viernes, 24 de febrero de 2012

JAPÓN GUARDA SILENCIO, UN MODELO ECONÓMICO PUESTO EN EVIDENCIA



ALGO ESTÁ CAMBIANDO ¿VERDADERAMENTE EL SER HUMANO APRENDE DE LAS DESGRACIAS? A UN AÑO DEL ACCIDENTE DE FUKUSHIMA, JAPÓN SE REPLANTEA EL SISTEMA "JUST IN TIME" Y LA EFECTIVIDAD DE REDUCCIÓN DE GASTOS, RECORTES Y OPTIMIZACIÓN POR CONCENTRACIÓN DE RECURSOS.


Llevamos años escuchando que hay que cambiar el modelo económico y social, pero apenas se ven avances concretos en esa dirección. Y son numerosos los caminos. Por ejemplo, mejorar nuestras cifras de inversión en I+D+I, educación y cultura, son a largo plazo las soluciones, pero chocan frontalmente con los intereses de los dirigentes y sus ritmos de partidos en el gobierno de cuatro años, las inversiones en investigación y desarrollo están muy por debajo de las de los países de nuestro entorno, incluido Portugal. Escuchar más medidas concretas en positivo es necesario. Sin ellas no hay salida, pero por doquier las voces que hablan de recortes y pesimismo ensordecen cualquier propuesta resiliente a medio o largo plazo.

La Cofundadora y Directora Ejecutiva de Japan for Sustainability, Junko Edahiro, periodista medioambiental y participante en fundaciones internacionales enfocadas a la recuperación de zonas golpeadas por desastres, escribió una carta sobre sus impresiones después de la catástrofe de Fukushima. Ella misma ha visto cómo la imagen de Japón ha cambiado incluso entre los propios japoneses.

Nos planteamos cuestiones trascendentales cuando el peligro acecha o nos acabamos de llevar un susto. A Japón lo hemos visto como un éxito económico y de alto orden social, una sociedad práctica, inteligente. Funcionalidad y efectividad sustentan sus actividades económicas y sociales, ¿es aún así?

A lo largo de la segunda mitad del siglo XX y lo que va de XXI, Japón nos ha deslumbrado como un modelo económico agresivo y capaz, lleno de arrojo, un modelo que a los europeos sobre todo del Sur, nos produce cierta desconfianza cuando nos paramos a pensar en sus ciudades aceleradas y la falta de calor en las relaciones humanas. No es un ejemplo seductor para la Europa mediterránea en cuanto a su arquitectura social, sin embargo sí ha venido siendo la envidia económica de prácticamente todas las naciones, pero una cosa va pareja a la otra, no se puede tener una cosa sí pero la otra no; una sociedad a la japonesa requiere una fidelidad a las empresas, jornadas y ritmos de trabajo, impensables en Europa.

Ni las relaciones laborales ni sociales son importables, al menos de momento. También la realidad del medio físico japonés juega un importante papel. Y es quizás esta realidad la que ha hecho que muchos dirigentes de grandes multinacionales y también sus gobernantes se hayan planteado un segundo renacer del país del Sol naciente después de Fukushima. Verdaderamente si no lo hicieran es que algo no funciona bien en su sociedad. Pero se lo han planteado y Japón  está cambiando.

HIROSHIMA, SIGLO XXI
¿Es verdaderamente así o es solo maquillaje? Japón es el país que se levantó de entre sus cenizas radiactivas después de que en 1945 los EE.UU. arrojasen dos bombas atómicas sobre dos grandes ciudades. Pero Japón escaló en el siglo XX hasta convertirse en una potencia económica mundial, es el único país de la historia que sufrió en su territorio el bombardeo nuclear. Sobre Japón se ciernen catástrofes naturales muy violentas que vienen de debajo de la Tierra, siempre ha sido así, pero ahora, en pleno siglo XXI, la concentración de población debido a un sistema económico y social que aglutina servicios y optimiza las ganancias, ha convertido en prácticamente 50 años a zonas como Tokio en verdaderas trampas, más de 40 millones de habitantes se reúnen alrededor de su área metropolitana.

El sistema económico basado en la eficiencia del "just in time" ha convertido en espacios muy cortos de tiempo a muchas otras zonas de Asia, América y Europa en zonas demasiado vulnerables a desastres naturales como inundaciones, tifones, huracanes o terremotos, ese sistema tan solo muestra su seductora "súper-efectividad" si no pasa nada, pero cuando pasa (y pase, pues volverá a suceder cada vez con más frecuencia) es y será letal. Se calcularon pérdidas inmediatas por encima de 300.000 millones €. Además los japoneses se acaban de dar cuenta: su capital es la ciudad más vulnerable del mundo a desastres, en especial sísmicos, tan grande es la capacidad de concentración de edificios y personas que ya se preparan para lo peor, las condiciones de la cuenca de Tokio además amplifican su ya peligrosa situación cercana a grandes fallas.

