La tercera revolución urbana suscita cambios profundos en las formas de pensar, construir y gestionar nuestras ciudades, ya son la unidad estructural de la vida sobre el planeta.
La evolución trae nuevas necesidades, nuevas formas de pensar y actuar, nuevos vínculos sociales, el desarrollo de nuevas ciencias, nuevas tecnologías y el cambio de naturaleza y escala de los desafíos colectivos.
El Medio Ambiente es ya un patrimonio social sobre el que nace la discordia, algo que como patrimoinio, es de todos, debido a ello ha sido convertido en propiedad; así adoptamos una postura muy moderna pero de apropiación de una dinámica que apenas conocemos y menos aún podemos controlar.
Hacer de la necesidad virtud.
Somos pocos, aunque cada vez más, los científicos, humanistas, pensadores, ciudadanos en general, que asumimos una serie de acontecimientos, dinámicas y condiciones clave en la historia del planeta y de su habitante rey, el homo sapiens, para reconocer que si en algún momento alguna de ellas varía, la viabilidad de esta especie, tal cual la conocemos, puede quedar comprometida. Quizás no tanto la especie como tal, pues ha sido capaz de adaptarse o cambiar medios antes inimaginables. Especialmente en las últimas décadas lo hizo como nunca antes en la historia por el simple hecho de poder modificar el medio gracias a la fácil disponibilidad de ingentes cantidades de energía manejable, almacenable, transportable y versátil. Sin embargo es manifiesto ya el declive del capitalismo, que es su manera "moderna" de vivir; este descenso (
crisis global) es debido principalmente a una serie de
causas geológicas que suelen pasar desapercibidas por analistas económicos e incluso historiadores.
Tanto el auge como la caída de los diferentes sistemas de sociedad que construyó el bípedo implume estuvieron en estrecho contacto e intercambio con lo que el planeta ofrecía (economía), de tal manera que la profunda transformación del medio que nos sustenta fue acorde con la capacidad de trabajo (energía) de la que dispuso en cada momento histórico el ser humano. El resultado final, el que conocemos como capitalismo, fue posible gracias a vivir en un planeta que propició esta escalada de la que aún no conocemos igual en el universo. Veamos algunos de tales acontecimientos y dinámicas clave del paneta.
1. Tectónica de Placas.
Todos sabemos que vivimos en un planeta con grandes masas de tierra moviéndose tanto en vertical como en horizontal a ritmos muy lentos (especialmente para la escala de una vida humana), pero de vez en cuando sufrimos este proceso que continúa produciéndose con tasas de centímetros al año, dependiendo del lugar del planeta en que se considere. Nos hacemos conscientes de ello sobre todo cuando la acumulación de energía es tal que se disipa en forma de sacudidas sísmicas. Así durante millones de años, incluso con tasas de movimiento mucho mayores, los procesos externos de la vida y del mundo mineral, sufrieron profundos cambios de sus condiciones químicas y físicas (especialmente presión y temperatura) para transformar la energía solar en materia orgánica y en nuevos sedimentos, minerales y rocas. En especial destacaremos los que hicieron posible el capitalismo global, los hidrocarburos convencionales: petróleo, gas y carbón.
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Figura 2: EL CICLO DE LAS ROCAS EN UN PLANETA CON TECTÓNICA DE PLACAS (GEOLOGYCAFE) |
2. Historia y energía.
Durante la evolución del ser humano, desde la recolección de frutos y la caza, hasta la creación de los servidores globales de Google con los ordenadores, dispositivos móviles y smartphones a ellos conectados, el incremento en el consumo de energía per cápita se multiplicó y creció de manera exponencial hasta llegar a la actual tasa del "homo tecnologicus" de unos 2.700 watios al día por cada persona que habita el planeta (aunque esta media global esté muy mal repartida entre los 15.000 watios de un ciudadano medio de los EEUU, los 8.000 de un europeo o los 200 de algunos países africanos). Todo ello se consiguió quemando lo que fuese, desde madera con el descubrimiento del fuego, hasta Uranio en las modernas centrales nucleares, pasando por el aceite de ballena que casi extingue a la especie justo en el momento en que se descubrió el poder calórico de un grupo de materiales geológicos: los hidrocarburos. El caso es que el homo sapiens hasta ahora sólo ha demostrado que es capaz de quemar lo que sea para obtener energía en su propio beneficio, independientemente del origen geológico mineral, vegetal o animal de lo que queme.
