MÁS DE 200 KILÓMETROS CÚBICOS DE HIELO SE HAN REDISTRIBUIDO DESDE GROENLANDIA POR TODA LA TIERRA EN LOS ÚLTIMOS 20 AÑOS. AL MENOS 50 EL ÚLTIMO VERANO, NUEVAS CORRIENTES, CAMBIOS EN EL CLIMA Y EN LA CORTEZA YA SON UNA REALIDAD. |
La adopción de un enfoque uniforme que contemple los cambios atmosféricos y los telúricos en estrecha relación es ya una mirada emergente cada vez más presente entre los científicos.
Las actividades humanas industriales y nuestro nuevo estilo de vida, con emisiones de gases y otros cambios que hacen el clima más extremo, conllevarán en no muy largo plazo, un aumento de más de 4°C en la media del planeta. Mientras tanto, lluvias nunca vistas y sequías prolongadas comienzan a ser normales.
Las respuestas más profundas que se darán sin duda y afectarán a nuestras ciudades, entre ellas los reajustes corticales debidos a los "climatequakes" o terremotos climáticos, erupciones en zonas volcánicas y por supuesto ciclones, huracanes y tornados, amén de las grandes sequías y períodos anormalmente lluviosos.
El riesgo es una noción típica de la modernidad, ha crecido con ella, domina en la actualidad a la sociedad y a su unidad construciva, la ciudad y por lo tanto lo que hay en ella: todas las costumbres y relaciones sociales. Podemos afirmar que ya somos la sociedad del riesgo.
1. EL NUEVO CONTEXTO PLANETARIO YA ES UNA REALIDAD
Desde el último máximo glacial, hace unos 20.000 años, nuestro mundo ha experimentado una metamorfosis extraordinaria: uno de los cambios más bruscos de toda la historia de la Tierra se ha producido en un abrir y cerrar de ojos geológicamente hablando (una relación de 1/225.000 en la vida total de la Tierra); se trata por lo tanto de un lapso, un suspiro en el que hemos pasado de un páramo helado por doquier a un mundo templado en el que nuestra civilización ha crecido y prosperado, hoy la ciudad representa la unidad estructural de un sistema que podemos llamar Tierra.
Durante este período, la asombrosa cifra de 52 millones de kilómetros cúbicos de agua fueron redistribuidos por el planeta de la manera como el agua líquida se distribuye, poco a poco y desparramándose, como un gran continente sólido que se funde, las capas de hielo se derritieron y los niveles globales del mar previamente agotados aumentaron más de 130 m compensando así la distribución del peso de las enormes masas de hielo.
El rápido calentamiento global, del orden del 6°C, se tradujo en una nueva circulación atmosférica con nuevos patrones mucho más dinámicos y no tan ceñidos a movimientos preferentes, mucho más caóticos y cambiantes para dar cabida a condiciones más o menos cálidas y húmedas. Ello trajo como consecuencia una modificación de las tendencias más importantes del viento y una reordenación completa de las zonas climáticas. Pero éstas no fueron las únicas consecuencias de la dramática transformación post-glacial de nuestro mundo.
La parte sólida de la Tierra participó también en semejante y acelerado cambio, es más, aún participa, como la litosfera (la frágil capa exterior de nuestro planeta que comprende la corteza y el manto superior) tuvo que soportar cambios tensionales como nunca había experimentado y amplias zonas corticales fueron sometidas a importantes reajustes en respuesta a los cambios masivos que supuso toda la carga o descarga en forma de agua y hielo.
Los resultados incluyeron grandes reajustes isostáticos, movimientos corticales, terremotos en regiones anteriormente cubiertas de hielo en altas latitudes y un espectacular aumento en el nivel de la actividad volcánica de varias zonas al disminuir la presión del tapón que suponía el soportar tan ingentes cantidades de sólido, por ejemplo en Islandia.
La respuesta, se expresa principalmente a través de la activación, el ajuste o la modulación de una gama de procesos tectónicos y superficiales que incluyen la desestabilización de zonas recientemente hidratadas, de la existencia de gas, también con formación de deslizamientos submarinos y continentales, ocurrencia de nuevos flujos de materiales abandonados por el cemento que supuso el hielo que los unía, grandes inundaciones repentinas en amplias zonas antes inaccesibles a un agua líquida que no existía, y una nueva actividad volcánica y sísmica fruto de la descompresión, como cuando a una botella de champán se le quita el corcho.
La adopción de un enfoque uniforme que contemple los cambios atmosféricos y los telúricos en estrecha relación, es ya una mirada emergente cada vez más presente entre los científicos que contemplamos los procesos naturales concatenados. El reconocimiento de las diferencias de potencial, tanto en ritmo y en escala del período de calentamiento post-glacial es también una visión que explica muchos de los enigmas de la dinámica terrestre.
