jueves, 31 de octubre de 2024

INUNDACIONES EN VALENCIA, ESPAÑA: EL CALENTAMIENTO DEL MEDITERRÁNEO ES DINAMITA

 

PUBLICADO EN LE MONDE: 

EN FRANCÉS, EN INGLÉS


Queridas y queridos lectores, desde la frialdad de los análisis científicos tras cada catástrofe, sirvan las presentes reflexiones para, lo primero, enviar toda nuestra solidaridad y apoyo a los familiares de las personas que han dejado la vida tras las inundaciones de Valencia, Castilla-La Mancha y Andalucía, así como a todas las personas afectadas. Y segundo, reflexionar sobre lo ocurrido para no volver a caer en los mismos errores, no sólo en esas comunidades, pues cualquiera podemos vernos inmersos en una situación similar, sino en todas las que vamos aprendiendo e interiorizando que muchas de las fórmulas de control del pasado ya no funcionan, pues ahora vivimos en otro planeta.

La retirada estratégica surge una vez más como la única solución, por radical (de raíz), que ataja el problema y que, con Sandrine Morel, comentamos al final de la entrevista en Le Monde. Muchos Estados de los que llamamos avanzados, como algunos de los EE.UU. o de Europa, entre los que se encuentra su país, Francia, ya han puesto en marcha compensaciones y políticas de retirada estratégica, y no como una derrota, sino como la mejor herramienta para garantizar el bienestar y la tranquilidad de sus comunidades, retirándonos de aquellas áreas que conquistamos de manera irreflexiva e irracional por favorecer intereses especulativos, exponiendo a miles de personas a amenazas cada vez más violentas. Incluso aquí en Navarra, tímidamente comenzamos a comprender que devolver al río su territorio es la única solución para garantizar la seguridad ante la oleada de eventos extremos que tan solo acaba de comenzar.

Paz y Bien

Antonio Aretxabala

Pamplona, 31 de octubre de 2024

Inundaciones en Valencia, España: el calentamiento del Mediterráneo es dinamita

El aumento de las temperaturas del mar Mediterráneo y la urbanización generalizada de las zonas inundables de la Comunidad Valenciana explican la magnitud de los daños causados ​​por el episodio de “gota fría” o DANA registrado en la Comunidad Valenciana el martes 29 de octubre, según Antonio Aretxabala, doctor en geología de la Universidad de Zaragoza y experto en catástrofes naturales.

Las lluvias torrenciales y las inundaciones no son nada nuevo en el sureste español, pero parecen cada vez más destructivas.

La temperatura del mar Mediterráneo sigue aumentando debido al calentamiento global. Este verano volvió a batir récords. Por tanto, la atmósfera es más cálida y está llena de vapor de agua. Sin embargo, cuando el viento del Levante, procedente del Mediterráneo, cálido y húmedo, se encuentra con una depresión aislada de aire frío procedente de gran altura, una lengua de aire frío procedente del Polo Norte, como ocurrió el martes, se denomina DANA o “gota fría”, esto provoca lluvias torrenciales. Un fenómeno meteorológico tanto más extremo cuanto que el aire se carga con millones de toneladas de agua debido al aumento de las temperaturas. Así, en los alrededores de Valencia, durante más de ocho horas, cayeron cerca de 500 litros por metro cuadrado, lo que lo hace excepcional por su intensidad. Esto corresponde a un año de lluvias normales en el noreste de España.

Francia y Europa central también han experimentado importantes inundaciones en las últimas semanas. ¿Estamos hablando del mismo fenómeno?

En todos estos casos, el calentamiento del Mediterráneo es dinamita. Cuanto más aumentan las temperaturas, más vapor de agua se llena la atmósfera. Y cuanto más pequeña es la diferencia de energía entre el Polo Norte y el Ecuador, más corrientes de aire frío tienden a separarse, deambular, ondularse y llegar cada vez más al sur. Estos fenómenos meteorológicos extremos seguirán aumentando porque estamos viviendo las consecuencias reales del cambio climático.

Al mismo tiempo, venimos de una situación de grave sequía prolongada en la ribera mediterránea española. ¿Existe un vínculo entre estos dos fenómenos?

De la misma manera que las lenguas de aire frío se mueven cada vez más al sur, las masas de aire cálido se mueven cada vez más al norte. Con el cambio climático, cada vez hay más episodios extremos: las sequías son más largas, las precipitaciones son más violentas. Es una especie de caos climático y eso no es ninguna sorpresa. Los científicos llevamos 30 años dando la alarma.

Los daños en Valencia son especialmente graves. ¿Cómo lo explicas?

