INFORME: At Risk Of Poverty and/or Exclusion (AROPE) 2020
"Aquí la cuestión a plantear a esta gente es muy simple: que demuestren con datos que el crecimiento es viable siquiera a medio plazo. Si lo demuestran, con los datos en la mano, fin de la discusión. Si no lo demuestran empezamos a debatir a ver qué se les ocurre". Luis Picazo
Queridos lectores, en los últimos días y sobre todo tras la publicación del sexto informe de evaluación del IPCC sobre cambio climático, han surgido voces desde el mundo científico advirtiendo del inexorable camino de descenso energético y por tanto, económico que vamos a recorrer (figura 1). Al mismo tiempo desde el mundo político y empresarial, sin comprender claramente qué significa esto, nos tachan a los científicos que consideramos el fin del crecimiento como una posibilidad más que probable, de teóricos del ascetismo, herederos del ludismo, y absurdeces similares de quien debe estar habituado a mezclar churras con merinas.
Muy frecuentemente somos agoreros y de manera peyorativa también comunistas, milongueros de la izquierda, pero por encima de todo populistas, cuando por lo comentado en general por ellos mismos, en sus propias opiniones, las que publicitan sus medios, podríamos ser cualquier cosa menos eso. Y es que el decrecentismo es de todo menos atractivo (o sexy, como han afirmado ya varios políticos de talla nacional e internacional). Es de destacar ese uso peyorativo de "populistas" en un artículo bastante desnortado de Josean Beloki, concejal de Geroa Bai en Huarte (Navarra), "Decrecimiento y Energía" al que en Twitter se le somete a un análisis minucioso (muy significativo) por parte de varios científicos, personas vinculadas al sector energético, economistas o por usuarios de esa red.
En dicho artículo de opinión, publicado en Diario de Noticias de Navarra, DEIA y otros medios afines al PNV, el autor, además de hacer una desafortunada macedonia de historia, ciencia y tecnología, llega a afirmar cosas como que "...las teorías del decrecimiento no son algo nuevo ya que hunde sus raíces en los movimientos ludistas del siglo XIX [...]. Desde el punto de vista energético, una de sus bases principales es la paradoja de Jevons que dice que "aumentar la eficiencia disminuye el consumo instantáneo, pero incrementa el uso del modelo, lo que provoca un incremento del consumo global". El decrecimiento apunta, además, que los combustibles fósiles no son eternos y que, tras su agotamiento, las energías renovables no serán capaces de asumir el hueco dejado por petróleo, gas y carbón, por lo que no queda otra que consumir menos para producir menos...".
El artículo continúa con el extendido desconocimiento —de la geología de la energía (que no tecnología) y de los procesos extractivos, de refinado y puesta en servicio— del que suelen dar muestra (y a veces, hacer gala) políticos, empresarios e incluso algunos denominados "expertos" y que se observa a menudo en el hecho de confundir reservas con recursos o diagnósticos con creencias y deseos o hablar del petróleo en general sin diferenciar el líquido o material convencional o no convencional, etc.
El artículo culmina confiando los avances en la extracción (o no) al desarrollo futuro de "otras cosas tecnológicas" siempre positivas para el buen progreso de nuestra sociedad del bienestar, confiando también dicho progreso y la seguridad estructural de esta sociedad del bienestar a la esperanza y a la fe en una tecnología que no existe, pero que sin duda, cree el autor, existirá. Pues para el político, "... Es una realidad que los avances tecnológicos propiciados por el desarrollo económico han mejorado la calidad de vida de la humanidad. No hay más que ver cómo era el mundo antes de la Revolución industrial y cómo es ahora. Un cambio civilizatorio vertiginoso en apenas 200 años frente a la evolución humana de los 3 milenios anteriores en el que el consumo de energía ha sido clave para conseguirlo...". Invito a la persona que lee para que considere por sí misma qué y cuánto es lo que ha propiciado —desde la Revolución Industrial— el desarrollo tecnológico, industrial y económico, a echar una ojeada a la figura 1 de este artículo.
Pareciera que quienes así razonan no han entendido aún que toda tecnología necesita de una cantidad constante y creciente de energía abundante, barata y versátil para su funcionamiento, despliegue a gran escala y mantenimiento, y de momento, como vamos a comentar a continuación, ni esa fuente de energía, ni la tecnología que posibilite su distribución para seguir con el crecimiento infinito, existe ni se le espera. La tecnología por sí sola nunca va a generar energía y en un contexto de crecimiento y despliegue energético de más bajas TRE, toda eficiencia cumplirá la paradoja de Jevons o efecto rebote a la que se refiere el político.
Figura 1. Fernando Valladares. "La emergencia climática nos impone programar una desescalada económica".