En este viaje energético de miles de años hubo momentos de crisis que acabaron con hasta una treintena de civilizaciones cuando el medio se volvió adverso, la enfermedad se extendió o la disponibilidad de recursos no pudo garantizarse, en cualquier caso la capacidad de hacer trabajo (energía) se vio comprometida por los grandes cambios que el propio ser humano introdujo en el medio (agotamiento de las tierras, esquilme de especies, deforestación, saqueo de pueblos vecinos que se organizaron contra una determinada comunidad, etc.) y también por importantes cambios en algunos patrones climáticos.
Desde hace unos 200 años, con el auge del capitalismo global, el medio natural ha suministrado al ser humano materias primas y energía en abundancia para ser el arquitecto y artífice de la actual civilización capitalista globalizada. Desde la crisis de 2007-2008 vemos la imposibilidad de continuar expandiendo un sistema de economía global por los cómodos derroteros de las últimas décadas cuyo itinerario se llamó "la senda del crecimiento" a pesar de ciertos altibajos, pero como toda ruta por el medio natural, en especial en un planeta con su propia energía interna (tectónica) es normal escalar acompañado de cierta topografía. Sin embargo, hasta el planeta Tierra tiene un techo: el Himalaya.
¿Hemos tocado ya el techo de la "senda del crecimiento" que estuvo apuntalada, subvencionada y garantizada por la disponibilidad de ingentes cantidades de energía (trabajo) accesible y barata? La respuesta la vamos a encontrar mucho mejor en la geología que en las supuestas destrezas desplegadas por este ser tan supuestamente inteligente, y ésta es un rotundo SI: hemos tocado techo. Al menos todos los indicadores de los pilares que auparon al homo sapiens a la cima del capitalismo
ya no dan más de sí, comenzando por la capacidad para realizar trabajo, la energía. Ahora el capitalismo se está fagocitando a sí mismo y en algunos casos de manera cruel. De momento el homo tecnologicus ha demostrado su capacidad e inteligencia para extraer y aprovechar lo que el planeta puso a su disposición, nada más.
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Figura 3: EVOLUCIÓN Y CONSUMO DE ENERGÍA, PROYECCIÓN FUTURA |
3. Los recursos energéticos se agotan y no hay sustituto.
Desde el año 2010 más de la mitad de la población mundial ya vivimos en ciudades, lo que significa una nueva experiencia para la vida sobre el planeta, se convierte así a la unidad estructural del capitalismo global, la ciudad, en un vórtice energético cada vez más voraz de recursos y energía, pero también un fabricante de ingentes cantidades de desechos que el medio natural apenas puede asumir y menos aún reciclar. Se estima que el desplazamiento desde el mundo rural al urbano continúe unas décadas más (ver figura 1 "Population"). Sin embargo los síntomas de insalubridad, riesgo físico, moral y amenazas naturales, azotan a estas unidades estructurales cada vez más numerosas y grandes, pero también más vulnerables. La ciudad se ha convertido en el símbolo de la libertad, pero también de la esclavitud, el riesgo o la pobreza.
Desde 2010 también, el auge de los intentos desesperados para la obtención de energía a ritmos necesariamente crecientes (como exige el capitalismo global) se quisieron enfocar a poder mantener tamaña transformación (o no, puesto que ya se puede asegurar que algunas de las nuevas tecnologías se orientaron al lucro rápido y especulativo a sabiendas de los nefastos resultados a obtener, tales movimientos llamados burbujas,
como en el caso del fracking, hoy se trasladan al mundo de las energías renovables).
Sin embargo ninguna de ellas está dando el resultado esperado o el anunciado muchas veces a bombo y platillo entre las cada vez más orquestadas burbujas especulativas, presentándose la mayoría de las veces como
la salvación del sistema sin pasar el filtro de
la lógica geológica. La extracción, refinado y transporte de arenas bituminosas, petróleos pesados, ligeros, de alta mar, fracking, del Ártico o de aguas profundas, está requiriendo de unos gastos energéticos tales que el retorno
no garantiza la continuidad de la civilización tecnológica tal cual la conocimos hasta 2008 (figura 4).
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Figura 4: EL TRIÁNGULO DE RICHARD HEINBERG
(De cómo las falsas promesas de abundancia en torno al fracking ponen en peligro nuestro futuro). |
A partir de ahora se quema más que nunca para obtener mucho menos, y las expectativas son a la baja. La densidad de trabajo potencial, versatilidad, facilidad de transporte y refinado del nunca mejor llamado "oro negro" no tiene sustituto. Al menos la Tectónica de Placas no nos legó nada más perfecto. Enterró, cocinó durante millones de años y dejó a nuestra disposición cantidades industriales de energía solar fosilizada que hemos ventilado en menos de dos siglos. A partir de ahora no podremos alcanzar los niveles de extracción que deseamos, sino los que permite la geología; las costuras de nuestra "senda del crecimiento" y "estado del bienestar" se resienten.