NUEVAS TOMAS DEL TERREMOTO DEL 11 DE MARZO DE 2011


Una modelización del efecto "eco", responsable de la sensación de más tiempo de duración de un sismo en zonas que hacen de "caja de resonancia" se ha hecho para la ciudad de Tokio, esta megalópolis descansa sobre una cuenca sedimentaria que atrapa las ondas cada vez que se produce un movimiento sísmico, uno de los mayores miedos de los sismólogos japoneses, pues con terremotos de grandes magnitudes, por encima de 7 en la escala de Richter, la amplificación sería catastrófica para una ciudad con un área metropolitana de 42 millones de habitantes

EFECTO REBOTE DE ONDAS ATRAPADAS EN LA CUENCA CUATERNARIA DE TOKIO, SI ESA CIUDAD LLEGASE A SER SACUDIDA POR UN TERREMOTO DE MAGNITUDES SUPERIORES A 7, LA PROPIA CUENCA ACTUARÍA COMO UNA LUPA SÍSMICA QUE AMPLIARÍA LOS EFECTOS DE LAS ONDAS, AL MISMO TIEMPO ÉSTAS QUEDARÍAN ATRAPADAS COMO EN UNA CAJA DE RESOSNANCIA REBOTANDO EN LAS PAREDES QUE LA CONTIENEN Y PRODUCIENDO UN ECO SÍSMICO DE PROPORCIONES LETALES. ESTO YA OCURRIÓ EN EL PASADO, ES LO QUE REVELAN LOS ESTUDIOS MÁS RECIENTES, ENTONCES TOKIO NO TENÍA RASCACIELOS, NI 42 MILLONES DE HABITANTES. HACE 200 AÑOS, LAS CASAS DE MADERA Y LA POCA POBLACIÓN PODÍAN SALIR INDEMNES DE SEMEJANTE FENÓMENO NATURAL. HOY COMO TOKIO, HAY VARIAS CIUDADES DE MÁS DE UN MILLÓN DE HABITANTES REPARTIDAS POR EL ORBE, SITUADAS SOBRE ESTE TIPO DE LUPAS SÍSMICAS Y CAJAS DE RESONANCIA CERCA DE FALLAS.


Ya somos más de siete mil millones de almas en este planeta, la tendencia a la concentración en las ciudades es imparable, para dentro de 20 años más de la mitad de la población mundial vivirá en grandes megalópolis como Tokio. Muchas de ellas se han construido en muy cortos lapsos de tiempo sobre auténticas bombas de relojería. Un terremoto, un huracán, un incendio en la Naturaleza son como la lluvia, la nieve o las estaciones, por sí mismos no son peligrosos, pero con ritmos diferentes cada una, algunos caprichosos, sin embargo viviremos un siglo XXI, que seguramente será recordado por la recurrencia de grandes desavenencias y sus ciudades no resilientes.

 IMÁGENES DEL TERREMOTO DEL 11 DE MARZO DE 2011

Un 11 de marzo sesenta y seis años después de Hiroshima y Nagashaki otra catástrofe nuclear volvió a sacudir el país, y los cambios paradigmáticos en su economía y mentalidad ya comienzan a deslumbrar a los analistas despiertos que ven en ello un ejemplo a seguir, pero ¿podríamos aprender de ellos sin necesidad de tener que sufrir una catástrofe? Europa ahora, se debate y cuestiona como modelo económico y social, cada vez de forma más frecuente y convulsa se cierne sobre nosotros la desgracia en forma de conflicto social. Otra forma de catástrofe para la que nuestro sistema no está preparado. Todos lo dicen, pero nadie reacciona: tan solo con recortes esto acaba mal.

LA CATÁSTROFE DEL 11 DE MARZO DE 2011

Japón ha cambiado, se vio a sí misma ineficaz, poco práctica y poco inteligente cuando los efectos de la catástrofe sísmica y la crisis nuclear de hace un año paralizaron el país. Esta catástrofe fue una lección que dejó en evidencia los modelos económicos basados exclusivamente en la rentabilidad. Esos modelos dominantes son ineficaces para enfrentarse a imprevistos. Las palabras de Junko Edahiro, directora ejecutiva de la organización Japan for Sustainability, fueron muy elocuentes cuando apuntó a la resiliencia como el valor fundamental para alcanzar la sostenibilidad de las sociedades del futuro.