De ello se deduce asimismo la posible influencia del cambio climático antropogénico en relación con una serie de características geológicas y geomorfológicas peligrosas a través de una variedad amplia de ajustes ambientales que afectan tanto a la atmósfera como a la hidrosfera y también a las zonas profundas que sustentan nuestras ciudades y por lo tanto nuestras relaciones personales, culturales, afectivas...
2. LA CIUDAD UNA UNIDAD SISTÉMICA CADA VEZ MÁS VULNERABLE
Los riesgos geológicos y geomorfológicos dependerán por tanto del clima tanto como de la dinámica interna y de la tectónica, y la realidad se empeña en señalar que las zonas alejadas de los bordes de las placas están en continuo reajuste dependiendo de las condiciones climáticas, la presencia de una pesada, útil y móvil sustancia: el agua y el peso y la presión de la misma.
Cuando intentamos adelantarnos a la evaluación potencial de una respuesta de la Tierra como un sistema, parece prudente considerar que en breve, niveles de calentamiento de 2°C van a ser inevitables, las consecuencias empezamos a verlas. El análisis de 66 estaciones repartidas por ambas vertientes de la cordillera pirenaica muestra que las temperaturas han aumentado 1,2 grados de media desde 1950. «El Pirineo es un punto caliente del proceso, una zona donde ya se aprecian signos inequívocos del cambio global», resume Gabriel Borràs, responsable de Adaptación de la Oficina Catalana de Cambio Climático (OCCC).
Las actividades humanas industriales y nuestro nuevo estilo de vida con emisiones de gases y otros cambios que hacen el clima más extremo, conllevarán en no muy largo plazo, un aumento de más de 4°C en la media del planeta. Se dará un mayor gradiente de calentamiento en algunas regiones mientras en otras no será tan brusco. En las zonas de cambio brusco las ciudades sufrirán embates aún difíciles de prever, la cultura, la historia y el buen conocimiento del medio pueden ayudarnos, pero los letales cortes en investigación nos harán cada vez más y más vulnerables.
Las actividades humanas industriales y nuestro nuevo estilo de vida con emisiones de gases y otros cambios que hacen el clima más extremo, conllevarán en no muy largo plazo, un aumento de más de 4°C en la media del planeta. Se dará un mayor gradiente de calentamiento en algunas regiones mientras en otras no será tan brusco. En las zonas de cambio brusco las ciudades sufrirán embates aún difíciles de prever, la cultura, la historia y el buen conocimiento del medio pueden ayudarnos, pero los letales cortes en investigación nos harán cada vez más y más vulnerables.
Es importante destacar que, aunque se tenga en cuenta que existen incertidumbres significativas a la hora de proyectar el futuro en relación a la dinámica del medio sobre el que vivimos, el ser humano será testigo, si no lo está siendo ya, de tales cambios que afectarán sobre todo a la estrecha y frágil interfaz (entre la atmósfera y la hidrosfera) en la que habitamos, la que modificamos y la que responde en forma de tormenta, tornado, erupción o terremoto a nuestras actividades.
Esa incertidumbre, no sólo se prevé en relación con las proyecciones climáticas, sino también en lo que se refiere a los vínculos entre el cambio climático y las respuestas más profundas que se darán sin duda y afectarán a nuestras ciudades, entre ellas los reajustes corticales debidos a los "climatequakes" o terremotos climáticos, erupciones en zonas volcánicas y por supuesto ciclones, huracanes y tornados, amén de las grandes sequías y períodos anormalmente lluviosos en regiones que no las conocían que dejarán de parecer anécdotas para convertirse en normas, como estamos viendo ya. Los récords de lluvias se van batiendo cada vez con más frecuencia anunciando lo que los científicos venimos adelantando desde hace décadas. Nuestras infraestructuras civiles, pantanos, centrales energéticas, industria, y por lo tanto nuestras ciudades, se verán muy afectadas, lo que ahora está ocurriendo no es sino un primer esbozo de lo que está por venir.
No se trata de anunciar catástrofes, sino de adelantarse a la realidad y dar pasos efectivos para fortalecer nuestras ciudades, y las herramientas para hacerlo son dos: LA CULTURA y LA CIENCIA, la manera de plasmarlo haciéndolo tangible es repensar el urbanismo del siglo XXI en una sociedad que se empeña en vivir en ciudades y en individualizar el espacio y el tiempo. Veamos cómo lo estamos construyendo.
