
 
La catástrofe

Un día, un mal cálculo en la orientación del despegue y una mala ráfaga consumaron la temida catástrofe. Recuerdo aquel traicionero viento sur del septiembre de Cantabria. Cuando comenzaba la parte más fastuosa de la maniobra de despegue, la puta ráfaga empujó mi idolatrada avioneta contra una de las columnas, con tan mala suerte que seccionó el ala derecha. No sabría explicar mi disgusto y decir el tiempo que estuve llorando, pues supe enseguida que aquello tendría una muy difícil (o nula) solución.

Mi padre, al que debí dar mucha pena —pues rara vez se inmiscuía en los fútiles asuntos de los niños—, me dio una esperanza, disponía de un potente pegamento de dos fases que se mezclaban (Araldite) y que en unas 24 horas obraría el milagro casi sin notarse. No sé si aquella noche pude dormir, la impaciencia me empujaba a acudir una y otra vez a la UCI de las avionetas a inspeccionar y retocar los apoyos (un vaso de Duralex y una caja de puros), me interesaba sobre todo la evolución de la convaleciente en la esperanza de que aquella cicatriz pudiera, al menos, ser maquillada.
 
Resiliencia y Araldite: la segunda catástrofe
 
Al día siguiente, entre nervios y esperanzas, mi avioneta se dispuso a despegar completamente recuperada. El primer despegue recuerdo que fue corto (pocas vueltas de goma) y todo un éxito, sin embargo, aquel niño algo barruntaba. La prudencia no me empujaba a salir con demasiada potencia y me contuve dando la mitad de vueltas a la goma, quizás el primer factor de seguridad que me haya salido del alma.
 
Pronto me vine arriba probando con más vueltas de hélice y varios trucos de maquillaje en la cicatriz —que por cierto, fueron toda una chapuza— para asumir que mi avioneta lisiada llevaría para siempre las marcas de su calamitosa biografía; pese a ello, mi falsa sensación de seguridad era proporcional a la euforia provocada por la tecnología de un pegamento ultramoderno y poderoso que actuaba desde dos fases. La liturgia en la exactitud de aquel mezclado —con una paletita metálica "especial"— de lo que salía por dos tubos, una fase blanca y otra incolora, le daban a mi padre cierto aire de omnipotencia; los niños no podíamos manejar algo tan técnico y avanzado. No tenía nada que ver con el pegamento del cole para el papel o el aromático Supergen para figuritas y zapatos.
 
No pasó mucho tiempo hasta desatar la máxima potencia y volver a verla despegar por encima de los arbustos e incluso volver a elevarse en los cielos como en sus mejores vuelos. Hasta que, en uno de esos vuelos, ya avanzado el despegue, pude observar casi a cámara lenta cómo se desprendía aquella ala herida y forzada; según caía la avioneta con Peter, Molly, Susan y el piloto James, a mí se me caía el mundo. Entonces asumí la realidad: mi avioneta y sus pasajeros pasarían el resto de su vida como un adorno en la estantería de mi habitación. Y así fue.

Mi juguete favorito, con un solo ala funcional y la otra pobremente pegada, seguía siendo una avioneta, pero ya no servía para volar, era un adorno más en la estantería, entre los restos de algún Madelman venido a menos y la excavadora de plástico con la que jugaba en la arena.
 
Y en la era del Loctite...
 
En Yesa ya han pasado más de dos décadas de obras (2001-2021, cuando la fecha de entrega era 2009) y se ha cuadruplicado el presupuesto a pesar de las advertencias dadas por el Tribunal de Cuentas (ver figura 3). Y es que al recrecer la presa de Yesa como un proyecto especulativo más, sin que se vislumbrara ningún interés general, como rubricó el citado Tribunal en 2018, al igual que a mi avioneta de juguete, se le rompió el ala derecha (hegala en euskera también se utiliza para ladera) y a pesar de los distintos Araldite de estos años y los maquillajes físicos y publicitarios, la cicatriz ya no se puede maquillar, aún sigue ahí y ahora es algo parecido a un enorme cráter excavado sobre un glaciar a la deriva (figuras 1 y 2).