LOS MOMENTOS DEL AVISO DEL FALLO DE LOS REACTORES ANTES DEL TSUNAMI

Ni siquiera Japón con su avanzada tecnología ha podido ni puede predecir este tipo de catástrofes y sus consecuencias, pero puede prepararse y se prepara para adecuar su sistema productivo a la realidad de su medio físico, al mismo tiempo se replantean cuestiones como el recuperar las relaciones de vecindad y la solidadridad, perdidas en favor de un sistema voraz, una forma de vivir que también se ha mostrado ineficaz ante imprevistos. Ahora se impulsan encuentros más humanos entre comunidades en las grandes ciudades como Tokio, otra mirada a la Naturaleza y cuestiones que tienen que ver con una espiritualidad ancestral diluída en el sincretismo de la modernidad, otra cultura que salva vidas, sencilla y lógica para nuestra mentalidad mediterránea y familiar, pero veamos por qué una sociedad tecnológica lo intenta recuperar:

El estilo de vida moderno ha hecho que sea común no echar de menos a un vecino de una determinada comunidad, barrio o edificio, nadie conoce a sus vecinos, pues nadie establece lazos afectivos, así que tampoco nadie se acuerda del invisible para indicar a los servicios de emergencia donde hay que ir a rescatarlo. Así es como mucha gente pereció bajo los escombros, sin embargo en aquellas comunidades rurales donde todo el mundo se conocía, esto no sucedió. Los japoneses además exploran nuevos campos en la detección de patrones mecánicos y químicos en fallas, también del comportamiento de los animales. Pero todo indica que aún estamos lejos de fabricar la bola de cristal que nos diga cuándo, cómo, dónde y con qué rostro se va a presentar la próxima desgracia.

NO PODEMOS ADIVINAR LO QUE PUEDA SUCEDER 


CARTA DE JUNKO EDAHIRO 

Junko Edahiro es Cofundadora y Directora Ejecutiva
de Japan for Sustainability, traductora e intérprete profesional
periodista medioambiental, organizadora de encuentros 
internacionales de carácter preventivo, etc.

"El Gran Terremoto del Este del Japón, que tuvo lugar el 11 de marzo de 2011, nos ha enseñado muchas lecciones. Más que intentar restaurar el país y dejarlo como estaba antes del terremoto, necesitamos abordar los muchos problemas sociales y económicos que nos fueron revelados por él para intentar crear una sociedad real y sostenible. Creo que esto ayudará a reconfortar las almas de las víctimas. 

El desastre que tuvo lugar el 11 de marzo de 2011 también ha revelado la importancia del término “resiliencia”, un concepto que hace años me di cuenta de que iría adquiriendo mayor importancia. Los diccionarios definen la resiliencia como una “fuerza para restaurar”, “elasticidad”, etc. Pero yo pienso que significa “fuerza flexible”, lo que implica la fuerza para volver a la posición inicial después de que haya ocurrido un imprevisto. 

Imagina un bosque de bambús mecidos por el viento. Los bambús se doblan de forma flexible cuando sopla el viento, y después vuelven a su posición inicial cuando éste se detiene. El bambú no se rompe ni con los vientos más fuertes. Éste es un ejemplo típico de fuerza flexible.

Tras el terremoto, los habitantes de Tohoku, la región más dañada por el desastre, han sido descritos como personas duras. Cuando yo misma visité las áreas damnificadas y hablé con estos habitantes, me di cuenta de que su dureza no reside en su fuerza individual, sino que ha nacido de una combinación del fuerte viento de su destino y la naturaleza de su sociedad local, muy enraizada, en la que la gente se encuentra fuertemente vinculada mediante su estilo de vida, algo que a su vez apoya la historia, la tradición y la cultura. 

Al mismo tiempo, el terremoto dejó claro que la industria y la sociedad japonesas en general han perdido su resiliencia. Por ejemplo, la logística de transporte quedó completamente inutilizada tras el terremoto. En estas circunstancias, probablemente era inevitable que diversos servicios de distribución dejaran de funcionar de forma temporal, pero lo que ocurrió fue que quedaron paralizados durante un espacio de tiempo muy largo. Algo similar ocurrió en el sector de la producción: muchas empresas japonesas se vieron obligadas a detener las líneas de producción debido a la falta de suministro de piezas que se producían en las zonas damnificadas. Las líneas de producción se detuvieron no solamente en las plantas de Japón, sino también en otros países. 

¿Por qué se dio semejante situación? ¿Y por qué los sistemas logísticos y de producción no fueron capaces de volver a su situación inicial de forma suave y flexible después de una calamidad imprevista?