No se trata de anunciar catástrofes, sino de adelantarse a la realidad y dar pasos efectivos para fortalecer nuestras ciudades, y las herramientas para hacerlo son dos: LA CULTURA y LA CIENCIA, la manera de plasmarlo haciéndolo tangible es repensar el urbanismo del siglo XXI en una sociedad que se empeña en vivir en ciudades y en individualizar el espacio y el tiempo. Veamos cómo lo estamos construyendo.
YESA EN EL PUNTO DE MIRA |
3. UNA NUEVA EXPERIENCIA PARA LA VIDA EN EL PLANETA: LA CIUDAD COMO CONTEXTO VITAL
Ya somos más de 7.000 millones de almas viviendo eminentemente en ambientes urbanos, más del 50% de la población mundial lo hacemos ya en ciudades de más de 5000 habitantes desde 2010, ese ecuador supuso una nueva experiencia para la vida en la Tierra. Pocas son las personas cuya mentalidad se va acostumbrando a ello. Nuestra manera de acogerlo, en general lo considera como de un futuro lejano cuando ya vemos que el clima puede desencadenar terremotos (Jaén, Pamplona, Lorca...), erupciones volcánicas (Etna, Vesubio, Monte Santa Elena...) desestabilizaciones de laderas por doquier, paralización de industrias, infraestructuras de comunicación, etc.
La población en general aún vive o quiere vivir envuelta en ciclos bien marcados, verano invierno, primavera otoño, cada cual con sus caracaterísticas propias y que nos resistimos a perder. Pero esa pérdida es un hecho ya constatado, no hace falta hablar de la poca necesidad de aparatos de medida ultramodernos para constatarlo, pues es ya mucha la población que lo da por sentido, aceptado o intuido.
La población en general aún vive o quiere vivir envuelta en ciclos bien marcados, verano invierno, primavera otoño, cada cual con sus caracaterísticas propias y que nos resistimos a perder. Pero esa pérdida es un hecho ya constatado, no hace falta hablar de la poca necesidad de aparatos de medida ultramodernos para constatarlo, pues es ya mucha la población que lo da por sentido, aceptado o intuido.
A cada una de las dos primeras fases de la modernización de nuestra civilización y cuyo marco fue la ciudad: la ciudad clásica y la industrial, correspondió una mutación profunda en las maneras de pensar, producir, utilizar y gestionar los territorios en general y las ciudades en particular, en especial la circulación de las personas y la información: el transporte colectivo, los diarios, la radio, la televisión y las telecomunicaciones. El resultado en la psicología es notorio: había dos mundos que se miraban con curiosidad o con recelo: los de ciudad y los del campo, incluso esa diferencia es objeto de una cultura y una literatura que lo remarca, quizás Miguel Delibes con "los santos inocentes" fotografió esa realidad con suma claridad.
Dentro de 20 años más del 60% de la población mundial viviremos en ciudades, medias, grandes o muy grandes. Muchas de ellas se han construido en muy cortos lapsos de tiempo con los criterios heredados de los planteamientos de los grandes urbanistas y arquitectos del siglo XX. La capacidad de seducción e inercia de aquellos postulados industriales siguen casi imparables. Si la cultura no adereza a nuestros dirigentes, la obra de adecuación al futuro no prosperará.
Las ciudades son impersonales, casi nadie conoce a sus vecinos ya, nadie establece lazos afectivos, por lo que tampoco nadie se percata de su ausencia para indicar a los servicios de emergencia donde podrían encontrarse e ir a rescatarlos si ha habido una desgracia. De esa manera murió mucha gente bajo los escombros en ciudades japonesas, neozelandesas, chilenas o italianas después de los últimos terremotos, sin embargo en las comunidades rurales que sufrieron asimismo el azote sísmico, enseguida se echaba de menos a un vecino o familiar, por lo que esas personas fueron enseguida rescatadas. Trágicamente, una parte muy significativa de estas ciudades también de Europa y España están localizadas cerca de regiones de conocida (o aún no) actividad sísmica o inundable. Potenciar el encuentro y actividades colectivas entre las personas físicamente cercanas, ya se estila en Tokio y otras megalópolis mundiales.
La imparable diversificación social transforma en una medida mayor de la que creemos las estructuras familiares y vecinales, y cada día es mayor, por lo tanto más pronto que tarde cambiarán las ciencias sociales y la configuración de las ciudades. La familia típica será en breve minoritaria en el Sur de Europa, siéndolo ya en el Norte. Las familias tradicionales están a su vez más diversificadas, un 25% son hijos con más de ocho abuelos, hermanos de otras etnias y razas, algunos medio hermanos.