La sociedad de las altas TRE da paso a las de TRE decrecientes
Los combustibles fósiles tradicionales nos dieron un alto valor de tasa de retorno energético (TRE) durante muchas décadas, pero la disminución en la calidad y accesibilidad (y por lo tanto TRE), en paralelo con la energía neta generalmente más baja proporcionada por otras fuentes como las renovables está resultando —en nuestros primeros pasos— en una reducción de la producción económica mundial y la calidad de vida.
Semejante afirmación, no obstante, está respaldada por el modelo Project MEDEAS (figura 2, izquierda): una Transición Energética con alta proporción de energías renovables puede conducir a una "trampa energética". Estos estudios indican el papel crucial de las fuentes de energía abundantes y con alto TRE en el mantenimiento de la complejidad, funcionalidad y el crecimiento de nuestra sociedad, lo que contrasta con la cosmovisión económica dominante.
Ese "exceso" de energía proporcionada por recursos geológicos de alta TRE, propiciaron las condiciones para que ciertos mecanismos de retroalimentación en la acumulación de capital, permitieran atesorar riqueza por subregiones a nivel global y/o segmentos de población local. Al evaluar el fenómeno mediante la aplicación de modelos tipo depredador-presa se aprecia la evolución de cuatro factores: élites/plebeyos/naturaleza/riqueza que King y Jones, (Cambridge, 2021) identifican en que las élites económicas se aprovechan de los recursos y la mano de obra (figura 2, derecha).
Figura 2. Izquierda: Evolución dinámica de la TRE del sistema de energía total para los escenarios de Crecimiento Verde con diferentes grados de sustitución renovable CV-50% Green Growth (GG-50%), CV-75% (GG-75%) y CV-100% (GG-100%) y diferentes niveles de riesgo sistémico identificados en la bibliografía. Estos niveles son indicativos de que los riesgos son inversamente proporcionales a la TRE (Proyecto Medeas). Fuente: GEEDS (castellano) y aquí el artículo completo publicado en Energy Strategy Reviews. Iñigo Capellán-Pérez, Carlos de Castro y Luis Javier Miguel González. Derecha: evolución de los beneficios empresariales (azul) y su reflejo en los salarios (rojo) sobre la base constante del € de 2010 cuando España se comprometió (y no cumplió) en el Programa 2020 a disminuir la pobreza en 1,4 millones de personas entre 2010 y 2020. Fuente: Contabilidad Nacional de España. Barómetro social de España.
La estratificación económica
Lo comentado anteriormente está llevando a la estratificación económica y a la tensión ecológica y, finalmente, al colapso social irreversible por partes, sectores o estratos (lo vemos más abajo). En los próximos años el coste de la producción de energía para impulsar el crecimiento aumentará inexorable e incontroladamente. El problema crecerá incluso con el valor de mercado de la geología de la energía permaneciendo bajo. Nuestros dirigentes aún no han comprendido que la energía no es un servicio o mercancía sometido a leyes de oferta y demanda, sino un precursor de la actividad económica que cumple las leyes de la termodinámica, ni se crea ni se destruye y fluye en una sola dirección: de disponible a no disponible.
El rendimiento total de la energía neta para impulsar el crecimiento económico ya está en declive y vemos, por ejemplo, cómo China, Alemania y EE.UU. aumentan el consumo de carbón para mantener su producción tecnológica e industrial; el caso de China es llamativo porque las empresas occidentales llevaron su producción allí, se externalizó el trabajo sucio durante la globalización a costa de hundir y endeudar a la clase media occidental (figura 2, derecha). Sobre todo llama la atención la administración Biden (EE.UU.) pidiendo a la OPEP desesperadamente el bombeo de más petróleo (figura 3): se impulsa quemar más y más para obtener menos energía, ya que actualmente las TRE en declive llevan a que, para mantener el mismo nivel de consumo se requiera la quema de más y más fósiles para extraer éstos. Este problema fue analizado desde la perspectiva de la inseguridad y volatilidad en la Revista 15/15\15 para una nueva civilización: Volatilidad del petróleo: la enorme piedra en el camino hacia la Transición Energética.
Figura 3. EE.UU. exige a la OPEP y a sus aliados que aumenten el bombeo de crudo. El Economista.
El decrecimiento no es una opción, ni siquiera es un deseo, es un diagnóstico
Por lo tanto, ahora mismo la tarea urgente es reescribir la economía de un mundo real. Estamos rediseñando nuestros conceptos de valor y prosperidad en la era de esta transición forzada. Pero la pobreza alrededor ya es una compañera habitual y no estamos tomando medidas reales. España debía reducir la pobreza en 1,4 millones de personas entre 2010 y 2020 (Programa Europa 2020) pero elegimos el camino contrario: aumentó. Un ejemplo: las olas de calor requieren un lujo para ser tolerables: energía. Las dos Españas de Machado también son energía.