Se pueden optimizar y perfeccionar tecnologías, pero hay un límite tecnológico (figura 4), también montar guerras para obtener los recursos (ésta variante es la más repetida en la historia), saquear países completos e incluso hundir en la edad de piedra estados y comunidades para que no consuman unos recursos de los que así disponer mientras otros no lo hacen, es decir, más porción de la tarta para quienes aún son capaces de vivir en el último sistema de organización social del homo sapiens, el capitalismo global, imponiendo la ley de la fuerza. Es lo que estamos viendo cada día en los medios: Siria, Iraq, Emiratos Árabes, Egipto, Libia, Venezuela, periferia de los EEUU y Europa, Grecia...
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Figura 5: LA ENERGÍA DEL FUTURO EN TÉRMINOS NETOS (GAIL TVERBERG) |
Hemos quemado una buena parte del legado que la Tectónica de Placas nos dejó, y hemos incrementado este proceso en los últimos años para precisamente poder quemar más, es decir que como la calidad y cantidad de los actuales ritmos de extracción son decrecientes, quemamos cada vez más para obtener menos energía neta (figuras 4 y 5).
Hasta la entrada en el siglo XXI nuestras últimas emisiones de gases de efecto invernadero crecían a un ritmo cercano al 1%. Nada más comenzar este siglo alcanzaron y superaron el 3%, la frenética actividad económica que colapsó en 2008 dejó su sello atmosférico perfectamente legible a partir de 2013, entrando en una especie de estancamiento que sería tranquilizador si no fuera por la aterradora observación de que a pesar de la frenada, la cifra de partes por millón de CO2 sigue aumentando (figura 6).
Entretanto la comunidad científica da voces de alarma, pero nuestros gobiernos y burocracias sufren una sordera que se traduce en la más absoluta inactividad. El crecimiento económico se ha ido afianzando como el objetivo central del esfuerzo humano en este insólito planeta. Su motor ha sido el suministro de energía fósil fácil de obtener, la sangre geológica que ha movido y aún a duras penas mueve la economía mundial, pero con un grave inconveniente: la acumulación de emisiones de gases de efecto invernadero a causa de la combustión de ingentes cantidades de combustibles fósiles.
Hasta ahora el mayor peso en la evolución de las sociedades se ha puesto por historiadores, científicos y humanistas sobre la inteligencia del hombre, focalizando y resaltando precisamente sus destrezas como especie elegida, sin parar a pensar que fueron y son los combustibles fósiles o energía solar materializada que cocinó un planeta dinámico con una activa Tectócnica de Placas, el verdadero impulsor de la evolución de la sociead global tal cual la conocemos, y no conocemos otro planeta igual, ha sido nuestro planeta Tierra el que subvencionó nuestras actividades. Así, poco a poco, hemos conseguido alzar a 2016 como un año históricamente original: el primer año con una concentración de CO
2 en la atmósfera superior a las 400 partes por millón (figura 6). Hace eras geológicas que no pasaba nada igual. La última vez que el planeta vivió con semejante concentración no existía el ser humano. Nuestra dependencia de los combustibles fósiles no sólo provoca guerras, hambrunas, desequilibrios climáticos, sociales, culturales, o nuevas enfermedades,
está cambiando a la misma Naturaleza, la que garantiza nuestra propia existencia.
Puede que la temperatura no importe tanto ahora, pero se necesitaba un parámetro para que todos nos entendiéramos. Lo que verdaderamente importa es lo que le está pasando al clima, y ya lo estamos viendo: vivimos eventos extremos que hasta hace bien poco (y hablamos de un par de años) la comunidad científica aún dudaba si pudiera ser una consecuencia del denominado “cambio climático”, o no; ahora lo que nos deja estupefactos es la intensidad y la frecuencia de los eventos extremos, lo que han aumentado. Y eso sí está muy claro: catástrofes y concatenaciones de respuestas climáticas que se daban cada cien años ahora están ocurriendo cada cinco o diez.
La adopción de un enfoque uniforme que contempla los
cambios atmosféricos y los telúricos en estrecha relación es ya una mirada emergente cada vez más presente entre los científicos, tectónica y clima se dan la mano. Las actividades humanas industriales y nuestro nuevo estilo de vida, con emisiones de gases y otros cambios que hacen el clima más extremo, conllevarán en no muy largo plazo, un aumento de más de 4°C en la media del planeta. Mientras tanto, lluvias nunca vistas y sequías prolongadas comienzan a ser normales. Las respuestas más profundas que se darán sin duda y afectarán a nuestras ciudades, entre ellas los reajustes corticales debidos a los "climatequakes" o terremotos climáticos, erupciones en zonas volcánicas y por supuesto ciclones, huracanes y tornados, amén de las grandes sequías y períodos anormalmente lluviosos.