Las presas funcionan porque las dos alas (derecha e izquierda) permiten sostenerlas, al igual que el aire a mi avioneta. El ala derecha de Yesa está rota (figuras 1, 2 y 3) y de la izquierda poco sabemos, quizás también quedó tocada tras el enorme deslizamiento de 2006 que se ocultó hasta que el diario El Mundo lo sacó a la luz y comenzaron a saltar las alarmas.

Tras la catástrofe de 2013 (figura 3) el ala derecha quedó hecha añicos por varias fracturas, dos de ellas determinantes. Como con la primera catástrofe de mi avioneta, se dieron cita acontecimientos naturales desfavorables (unas lluvias muy intensas) con un mal cálculo del último despegue (300 metros de excavación bajo la propia ladera), el proyecto quedó para estantería. Los responsables han roto el juguete y lo saben, ahora buscan a un papá que disponga de una nueva versión —siglo XXI— de aquel pegamento de dos fases o, en su caso, una suerte de Loctite que pueda pegar lo que lleva ya nueve años triturándose a un ritmo de entre algo menos de 2 y unos 4 milímetros al mes.
 
Pero la mala noticia es que no disponemos de una tecnología que, como le ocurrió en la segunda catástrofe a mi avioneta, garantizara un pegado seguro. Y menos aún a 60 y 120 metros de profundidad, donde se encuentran la superficie principal de rotura (SPR) y la superficie inferior de rotura (SIR) respectivamente. Hay una importante diferencia: mi avioneta apenas asustó a unas vacas, a Yesa se le ha forzado a convertirse en una bomba de relojería que amenaza a miles de personas.

Ese año Papa Noel (en mi casa nos daban los juguetes en Noche Buena para poder disfrutar más tiempo) me trajo un avión más grande y robusto. Mi avioneta amarilla pasó a la historia.
 
 
Figura 1. Evolución histórica entre 2008 y 2020 de la ladera derecha que sustentaba las urbanizaciones Lasaitasuna (izquierda) y Mirador de Yesa (derecha) aún en construcción en 2008. En 2016 se han retirado de la montaña unos 1,5 millones de metros cúbicos de roca para intentar frenar el movimiento (una solución tan conocida como pasajera). Las urbanizaciones arruinadas fueron forzosamente expropiadas y demolidas (2020) como se puede ver en la última fotografía; hoy esa misma zona que ocupaban ambas urbanizaciones (2021) ha sido excavada para eliminar más peso que pueda frenar la ladera que ha ralentizado su movimiento hasta unos 2-4 mm/mes; en el verano de 2013, según el entonces consejero de Obras Públicas del Gobierno de Navarra, "estaba absolutamente parada"
 
 
Figura 2. Situación en 2013 (derecha) tras el movimiento de toda la montaña de unos 30 cm; se señala donde se produciría en octubre de 2014 un típico deslizamiento superficial de unos 30.000 m³ (afortunadamente a unos 70 m de la vieja presa y que entonces analizamos aquí). En julio de 2021 (fotos de la izquierda) se ve que las urbanizaciones ya han sido demolidas y retiradas, además de los terrenos bajo ellas y las infraestructuras que se reconstruyeron entre 2013 y 2014 en la esperanza de que algún día los vecinos pudieran volver a sus ruinas. Este incómodo tema del desmesurado gasto en arreglos de infraestructuras para posteriormente ser demolidas y retiradas lo analizamos en este informe en la página 53. Los deslizamientos superficiales, como los de 2014, 2019 y 2020, acordes con las condiciones globales de falta de estabilidad, se siguen produciendo de cuando en cuando, también en 2021 (se puede ver en la foto de 2021 bajo la de 2014 que guardan las mismas características). Además, aparecen varios lóbulos que se activan cada cierto tiempo entre 0 y unos 20 m de profundidad; se han contabilizado más de una decena de ellos por encima de la Superficie Inferior de Rotura (SIR) y de la Superficie Principal de Rotura (SPR), tal y como podemos consultar en la página 7 del citado informe.
 