El decrecimiento no es una opción, ni siquiera es un deseo. Es más bien un diagnóstico que brinda la posibilidad de un descenso con descentralización, descomplejización, desjerarquización, desglobalización..., lo que sí es, es innegociable. Todo lo demás es algún grado de colapso, incluidos los más violentos y de carácter autoritario. No podemos estar seguros al 100% de cuál será un resultado que carece de precedentes. Existe, por supuesto, una dimensión ética y un decrecer voluntario, que lo hace deseable y no solo necesario u obligado para algunos científicos, humanistas, activistas; ese aspecto que tiene más que ver con la justicia entre todos los seres y especialmente, entre los humanos del centro y la periferia, además de con el planeta al completo, es el que puede recordar a cierto ascetismo del que hablan los políticos que se forjaron con la gran aceleración como si no fuera una anomalía.
Pero no lo olvidemos, no existe de momento “una solución técnica” para seguir viviendo en esta anomalía histórica, más allá de la sustitución puntual y que puede derivar en soluciones elitistas o ecofascistas, porque los ritmos de implantación de las tecnologías renovables —que en cierta manera nos devuelven a la economía circular— son menores a los de la pérdida de TRE de los fósiles. La alarma ecológica por tanto, nos obliga a racionalizar consumo y producción y la alarma social nos obliga a intentar hacer viable la continuidad de la vida humana civilizada. Tanto el mensaje de la contención como el de un decrecimiento sin negociación posible son indigestos, impopulares, diametralmente opuestos a cualquier populismo. Parece una broma de mal gusto para una sociedad adicta a la opulencia, al individualismo, productos asimismo anómalos de una pequeña época anómala donde más de la mitad de la humanidad vive en la más absoluta miseria. Ese aspecto fue tratado con más profundidad y con una perspectiva histórica en este artículo.
No obstante, lo que sí podemos saber con certeza, es que la era del crecimiento económico ilimitado —que es la característica definitoria del capitalismo financiero neoliberal basado en la disponibilidad asegurada de materiales geológicos extraídos a partir de otros de altas TRE— tal como la conocemos, y con cadenas de suministro y distribución garantizadas, ha terminado de verdad (figura 4), y si no tomamos medidas técnicas adecuadas y urgentes, pero por encima de todo sociales, la expansión acelerada de la pobreza aumentará todavía más. Ya es (o debería ser) el mayor quebradero de cabeza de nuestros dirigentes y de la propia sociedad en general.
Figura 4. El crecimiento sin fin toca a su fin.
Comprender cómo funciona el metabolismo de nuestra organización social es requisito indispensable, además de necesario —pero no suficiente— para tomar las decisiones valientes que requieren estos tiempos. Y desde la ciencia lo vamos teniendo más claro, prácticamente no hay tiempo: #NoHayTiempo. Si realmente queremos acabar con la pobreza, se requiere un consenso honesto con una inversión a largo plazo, tan largo como el conocimiento del declive de las tasas de retorno energético (TRE).
No podemos esperar resultados inmediatos volviendo a quemar combustibles fósiles ni haciendo de las energías renovables una continuidad de éstos, deberemos dejar de movernos en términos de productos vendibles, sino sin retorno de la inversión visible, sin ganancias en el corto plazo. Dicha inversión solo puede generarse en un entorno no mercantil, en el que el pago es colectivo y el beneficio financiero o el crecimiento económico y por lo tanto la quema otra vez de fósiles que son ya muy difíciles de extraer, no son los objetivos. Las soluciones tipo rescate de sectores poderosos, primero financieros, como tras la crisis de 2008, y ahora, a las empresas que van a cambiar su modelo extractivo, están condenadas al fracaso de esos (si realmente fuesen sus principales) objetivos, tal y como comentamos aquí y aquí.
Ahora deberemos buscar un entorno capaz de distribuir la riqueza menguante, digno para las personas, para todas, el resto es irremediablemente el colapso.
Es decir, en la mayoría de las propuestas como Next Generation EU o los
diferentes Green New Deal, se excluye lo fundamental: la idea de que,
siendo la crisis sistémica la propia realidad del sistema mercantilista,
y siendo creada por él, no se puede solucionar desde los propios
mecanismos que la generan. Sin embargo, pareciera que la asignación de
más recursos económicos para esos mecanismos sí lo pueden conseguir: la
propia crisis económica que se ha creado —como la medioambiental y la
social que genera y se amplifica en las nuevas condiciones de
irreversible declive energético y de recursos— tendría entonces una
solución económica. Y si ya vemos que ante los primeros efectos
negativos no hay otra reacción que la de endeudar a las generaciones por
venir y arruinar el medio que deberá garantizar sus vidas, serán las
comunidades locales las que tendrán que, finalmente, tomar las riendas
de sus destinos.
Por cierto, hoy se cumple un lustro de la presentación en Bermeo (Bizkaia) del documental "La cruda realidad" de Aitor Iruzkieta Ortúzar, en plena vigencia, como se comenta en esta entrevista al director: El documental «La cruda realidad» y su absoluta vigencia.