martes, 14 de mayo de 2019

INDIVIDUALISMO FOSILISTA Y POBREZA: LAS DOS CARAS DE LA RUPTURA CIRCULAR

Los impactos de las decisiones relacionadas con el agua traspasan fronteras y nos afectan a todos. Son las decisiones actualmente más importantes para garantizar la estabilidad. La mejora de la gestión de recursos hídricos y del acceso seguro al agua y al saneamiento para todos, es fundamental para erradicar la pobreza. Es el único itinerario posible, necesario pero no suficiente, para construir sociedades prósperas y pacíficas. 

"El dinero piensa; el dinero dirige: tal es el estado de las culturas decadentes". Oswald Spengler (1880-1936).

Queridos seguidores, hace años venimos dando pautas sobre la recuperación de las comunidades que han sido azotadas por catástrofes naturales o creadas por nosotros. También con el tiempo este blog se erigió como una modesta referencia en la actividad de la prevención, a veces muy a pesar de grandes poderes políticos y empresariales que perciben nuestras advertencias como un peligro para sus lucrativos negocios basados en lo que se denominó el "capitalismo de amiguetes" que es todo lo contrario al libre mercado o al liberalismo que pregonan. En este artículo veremos que los tres últimos informes de la FAO, Save the Children y UNESCO apuntan a lo que hace algo más de un año adelantamos como un diagnóstico insalvable en las actuales condiciones de crecimiento ineconómico.

1. La recuperación económica

En realidad lo vivido desde hace ya más de una década en el mundo tras la denominada globalización, también en España y nuestras CC.AA., incluida esta especial Navarra, es una estafa al contribuyente al que por mucho que se empeñe por la fuerza de sus votos —en intentar procurarse un medio físico y cultural más seguro y justo— se le obliga desde los grandes poderes a vivir un sofisticado "comunismo" de lo más radical.

A la hora de ser equitativos se cuenta con él para pagar la miseria que se va generalizando con las grandes pérdidas (rescate a los bancos, autopistas, Castor, Yesa, AVE...) generadas por proyectos insostenibles o abocados a la ruina desde su inicio. Obviamente el mecanismo es la socialización de las pérdidas.

Además nos vemos obligados a ser expulsados de los beneficios de las grandes empresas públicas que funcionaron bajo gestiones razonables y honradas (que las hubo). También los resultados de las apuestas exitosas en investigación pagadas por todos a través de la subvención o la adecuación de apuestas colectivas brillantes en sectores como el turismo, la cultura o la innovación hoy son aprovechadas para el lucro de unos pocos. Éstos impulsaron o articularon leyes con objeto de revertir el proceso público y quedarse con las gallinas de los huevos de oro, las cuales una vez estrujadas, vuelven a ser rescatadas por la ciudadanía.

Así se puede resumir el avance de la economía europea y española de los últimos tiempos, algo que continúa por los mismos derroteros. Pero ahora la cosa va a más. La denominada "recuperación económica española" de la que se comenzó a hablar por 2012 ha consistido en lo arriba expuesto pero con una agudeza sin precedentes. En realidad ha consistido y consiste en un flujo de recursos que ha ido desde las capas más humildes hacia unas pocas manos en lo que expusimos hace poco más de un año como un camino muy bien trazado hacia una economía de subsistencia (un aumento del PIB de las empresas a costa de mayor pobreza institucionalizada). Entonces ya hacíamos comparaciones sobre la riqueza de tres personas: Amancio Ortega, presidente de Inditex, su hija y Juan Roig, presidente de Mercadona, poseedores de tanta riqueza como los 15 millones de españoles (el 30% de los ciudadanos o una población como la de Madrid y Cataluña juntas) que viven en condiciones de pobreza.

2. Uno de cada tres niños españoles es pobre

Esta semana hemos conocido gracias a Save de Children que el declive no sólo no se ataja, no hay una voluntad política ni tampoco colectiva por parar este problema estructural, sino que la tendencia es a ir agudizándose como advertimos aquí cuando quisimos mostrar desde una visión holística el origen innegociable de la escasez de recursos que está minando nuestra última organización social ya en una caída muy peligrosa: el capitalismo fosilista. Si en el año 2004 uno de cada 10 menores pobres estaba en situación de pobreza severa (10,5%), en el año 2017 el porcentaje subió hasta el 15%, una tendencia "creciente e impermeable” (Save the Children). El dato se duplica ante el riesgo de pobreza o exclusión social, siendo en Europa sólo Rumanía y Bulgaria las que muestran peores índices.