España es el país con más presas en relación a su superficie. Esto creó una falsa sensación de seguridad, en torno a la idea de que podríamos controlar las inundaciones, absorber el exceso de lluvia y verterlo gradualmente en los canales de descarga, sin riesgo. Desde los años 50 y 60 construimos en zonas inundables, muy cercanas a los ríos, y vertimos hormigón en todas direcciones, lo que provocó la pérdida de permeabilidad del suelo. En la región de Valencia, en particular, las llanuras aluviales han estado muy urbanizadas. Sin embargo, presas y ramblas (canales naturales de evacuación de cursos de agua) no son suficientes para hacer frente a caudales como el que hemos visto estos días.

En su opinión, es probable que este tipo de episodios se repitan...

Sí. De hecho, sólo hay una solución, la retirada estratégica: compensar a las personas que viven en estas zonas inundables y encontrarles alojamiento en otro lugar, para corregir los errores que cometimos en el pasado. No se trata de pensar que hemos perdido la guerra contra la naturaleza, como algunos la presentan, sino de buscar una forma de vivir en simbiosis con ella. Esto requiere tiempo y dinero, pero si no queremos seguir perdiendo vidas y gastando millones de euros sin parar en reconstruir lo destruido, no hay otra solución...  

Sandrine MOREL

Portada del sábado 2 de noviembre de 2024

 En Radio Euskadi Inundaciones. El calentamiento del Mediterráneo es dinamita

miércoles, 2 de octubre de 2024

ESTUDIOS SOBRE EL ANTROPOCENO, CON EVA CABALLERO Y ALEJANDRO CEARRETA

 

 
Queridas y queridos lectores, dado que ya hemos sobrepasado seis limites de los nueve investigados que pueden provocar una catástrofe global, el sistema Tierra no será seguro si no es también justo. Es la aportación menos tenida en cuenta por el ecosistema político-empresarial de este final del capitalismo fosilista en declive irreversible e innegociable.
 
La justicia entre los seres humanos, con el resto de los seres vivos, con las futuras generaciones, sería el primer paso para poder transitar hacia un futuro que, sin poder enderezar ya muchos de los puntos superados (y si ponemos buen empeño, podemos superar los nueve límites o puntos de no retorno), podría garantizar un tránsito basado en la paz porque considera la propia vida por encima del beneficio económico y el crecimiento del PIB. Parámetro que ya puede ser definido como una medida de la destrucción de las bases que garantizan la vida y de la desposesión de las comunidades.
 
Ya no queda ni un solo lugar en el mundo donde no haya llegado algún contaminante persistente. Hubo lugares que tuvieron que ser abandonados al convertirlos en áreas invivibles. Algunos de ellos inspiraron itinerarios para revertir esta tendencia suicida, como los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) o Agenda 2015-2030, pero pasado el ecuador de 2023, vemos que no sólo no se revirtió, sino que el problema se extiende y amplifica. Las guerras por los recursos se intensifican y la dispersión de partículas tóxicas y contaminantes va tomando nuevos vehículos de expansión, como ríos, plantas, animales y nuestros propios cuerpos.

La explosión casi simultánea de huellas antrópicas en todas las regiones a partir de la década de 1950 no se observa en muestras de los estratos anteriores a los de mediados del siglo XX. Aunque se rechazó el Antropoceno como unidad de tiempo geológico el pasado mes de marzo, vale la pena señalar que, a diferencia de los estratos anteriores del Holoceno (última era caracterizada por un clima y dinámicas geológicas, químicas y biológicas estables que favorecieron la civilización), la rápida proliferación de desechos con sus huellas antropogénicas en todas las regiones del globo sólo puede reconocerse en los estratos posteriores a la década de 1950. El repunte del plutonio, por ejemplo, es una señal estratigráfica apropiada para indicar el inicio de una época diferente al Holoceno. Pero algo así asusta a quienes deben reconocer que aquellas dinámicas estables ya no gobiernan solas.

Además, las explosiones anómalas y sincrónicas de huellas antrópicas en todo el mundo en la década de 1950, y los posteriores eventos geológicamente irreversibles y sin precedentes, representan fenómenos que no podrían haber ocurrido en condiciones del Holoceno, donde los impactos humanos no fueron dominantes en el sistema Tierra. Esto sugiere que las influencias humanas comenzaron a rivalizar con muchas fuerzas naturales que impulsaban los procesos y ciclos perturbando buena parte de la estructura y el funcionamiento del sistema terrestre en la década de 1950. Estas observaciones recogidas en el reciente trabajo Toward defining the Anthropocene onset using a rapid increase in anthropogenic fingerprints in global geological archives (Kuwae, M. et al. 2024) se alinean con las investigadas por Crutzen y Steffen (2000, 2004) como el inicio de una época distinta del Holoceno.
 