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Figura 6: CONCENTRACIÓN DE CO2 Y TEMPERATURA MEDIA ANTÁRTICA (ROYAL SOCIETY) |
5. La sociedad del riesgo.
El riesgo es una noción típica de la modernidad, ha crecido con ella,
domina en la actualidad a la sociedad y a su unidad constructiva, la ciudad, y por lo tanto lo que hay en ella: todas las costumbres y relaciones sociales. Podemos afirmar que ya somos la sociedad del riesgo. El petróleo, carbón, uranio o gas eran y son la sangre que movió y mueve a la sociedad industrial y tecnológica, pero ya sabíamos que eran
recursos finitos que en algún momento iban a faltar.
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Figura 7: EVOLUCIÓN DE LEVADURAS EN SOLUCIÓN DE
GLUCOSA AL 10% (DAVID PRICE)
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Ese tiempo llega y lo hace irrumpiendo en la historia con sus efectos secundarios de la mano del cambio climático. Ahora el ser humano debe demostrarse a sí mismo no sólo que es
capaz de adaptarse a un medio por él modificado. Debe demostrar que su diferenciadora inteligencia da para algo más que para extraer y consumir en unas décadas la energía solar en forma de hidrocarburos que el planeta coció y fosilizó durante millones de años. Debe reconocer que generar los grandes cambios ambientales refinando esas rocas traía conflictos asociados: guerras, inequidades, ciudades insalubres, aniquilación de especies o nuevas enfermedades.
Debe aprender de sus errores y considerar que aquello fue un paso, o más bien una pesadilla necesaria, pero no un fin en sí mismo como parecen seguir pregonando algunos dirigentes. Si ciertas condiciones amables para nuestro estilo de vida moderno se ven alteradas, la vida humana queda amenazada. Esto no significa la reacción vengativa del planeta, son
maneras desequilibradas de relacionarnos con el medio que garantiza nuestra existencia.
Durante el Holoceno, la más reciente época geológica que comenzó hace unos 12.000 años, ocurrieron catástrofes naturales extremas nunca vistas en los últimos siglos. Raramente causaron desastres. La complejidad de las sociedades era mucho menor. Nuestra sociedad moderna, globalmente interconectada, quedaría cuestionada si se viera
expuesta a tales peligros. Incluso algunos de los grandes eventos de unos pocos cientos de años atrás podrían causar daños sin precedentes a escala mundial, la actual crisis de sostenibilidad empeoraría.
La tercera revolución urbana moderna suscita cambios profundos en las formas de pensar, construir y gestionar nuestras ciudades. La evolución a nuevas necesidades, a nuevas formas de pensar y actuar, de los vínculos sociales, el desarrollo de nuevas ciencias y nuevas tecnologías ya presentes y el cambio de naturaleza y escala de los desafíos colectivos irrumpen de manera casi violenta.
El medio ambiente es ya un patrimonio social sobre el que nace la discordia; es social y es nuestro patrimonio. Pensando así adoptamos una postura muy moderna pero de apropiación de una dinámica que apenas conocemos y menos aún podemos controlar. Aún deberemos demostrar que somos capaces de cambiar un sistema que creado por nosotros, se nos ha vuelto en contra. Y eso quiere decir demostrar más inteligencia que los organismos unicelulares creciendo y reproduciéndose en un matraz con glucosa, hasta que agotan los recursos, mutan, se alimentan de desechos, se fagocitan y desaparecen (figura 7). Una sexta extinción parece algo poco atractivo, ¿verdad?
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Figura 8: EL AÑO 2010 SUPUSO UN CAMBIO PLANETARIO REMARCABLE: MÁS DE LA MITAD DE LA POBLACIÓN YA VIVIMOS EN CIUDADES, UNA NUEVA EXPERIENCIA PARA LA VIDA EN EL PLANETA. ES EL AÑO DEL AUGE DE LOS MÉTODOS DE EXTRACCIÓN DE HIDROCARBUROS NO CONVENCIONALES (FRACKING); COMIENZA UNA NUEVA ERA QUE PODRÍAMOS LLAMAR LA ERA DE LA INEFICIENCIA O DEL CRECIMIENTO INECONÓMICO. |