miércoles, 3 de noviembre de 2021

LA TERCERA PARTE

 
 
Queridas lectoras y lectores, vemos en varios  medios que recientemente el Gobierno chino ha recomendado a sus ciudadanos almacenar víveres para pasar el invierno. La gente se lanza a los supermercados preocupada. Arroz, aceite, harina, pasta, huevos, verduras... La población, dicen varios medios, "ha entrado en pánico y se ha vuelto loca comprando en el supermercado". La reacción ha sido tan desmesurada que la prensa de varias provincias y también la estatal, no ha tardado prácticamente nada en intentar calmar a una ciudadanía desbocada tras haberla sumido en pánico. 
 
China, del hambre a la superproducción y al acopio de alimentos
 
Según The Economic Daily (afín al Partido Comunista de China) se trata solo de una alerta ante otro posible confinamiento. Sin embargo, las tensiones con Taiwán y la OTAN, también las lluvias torrenciales pasadas —que han arruinado las cosechas— se suman a la crisis de suministros, como las restricciones de gasoil, los cortes de electricidad, la caída del transporte o la incertidumbre de la distribución de todo tipo de productos. 
 
El Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional de China aprobó hace unos meses la ley que prohíbe el derroche de alimentos. La sanción será para quienes pidan más de lo necesario y lo desperdicien. También se prohibió filmar y compartir videos en redes sociales en los que se vea el uso de comida de forma frívola o desmesurada (lanzarse alimentos, comer hasta reventar, etc.) que hagan gala del abuso, la gula, el despilfarro o el desperdicio.
 
En los años setenta del siglo XX China vivó la peor hambruna de las últimas décadas, se cobró la vida de decenas de millones de personas. En los colegios hacíamos colectas y juntábamos sellos "para los niños chinitos que se morían de hambre". Un par de décadas después, China se convirtió en una potencia económica y en el mayor importador mundial de productos alimenticios. Ahora “los banquetes pantagruélicos son la norma en ciertos círculos, hasta el punto de conmocionar al presidente chino Xi Jinping que, en agosto pasado, exhortó a sus compatriotas a más frugalidad y a poner fin al despilfarro”, informaban varias agencias.
 
Hace apenas unos meses comentaba que nuestras opulentas sociedades siguen convirtiendo en desechos un tercio de los alimentos. El dato está certificado por concienzudos estudios de diferentes organismos e investigadores. Unos 90 millones de toneladas de alimentos se desperdician cada año en la UE. Mientras tanto, cerca de 120 millones de personas viven en Europa en hogares en riesgo de pobreza o exclusión social y unos 6 millones en circunstancias de privación severa sin acceso a alimentos adecuados ni dietas saludables.
 
No es solo un problema ético
 
Malgastar y tirar alimentos no es solo un problema ético, resulta ser una de las principales causas de la acelerada pérdida de biodiversidad que hemos puesto en marcha. Millones de compañeros de nuestra casa común, de otras especies, son directa o indirectamente eliminados, bien por acaparar sus territorios, por el uso de pesticidas o por inanición. Cada alimento que producimos deja una enorme huella de agua malgastada, suelo agotado, energía disipada y gases de efecto invernadero. Por ejemplo, por cada caloría que en occidente ingerimos, se han gastado de media, diez calorías de combustibles fósiles.

Si a nivel planetario pudiésemos no tirar ese tercio de la comida, evitaríamos el derroche de 250 billones de litros de agua cada año, que será el consumo de agua potable para los próximos 30 años de los 7.800 millones de personas que, a día de hoy, habitamos el planeta. No cabe duda de que estamos viendo ya las evidencias de un ciclo del agua perturbado por un nuevo agente y que abarca a todo el planeta, pero al que nos hemos sumado de manera casi catastrófica en las últimas décadas hasta modificar la propia rotación planetaria. Los científicos hemos estado buscando el agua profunda que faltaba para explicar muchas cosas y más o menos vamos desvelando dónde se encuentra.
 