En el último informe de Save the Children leemos cosas así.
Actualmente uno de cada tres niños en España está en riesgo de pobreza o exclusión social. La infancia de nuestro país es el colectivo que más está sufriendo las consecuencias de una crisis que nunca va a acabar en un marco de economía basada en el crecimiento ineconómico y en los recortes en la inversión social para beneficio de las grandes corporaciones que pagamos todas. Como insistimos en este blog la educación es la herramienta más poderosa para romper el ciclo de transmisión de la pobreza de padres a hijos.

Garantizar el éxito escolar de los niños y niñas en riesgo de pobreza o exclusión social es la mejor estrategia para asegurar su desarrollo. Además, deberemos trabajar con todas nuestras energías en programas y acciones de sensibilización contra la violencia hacia los menores, una asignatura pendiente que se ha estado tapando durante décadas y que ahora irremisiblemente está saliendo a la luz de manera bastante desagradable con datos tan escandalosos como que una de cada dos denuncias por abusos o agresiones sexuales corresponde a menores de edad.

3. Soluciones individuales y globales

Por si era poco, en España hay un total de 1,8 millones de hogares monoparentales, de los cuales la gran mayoría (82%) están encabezados por una mujer, conforme a los últimos datos de la Encuesta Continua de Hogares del Instituto Nacional de Estadística (INE). Las acciones individuales cuentan (tu voto, tu distribuidora de energía, el tipo de comercio que usas, el transporte...), pero no son nada en comparación a los movimientos internacionales que apuestan por el beneficio a corto plazo que ya conlleva el ecocidio generalizado (cambio climático, hundimiento de sectores al completo, guerras por el petróleo, el gas o el uranio, exportación de desechos, vertidos tóxicos, plástico, agricultura intensiva, aniquilación de millones de especies...) arrasando países enteros para mantener un cierto estatus de las élites de nuestros países occidentales, las cuales necesitan de nuestro consumo desaforado, pero como vemos el deterioro planetario se agudiza, la pobreza se expande, las diferencias entre grandes masas pobres y la concentración de la riqueza en pocas manos se convierten en un abismo insalvable.

La fuerza de la comunidad es ahora la única herramienta de la que disponemos los ciudadanos para revertir el proceso al que nos están arrastrando; y su mayor exponente es el consumo irresponsable. Es necesario que este discurso que nace "por abajo" y se extiende a duras penas en el mismo estrato pueda dar un salto para alcanzar un nivel superior y que sea debatido entre nuestros dirigentes. Nuestros niños aún no son conscientes de que somos la primera generación que les está dejando un mundo peor, más pobre, más tóxico, más inseguro física y moralmente, con un caos climático que tendremos que afrontar mientras nos dan la mano, confian ciegamente en quienes les trajimos de manera consciente a esta situación sin precedentes, y además  lo hemos hecho con unas arcas vacías y endeudadas como nunca antes se vio.

Y digámoslo alto y claro: revertir la situación será muy difícil, supone renuncia, supone asumir que los niveles patológicos de consumo y derroche no eran lo normal y eran dañinos para todas, no eran sino una enfermedad oportunista, una patología que fue posible temporalmente porque los insumos energéticos propiciados por los combustibles fósiles hicieron posible apuntalar una anomalía evolutiva: el individualismo desorbitado. Ahora éste se ha convertido en algo normal y acarrea otra enfermedad más: el desgarro ético o moral.

4. El individualismo también es fosilista. Angustia, depresión, vileza... 

Hasta la irrupción y generalización de la sociedad capitalista basada en la quema de combustibles fósiles, en algunos lugares del planeta como en el que vivimos, las esferas primigenias que definen la vida humana como los objetivos (voluntad), cultura (pensar) y la afectividad (sentir) solían entrelazarse a nivel de individuo, familia, comunidad, Estado, marcando una relación armónica acorde con un bagaje cultural o espiritual basado en una relación circular y sostenible con la dinámica geológica y planetaria: las fuentes de energía, principalmente animal, biomasa, sol y viento entraban y salían del mismo lugar tras ser aprovechadas.