 
Figura 3. Evolución histórica media del Factor de Seguridad (FS) global de la ladera derecha de Yesa (en rojo) según informes geológicos y geotécnicos de diferentes épocas de varias universidades y de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) y del presupuesto (en verde) extraídos del BOE y Tribunal de Cuentas. La denominada "Catástrofe de 2013" supone la caída del FS a valores oscilantes con las condiciones climáticas y sísmicas; en cualquier caso, difícilmente recuperables y ya para siempre cercanos a la unidad FS ≤ 1. Una sencilla explicación del significado y trascendencia de FS ≤ 1 se puede ver en los vídeos de abajo, el primero en la comparecencia del profesor D. Tomás Morales en el Parlamento de Navarra (vídeo 1) y el siguiente (vídeo 2) en la jornada de presentación del informe "Estudio de evaluación y seguimiento de la ladera derecha de Yesa" de la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA) a partir del minuto 15':50''. 
 
Vídeo 1. El profesor D. Tomás Morales de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) explica a sus señorías, en menos de un minuto en el Parlamento de Navarra, el estado de la ladera derecha de Yesa con FS ≤ 1 y su significado en el ámbito del concepto de "equilibrio estricto" (utilizado de manera equivocada por el Gobierno de Navarra y sus representantes); es la comparecencia técnica de presentación del informe de la estabilidad de la ladera derecha de Yesa ante los grupos parlamentarios en noviembre de 2020.
 

Vídeo 2. Jornada presentación informe "Estudio de evaluación y seguimiento de la ladera derecha de Yesa" de la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA) con Pedro Arrojo, Relator Especial de lo ONU por el Derecho al Agua


Vídeo 3. Deslizamientos del terreno en Renania, Alemania, provocados por las lluvias históricas del verano de 2021. Según varios autores y de manera preliminar, estas lluvias tendrían períodos de retorno de entre 500 y 1000 años en condiciones que no considerasen el efecto del cambio climático.

Vídeo 4. En 20 segundos se resume lo que dicen desde el PSN-PSOE (a través del parlamentario Javier Lecumberri) que sustenta al Gobierno de Navarra, sobre el informe del propio Gobierno de Navarra y lo que dice el profesor Tomás Morales de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) sobre la estabilidad de la ladera derecha de Yesa. Obsérvese que para el político "las laderas" son estables, mientras que para el científico la ladera derecha de Yesa es inestable.
 
Vídeo 5. Un gran problema contribuyó a que Yesa acabase siendo una bomba de relojería y un agujero sin fondo de dinero público: la existencia de dos canales de comunicación, uno oficial y otro velado o más bien censurado. El primero es el político-mediático, insistiendo en un machacón e infundado "Yesa es estable y tenemos que tener un cierto nivel de tranquilidad", al que tras más de 20 años de parches incapaces de frenar los imprevisibles movimientos sucedidos, coser cicatrices y grietas, reparar los daños ocasionados, etc., con partidas presupuestarias interminables, ya no le queda recorrido, y otro, el debate científico y técnico que siempre culmina en aceptar y asumir que la ladera "es inestable y tras la catástrofe de 2013 ya no queda margen de seguridad". A este último debate nunca se le permitió salir de los gabinetes y oficinas de ingeniería si no era para acusar a los científicos de alarmistas o de hacer demagogia, algo que, durante estos años, han estado replicando la mayoría de los medios de comunicación. En un par de minutos de vídeo se resumen las más de dos décadas de palos de ciego que finalmente, han supuesto un desastre para las arcas públicas y dejan una bomba de relojería sobre la ciudad de Sangüesa. Políticos y científicos, hablan, en ocasiones y después del otoño de 2019, de un mismo informe, el del Gobierno de Navarra encargado a una empresa especializada y a expertos de dos universidades: Cataluña y Nápoles. Desde ese año, las certezas en cuanto a la falta de estabilidad son ineludibles. El debate científico ha terminado. El debate político-mediático continúa. Este aspecto es tratado en el siguiente estudio en el punto 12.2 en la página 51.

Informe "Estudio de evaluación y seguimiento de la ladera derecha de Yesa" de la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA)

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