Uno de los motivos principales puede ser que las empresas utilizan el método “just in time”, que reduce el inventario en todo lo posible tanto en los procesos logísticos como de producción. En sistemas anteriores, las empresas almacenaban varios productos en diversos lugares. Este tipo de sistema, sin embargo, fue calificado de ineficaz y, para disminuir los costes y aumentar la eficacia, las empresas cambiaron su sistema a uno en el que no necesitarían almacenar grandes inventarios. Este nuevo sistema, sin embargo, obliga a las empresas a detener la producción de forma inmediata una vez los suministros de piezas quedan suspendidos, tal y como quedó sobradamente demostrado en el caso del Gran Terremoto del Este de Japón. 

Al mismo tiempo, muchas empresas redujeron el número de proveedores de sus piezas a solamente uno para poder reducir el coste de las mismas. Debido a que las empresas dependían completamente de un proveedor, se vieron forzadas a detener la producción durante el estado de emergencia. 

El sistema “just in time” y la reducción del número de proveedores son los métodos más eficaces siempre y cuando no ocurra un imprevisto. Con estos métodos, sin embargo, se ha descubierto que las empresas no pueden volver de forma flexible a su estado original. Han estado tan excesivamente centradas en la eficacia económica a largo plazo que han perdido su resiliencia a medio y largo plazo, algo que raramente se considera importante mientras el negocio siga funcionando con normalidad. 

Después del desastre del 11 de marzo, la industria japonesa, que había buscado solamente la eficacia económica a corto plazo y la disminución de los costes, se dio cuenta de la importancia de la resiliencia en caso de emergencia. Desde entonces, las ventas al por menor han empezado a mantener unas provisiones en sus puntos de distribución, las empresas que dependían de los camiones para el transporte han empezado a utilizar los ferrocarriles y los fabricantes han empezado a descentralizar sus plantas de producción. 

Creo que, quizás, al estilo de vida de muchos ciudadanos japoneses también le falta resiliencia. El Gran Terremoto del Este de Japón provocó cortes de electricidad en Tokyo. Quienes vivían solos en la ciudad me contaban la soledad que sintieron cuando se dieron cuenta de la fragilidad de su forma de vida. Una persona me dijo: “Estoy muy ocupado con mi trabajo y siempre vuelvo a mi apartamento tarde por la noche, así que apenas hablo con nadie en mi vecindario. No conozco a mis vecinos y ellos ni me conocen ni saben nada de mi vida. Tal y como están las cosas, si ocurriera un desastre, nadie pensaría en mi, a nadie se le ocurriría pedir una operación de rescate para mí. Si tenemos en cuenta solamente mi eficiencia en el trabajo, no tengo necesidad de comunicarme con mi vecindario; pero este desastre me ha hecho reconsiderar si ésta es una buena vida”. 

También he sabido de mucha gente en distintos lugares que, habiéndose visto atraídos por los beneficios de un sistema doméstico completamente eléctrico, incluido el bajo coste de utilizar la electricidad de tarifa nocturna, adoptaron este sistema y luego se encontraron perdidos durante el apagón, cuando se detuvo todo suministro de electricidad. Debido a que los hogares completamente dependientes de la electricidad utilizan esta energía en lugar de gas para cocinar y para calentarse, los residentes no pudieron ni hervir agua ni calentar o enfriar sus habitaciones una vez se detuvo el suministro. 

Otra persona me contaba su dura experiencia: ella siempre había llevado una “vida sencilla” en la que no guardaba ningún producto innecesario en su casa. Compraba todo en los comercios de proximidad a medida que lo iba necesitando. Según me contaba, “después del 11 de marzo, todo desapareció de las baldas de comercios y supermercados, no sabía qué hacer. Antes creía que era mejor no tener una despensa, pero me di cuenta de que, como medida de precaución, es mejor mantener al menos comida y bienes básicos para una semana”. 

Estas lecciones no solamente son aplicables en caso de un gran desastre. Se cree que en el futuro tendremos una “sociedad menguante” en la que el calentamiento global, el abastecimiento energético y otros problemas de parecida índole empeorarán a medida que aumenta la población y la competencia en el mundo entero. 

En Japón, sin embargo, la población doméstica y los mercados menguarán a medida que la población envejezca. Necesitamos pensar cómo cada uno de nosotros puede vivir de forma más resiliente y fuerte incluso en tales circunstancias, y cómo podemos crear unas comunidades y sociedades más fuertes y resilientes. Tenemos que dar valor no solamente a la eficacia económica a corto plazo, sino también a la resiliencia a medio y largo plazo, así como desarrollar la fuerza para recuperarnos de las situaciones difíciles incluso si, a corto plazo, esto parece aumentar el coste o reducir la eficacia. Tenemos que incorporar la resiliencia a la gestión empresarial y a la construcción de comunidades. Creo que, a menos que así sea, no seremos capaces de crear una sociedad realmente sostenible y feliz". 


TOKIO DE DÍA Y DE NOCHE DESDE 270 m DE ALTURA

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