La irrupción de los combustibles fósiles hace unos dos siglos rompe la relación circular con la Tierra desde que el ser humano la habita, aporta energía no renovable que se disipa en una sola dirección: de disponible a no disponible, por lo que para seguir aumentando su disponibilidad es necesaria una explotación cada vez más costosa de los recursos, y esto es así hasta que llega un momento en que la inversión supera al beneficio (TRE menguante, deuda, ineconomía).

Paralelamente la ruptura de la relación circular con su entorno se extiende a sus semejantes, de esta manera se rompe la relación circular con la comunidad, sin referencia colectiva también puede ser sometida a ruptura y en la mayoría de los casos, se hace. El egotismo moderno le debe mucho a las fuentes de energía no renovables. Las relaciones de cooperación suponen una enérgica fusión de objetivos (voluntad), afectividad y cultura colectivas bien reconocidas. Sin embargo, ya en sociedades bastante avanzadas del pasado, el caso de un desfase en alguno de ellos se describió como patológico, apareciendo durante la historia el estudio psicológico y psiquiátrico cuyo objeto a investigar era la disociación de alguna de las tres dimensiones humanas: pensar, sentir y querer.

Las esferas del pensar, del sentir y de la voluntad se enfocaron desde la ruptura con la economía circular previa a la irrupción fosilista hacia objetivos dispares, de tal manera que lo que antes se consideraba una enfermedad hoy es lo más habitual. El individuo occidental moderno piensa de una manera, actúa o proyecta sus ideales y su vida hacia la contraria y finalmente su afectividad desgarrada y fuera de la órbita de sus acompañantes naturales se convierte en angustia, depresión, insomnio, nerviosismo, vileza o frustración, tras ellas un elenco de nuevas descripciones comenzaron a arroparse de nombres para denominar a las nuevas patologías, algunas tan extendidas que se cronifican.

La vida utilitarista supone nuestro analfabetismo afectivo por necesidad, la imposibilidad de detectar el origen de la disarmonía agudiza el problema. Nos acompañan unos medios de comunicación en manos de quienes desean un mundo así de desgarrado, hijos también del individualismo fosilista, crecen a costa de masas impulsando el consumo desaforado como remedio a la frustración, a la depresión, a la angustia.

El poseer es el nuevo bálsamo instaurado, pero desafortunadamente para la gran mayoría sus efectos duran muy poco. Nos hemos acostumbrado a ello e incluso algunos hemos nacido en esta atmósfera, y hoy asumir por enésima vez nuestro papel en el deterioro de la salud de los ecosistemas, la aniquilación de la vida, el envenenamiento del medio que garantiza nuestra propia existencia o el incremento de la pobreza infantil nos es prácticamente indiferente o directamente matamos al mensajero que ose recordarnos la cruda realidad.

Y aquí está el problema del ser humano de una sociedad materialista en declive: no quiere asumir la lógica del propio declive y se aferra con pasión, entrega y devoción, ¡e incluso fanatismo!, a soluciones nacidas en el seno de lo que le ha llevado a su situación de desgarro normalizado y que le prometen poder seguir acumulando bienes materiales en detrimento de sus arcas más importantes vacías: su cultura y su afectividad. Porque si pusiera a punto sus objetivos (voluntad) en procurarse esa cultura tanto intelectual como afectiva, se daría cuenta de que el individualismo fosilista que le alimentó además de tener los días contados era el auténtico verdugo de su desgracia, la de sus hijos, sus tortuosas relaciones, las del planeta...

La implantación de energías renovables por necesidad (el petróleo es cada vez más costoso de extraer y de peor calidad, además de los problemas ambientales que acarrea) vuelve a empujar al ser humano a una relación circular con la geología del planeta y su dinámica. Por tanto el entrelazado natural de las tres dimensiones humanas; pensar, sentir y querer vuelven a orbitar con mayor armonía. Así los individuos incapaces de cooperar y trabajar por el grupo, sea por epigenética o por supervivencia. ¿Podrá seguir aumentando el individualismo en un mundo con cada vez menos aporte de trabajo desviado a los combustibles fósiles? O en su caso la pregunta sería: ¿Para garantizar la continuidad del ser humano sobre el planeta, el papel del amor, la admiración, la colaboración…, es secundario y sustituible, o es algo primordial?