Paz y Bien
Antonio Aretxabala
Pamplona, 2 de octubre de 2024
 
 
¿Cuándo la dinámica estable del Holoceno dejó de ser dominante?
 
Uno de los problemas pendientes con respecto al Antropoceno es la falta de evidencia estratigráfica que indique cuándo la presión humana acumulada desde principios del Holoceno comenzó a cambiar fundamentalmente el sistema terrestre. En este vídeo extraído del programa de La Mecánica del Caracol de Radio Euskadi, Eva Caballero, Alejandro Cearreta y Antonio Aretxabala, que participaron el pasado abril en una jornada sobre la calificación de la nueva era geológica organizada por el Colegio de Geólogos del País Vasco, debaten sobre la posibilidad de adjudicarle una fecha de inicio y por qué los estudios más esmerados y escrupulosos indican como fecha destacable el año 1952.
 
Estudios sobre el Antropoceno.
Eva Caballero, Alejandro Cearreta y Antonio Aretxabala.
Radio Euskadi
 
 
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lunes, 30 de septiembre de 2024

GESTOS, AGUA Y RELOJES DE ARENA

 PUBLICADO EN VARIOS MEDIOS

 
Queridas y queridos lectores, Julen Rekondo y un servidor conocimos desde los medios publicitarios del Gobierno de Navarra y los medios de comunicación habituales que se hicieron eco (la mayoría en prensa, radio y televisión), la "brillante" iniciativa del Gobierno de Navarra de regalar 24.000 relojes a 36 municipios para reducir el tiempo de ducha a cuatro minutos. Concluye la iniciativa que si todas las personas que habitamos en la Comunidad Foral de Navarra nos duchásemos en esos cuatro minutos, se ahorrarían hasta 24 piscinas olímpicas de agua.
 
Nos parece un gesto estupendo, pero la pregunta es: ¿Exactamente por qué y para qué se apela a la ciudadanía que ya ha hecho sus deberes habiendo reducido el consumo a la mitad en dos décadas y ya apenas supone el 12% del consumo total con 112 litros por persona al día, una de las más bajas del Estado? Sabemos que el gran derroche (más del 80%) corresponde al regadío para agricultura intensiva y ganadería industrial que, encima, aspiran a aumentar aún más sus hectáreas de riego y explotaciones contaminantes, incrementando sus impactos y los graves peligros de sostenibilidad, continuidad, toxicidad y, en definitiva, la salud del medio que garantiza la vida de las criaturas que habitan pueblos, ciudades y ecosistemas, incluidas las personas. Y no, para ellos no hay relojes de arena.

Paz y Bien
Antonio Aretxabala
Pamplona, 30 de septiembre de 2024

Gestos, agua y relojes de arena

Los gestos absurdos en política son una constante en la historia. Lo más probable es que sigan así en el futuro, por lo que seguirán siendo objeto de críticas y burlas. Muchos parten de bases razonables, especialmente si están enfocadas a reducir el consumo desaforado de recursos que está devorando, envenenando y destruyendo la biosfera, precisamente el medio que garantiza nuestra existencia, pero se vuelven ridículas y burlescas si se quedan en un mero maquillaje que intenta ocultar y no atajar el problema. Entonces el esperpento está servido.

Sabemos que la situación ecológica e hídrica es tan crítica que una ciudadanía responsable no puede tolerar más "la acumulación de vapor dentro de un sistema cerrado" como afirma el profesor Will Steffen a lo que añade que “sin una acción política y de base audaz, es probable que veamos cada vez más explosiones de disturbios civiles a medida que las cosas siguen deteriorándose”. Algunos de los puntos de inflexión o tipping points han sido sobrepasados —y ya son 9 de 15—, con uno de ellos, el cambio climático, siendo muy grave, aunque no el que más (Climate tipping points, too risky to bet against. Lenton, M, et al. Nature, 2020).

El ODS16

Así que si no se va a la raíz del problema y nos quedamos en medidas tan disparatadas o ridículas como grotescas, no nos quejemos cuando la confianza en nuestras instituciones siga en caída libre, contradiciendo uno de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible de la ONU (Agenda 2030) como es el objetivo 16 o ODS16: “Paz, Justicia e instituciones sólidas” que pretendiendo facilitar el acceso a la justicia y crear instituciones eficaces, responsables y creíbles, se ha desviado hacia el polo opuesto. Desde 2015 los países del planeta nos dotamos de un itinerario para mejorar la vida y acabar con las desigualdades, la contaminación, la pobreza o el hambre. La verdad es que, pasado el ecuador de 2023, todo ha empeorado y ya solo quedan poco más de seis años para enderezar nuestro último fracaso.