Gracias a la dinámica hídrica en equilibrio en los últimos 12.000 años, se sostiene nuestra casa global y el complejo medio humano que hemos hecho surgir de ella. Como afirma Steve Jacobsen al referirse al ciclo del agua profunda: "debemos estar agradecidos por esta gran reserva, si no estuviera allí, estaría sobre la superficie de la Tierra, y la cima de las montañas sería la única tierra que se vería sobresalir." Las aguas subterráneas y superficiales suponen sólo la tercera parte de la que existe en las rocas profundas.

Todo el agua subterránea y superficial del planeta, el agua dulce en estado líquido y el agua dulce de ríos y lagos, agrupadas de manera virtual por Howard Perlman, del Servicio Geológico de los EE.UU. (USGS). Fuente: Igor Shiklomanov.
 
Un tercio de todo, un tercio de la vida 
  
Nuestros abuelos prácticamente no llegaban a tirar a una décima parte de los alimentos, mientras que nuestros hijos en los hogares de occidente alcanzan hasta el 50%. En Navarra utilizamos casi un 40% de nuestro territorio y más de un 80% de nuestros recursos hídricos para la agricultura intensiva y aún vamos a por más con obras insostenibles como El Canal de Navarra.
 
Por tanto, un tercio de ese territorio (más de un 13%) se labra, rotura, cultiva, se prepara, se fertiliza, se trata con agrotóxicos y pesticidas, para nada. Una tercera parte de la energía utilizada en conseguirlo —las obras de construcción faraónicas que hacen posible esos canales, los embalses que almacenan aire la mayor parte del año y todo su pasado y actual mantenimiento— ya se disipó, o lo hace ahora en la atmósfera como CO2, metano y NOx, exactamente para nada; una tercera parte del agua con la energía derivada al regadío y a las operaciones posteriores, se utiliza, se esfuma, se contamina, para nada... Y finalmente, uno de cada tres productos sembrados, regados, cultivados, cuidados, procesados, acabados, transportados, envasados, almacenados, distribuidos, comprados, refrigerados, congelados, cocinados (o no), no va a acabar en ninguna boca, va a ir a los vertederos.
 
Pero esa expiración no siempre se hace desde la etapa final ni por parte del consumidor ni en los hogares de las familias. La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), estima que ese tercio de la comida, el que se produce para el consumo humano cada año, se pierde o tira en algún punto a lo largo de la cadena de consumo. Desde las granjas a las plantas de procesados, transporte, mercados, cocinas de restaurantes o familiares. Así, unos 1.300 millones de toneladas de comida acaban en los vertederos. Es comida suficiente como para alimentar a 3.000 millones de personas durante un año; eliminar durante tres años el infernal goteo del niño que muere de hambre cada 6 minutos.

¡Qué parcela tan importante para comenzar a trabajar desde las administraciones en las leyes de Transición Energética y Cambio Climático! Algo que, a priori, tanto preocupa (o debiera) a los gobiernos centrales, autonómicos y locales, pero que, por lo que hemos visto desde este lado, el de la ciudadanía preocupada por su soberanía alimentaria, apenas comprenden o quieren comprender. Igual aquél tenía razón: es el mercado, amigo... 

Sequía en Europa y en España. Desaladoras. Gestión y aguas subterráneas. ¿Geoingeniería? Entrevista en COPE con Domingo Zarzo, Presidente de AEDyR y Jorge Olcina, Catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si la humanidad se hiciera vegana se liberaría de golpe el 75% de la Tierra. De un plumazo se podrían resolver los problemas de biodiversidad y desforestación. Si para obtener una caloría de carne hacen falta 10 calorías de cereal, ¿por qué se habla tan poco de dejar la carne, teniendo en cuenta los problemas que comporta? Se habla de los factores culturales y de la santa tradición, así como de la resistencia al cambio, sobre todo hay un equilibrio de fuerzas: el consumidor occidental que se beneficia de la carne no està dispuesto a cambiar. No ve o prefiere ignorar las consecuencias directas de su acción, que van a repercutir a largo plazo al clima y a corto plazo a la hambruna por todo el Sur pobre. Pero claro, éste queda lejos, y no suelen encontrarse de frente a los perdedores. Para que no ocurra estàn los defensores del imperio construyendo muros cada vez màs infranqueables e ignominiosos.