Creo, como tantos otros científicos y humanistas que seguimos de cerca e inmersos en el colapso de la civilización capitalista, que sí existe una selección natural como la que Lynn Margulis describió desde las primeras bacterias colaborativas y dieron lugar a toda la evolución. La históricamente reciente visión darwiniana transmutada a fascista, que pregona que el fuerte se come al débil, sería una visión anómala, está íntimamente ligada al homo industrialis y proyecta su sombra sobre el homo tecnologicus que no parece tenga mucho futuro sin la energía fósil. El ADN de la colaboración está en la base de la evolución de todas las especies. El ser humano no se escapa a ello.

Lynnn Margulis (1938-2011) insistió en razonar sus ideas científicas en un marco sociopolítico, las teorías de Darwin o el marco neodarwinista fueron criticados por ella y sus discípulos, escogió así no ceñirse al marco de la discusión científica y extrapolar sus observaciones al plano político y social. Probablemente por eso no recibió el premio Nobel al que varias veces fue propuesta. Ver apartado 3 de este artículo en Revista 15/15`\15: https://www.15-15-15.org/webzine/2016/09/30/grandes-infraestructuras-bombas-de-relojeria-y-sociedad-colaborativa/

5. No hacer nada

La pobreza material que poco a poco nos inunda llegará a besarnos también a quienes creemos estar a salvo. Las excusas para no hacer nada y las justificaciones para aferrarse a estilos de vida que el planeta no pudo ni ya puede soportar han proliferado a ritmo de deuda, esquilmando grandes áreas del planeta y empobreciendo a millones de seres humanos, tanto en los lugares de origen de los recursos que anhelamos, como en casa. Nuestro estilo de vida derrochador y basado en la subvención de los combustibles fósiles se esfuma. Siempre hay excusas para sospechar de movimientos organizados que pueden ser fagocitados en beneficio de un Green New Deal a medida de las élites.

La descomplejización, desjerarquización, descentralización y desglobalización ya han comenzado, lo centralista está en declive o se impone por la fuerza con un costo inasumible por las periferias. Los Estados ya no luchan tanto entre ellos como en las guerras de antaño, sino contra sus ciudadanos y las comunidades autogestionadas, las cuales son más económicas y sostenibles si quieren garantizar una vida mínimamente digna a sus componentes. Esta realidad acarrea una cierta tristeza, ya que las manifestaciones de este fenómeno que podríamos calificar de natural o lógico, se muestran de muchas maneras, desde las redes de autogestión y consumo responsable hasta los impulsos nacionalistas y separatistas en auge. En cualquier caso toda ruptura con antiguos órdenes que agonizan aportan su trauma, la única manera de conducirlos es haciendo diagnósticos acertados, y éstos necesitan análisis globales y locales por igual, además de mucha flexibilidad y cultura.

Tras tantos años de prosperidad anunciada, acreditada y celebrada, el 20% de la población sigue pasando hambre, unas 20 personas mueren cada minuto porque no tienen nada que comer y la pobreza en el mundo sigue creciendo. Por ejemplo, la mejora de la gestión de recursos hídricos y del acceso seguro al agua y al saneamiento para todos es fundamental para erradicar la pobreza, construir sociedades prósperas y pacíficas. El "informe mundial sobre Desarrollo de los Recursos Hídricos 2019. No dejar a nadie atrás" advierte que de mantenerse el ritmo actual de degradación del medio ambiente natural y presiones insostenibles sobre los recursos hídricos mundiales estará en riesgo para 2050 el 45% del PIB global, el 52% de la población mundial y el 40% de la producción de cereales. España se encuentra en una situación de vulnerabilidad notable puesto que las políticas hídricas en el país más afectado —por la desertización debida al cambio climático— de Europa siguen siendo nefastas.

Los movimientos ecologistas siempre jugaron a que el futuro todavía dejaba un cierto margen de acción y si su presencia en las propias organizaciones ecologistas es homeopática, en los grupos dirigentes ahora está por debajo del número de Avogadro. La izquierda también ha abrazado el discurso del crecimiento como la única posibilidad de acabar con el hambre, la pobreza, el paro o la desigualdad, a pesar de haber sido su padre. Ni siquiera se ha dado cuenta de que crecer ya sólo es posible de manera ineconómica.


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