Recordemos a Cañete y su recomendación de consumir yogures caducados, al actual presidente del Gobierno y un chuletón al punto en plena crisis hídrica, las pueriles recomendaciones del consejero de sanidad de la Comunidad de Madrid, Jesús Sánchez Martos, sobre niños que, en plena ola de calor, aguantaban en los colegios a más de 35ºC para que aprendieran a hacer abanicos de papel; o las macetas en el balcón de Ayuso para combatir el cambio climático. Se espera que éste amplíe las disparidades en la mortalidad regional, afectando particularmente a las regiones del sur de Europa con un marcado aumento de fallecimientos relacionados con las cada vez más frecuentes y duraderas olas de calor.

Las ciudades, donde ya viven seis de cada diez personas en el mundo (ocho en el Estado español) se han vuelto hornos de asfalto y hormigón que sólo una frondosa vegetación y un consumo responsable del agua podrían mitigar. Al mismo tiempo que crece la urbanosfera vemos cómo una ciudadanía responsable debe luchar contra unas instituciones que, perversamente y de manera consciente o no, apuestan por la tala indiscriminada si hay un beneficio económico que se prioriza a la salud de una población cada vez más envejecida y vulnerable. Y ello a pesar de los innumerables estudios científicos que apremian la revegetación, los proyectos LIFE de la UE como Lugo Biodinámico o el hecho de haber derribado una alcaldía como la de Iruña en 2023.

24.000 relojes de arena para cronometrar duchas de 4 minutos


El pasado mes de agosto, José María Aierdi, consejero de Desarrollo Rural y Medio Ambiente, en el marco del Proyecto LIFE-IP NAdapta-CC presentó una campaña acompañado por los 36 ayuntamientos que colaboran con el objetivo fundamental de reducir el tiempo que se destina a la ducha, ya que así “en Navarra se podrían ahorrar alrededor de 7 millones de litros de agua, que equivalen aproximadamente 24 piscinas olímpicas”. Para ello, regalarán 24.000 relojes de arena que marcan los cuatro minutos. Vale, es simbólico, pero acaba en el mismo contenedor que los abanicos o las macetas.

La realidad es que en el Estado, cerca del 80% del agua que se consume va al regadío (INE 2022) mientras que la ciudadanía y los sectores industriales que ya hicieron sus deberes se reparten el resto. El consumo urbano por persona/año se ha reducido en 20 años a la mitad y hoy, los ciudadanos apenas llegamos al 12%. El 75% de los alimentos regados es exportado. España, el país más seco de Europa y el más amenazado de desertificación por la subida de las temperaturas (IPCC, 2023), es el mayor exportador de agua. La podemos encontrar en forma de lechuga, tomate o filete en los mercados de Londres, Berlín o Pekín. También en las miles de toneladas de limones, plátanos, tomates, melocotones o uvas que se pudren en vertederos o son enterrados a causa del desplome de los precios cuya huella hídrica sobrepasa unos cuantos miles de piscinas olímpicas dependiendo del año y los vaivenes del mercado. Pero se pide reducir el consumo de agua de boca a una población como la de Navarra, con 112 litros por habitante al día, siendo de los consumos más bajos del Estado (130 litros por habitante/día en España).

La ambiciosa y necesaria reducción del consumo urbano se debió a la concienciación de la propia ciudadanía que, consciente del problema, ya redujo sus tiempos de ducha, optimización del uso en jardines, fregado u ocio. Sin embargo, los datos de voracidad del regadío (más del 80% del consumo) siguen creciendo con planes de concentración financiados por grandes fondos de inversión, fondos buitre, compañías transnacionales y poderosas empresas de construcción, producción y distribución en cada vez menos manos. A éstas sí se les da vía libre en este espolio, no relojes de arena.

A ello, y ya es tema para otro día, se suma el auge de las macrogranjas y los Centros de Datos de las grandes firmas digitales irremediablemente condenadas al colapso. Entre todos vamos preparando la estacada final para que el envenenamiento de los acuíferos, de los ríos y manantiales siga su perverso curso, haciendo imposible el consumo de agua en cada vez más poblaciones, bien porque ya no la hay o bien porque la que queda está envenenada con biocidas, agrotóxicos o metales pesados, con o sin relojes de arena.

Nuestra salud como individuos y comunidades es un reflejo de la salud de los ecosistemas, pues queramos o no, somos mamíferos cuya vida depende de la actividad saludable de ríos, insectos, pequeños vertebrados o una flora adaptada y diseñada durante millones de años. No es una cuestión de abanicos de papel, macetas o relojes de arena. Aquí la radicalidad (de raíz) es lo único que nos puede salvar en contraposición a las medias tintas que decían nuestras abuelas. 

Antonio Aretxabala. Doctor en geología, investigador independiente

Julen Rekondo. Químico. Premio nacional de Medio Ambiente