Los ciclos de la vida cambian y sus prioridades aparecen y desaparecen a edades no determinadas por ciclos vitales; a los 16 ó 18 años podemos ya ir a vivir fuera de casa para volver a los 40 después de haber convivido o compartido la vida con varias parejas. Los sistemas de valores entran y salen de los hogares y de las ciudades a igual velocidad que las personas; es todo un problema para las concepciones tradicionales de la vida, para los abogados, jueces, para los educadores y para los profesores de niños, adolescentes y jóvenes. Pero no lo será menos para los planificadores de las ciudades, los arquitectos y los constructores.
La ciudad se ha erigido con el paso de los siglos en el lugar de la libertad, pero también el lugar de los peligros físicos y morales. De hecho, las ciudades siempre han sido desde el punto de vista de la seguridad muy seguras, y muy inseguras también, garantizando a un tiempo una protección que a su vez nos rodea de todo tipo de peligros. Esta doble naturaleza de la ciudad se manifiesta en la gestión del riesgo, físico, moral, económico, especulativo. Es típico de la sociedad moderna querer conocer y controlar el futuro, y para ello intenta desarrollar ciencias específicas que no suelen comunicarse unas con otras, no son holísticas, conocer y medir las probabilidades de que se produzca un acontecimiento, aprender, estudiar y tomar las decisiones necesarias para mitigarlo o hacerlo desaparecer es una prioridad imposible de abarcar con modelos del siglo XX.
El riesgo es una noción típica de la modernidad, ha crecido con ella, domina en la actualidad a la ciudad y por lo tanto lo que hay en ella: todas las costumbres y relaciones sociales. Podemos afirmar que ya somos la sociedad del riesgo.
4. AUTORIDAD Y MODERNIDAD: EL PAPEL FUNDAMENTAL DE LA CIENCIA Y LA CULTURA
La tercera revolución urbana moderna suscita cambios profundos en las formas de pensar, construir y gestionar nuestras ciudades. La evolución a nuevas necesidades, a nuevas formas de pensar y actuar, de los vínculos sociales, el desarrollo de nuevas ciencias y nuevas tecnologías ya presentes y el cambio de naturaleza y escala de los desafíos colectivos, el medio ambiente es ya un patrimonio social sobre el que nace la discordia, es social y es nuestro patrimonio, y pensando así adoptamos una postura muy moderna pero de apropiación de una dinámica que apenas conocemos y menos aún podemos controlar.
Posiciones de explotación o de preservación van dando lugar poco a poco a un nuevo urbanismo muy alejado ya de las propuestas carentes de resiliencia de aquel paleourbanismo del siglo XX y que necesitaba formas de gobierno firmes, decididas y que dispusieran de poderes fuertes, para ser capaces de mantener el orden. Los ciudadanos se informan de todo paso de los dirigentes, opinan y modifican proyectos, grandes infraestructuras o estrategias energéticas.
Posiciones de explotación o de preservación van dando lugar poco a poco a un nuevo urbanismo muy alejado ya de las propuestas carentes de resiliencia de aquel paleourbanismo del siglo XX y que necesitaba formas de gobierno firmes, decididas y que dispusieran de poderes fuertes, para ser capaces de mantener el orden. Los ciudadanos se informan de todo paso de los dirigentes, opinan y modifican proyectos, grandes infraestructuras o estrategias energéticas.
Aquella autoridad de antaño la vemos hoy desvanecerse, se apoyaba en la intermediación social de un estilo de familia tradicional, de la escuela, la Iglesia, el comercio, era un tipo de gobierno protegido y centralizado que hoy vemos cómo desaparece. Hoy ni siquiera está siendo capaz de dar una respuesta contundente y satisfactoria a cualquier desgracia natural. Es necesario un modelo interactivo Sociedad-Naturaleza que enfatice en el hecho de que ésta no acabe con aquella y viceversa.
Los científicos sociales raramente se adelantan y se atreven a avanzar pautas generales y flexibles, participan en políticas de diagnosis que alimentan estudios de urbanismo, consultorías y hasta departamentos de urbanismo de universidades, con una influencia anecdótica en planes y proyectos, grandes o locales, las administraciones menos aún, no está ya en su genética el adelantarse a un conocimiento mucho más refinado, holístico y participativo del medio: LA CIENCIA y de las relaciones humanas con él, entre nosotros y nuestra herencia histórica: LA CULTURA. Los dos pilares sobre los que se debe pensar el multidisciplinar urbanismo del presente, su escenario es una sociedad que ya es capaz de individualizar el espacio-tiempo en unas ciudades que se dilatan de manera imparable.
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