Un blog abierto a la reflexión, enfocado a la cultura de mitigar desastres naturales o activados por el ser humano, potenciando una visión holística y participativa, clara y crítica. Un espacio transdisciplinar para el intercambio de ideas entre personas interesadas en salvar lecciones aprendidas y ponerlas en acción, potenciando la resiliencia o capacidad de sobreponerse, ayudando a las comunidades a salir fortalecidas con las mejores herramientas: la cultura, la ciencia y la información.
Vista general del campo de fútbol de San Jorge, recuperado tras los daños sufridos por la riada de diciembre de 2021. Redaccion DNN.
Queridas y queridos lectores, el otoño de 2023 vino con importantes episodios de inundación en varios lugares de la Península Ibérica, son de destacar los sucedidos en el centro a finales de septiembre, especialmente catastróficos en la Comunidad de Madrid y Toledo. En esos días se publicó el Reglamento 2023/2055 para la progresiva desaparición de los campos deportivos de tercera generación compuestos por partículas de caucho sintético proveniente del triturado de neumáticos usados y retirados.
El día 15 de octubre de 2023 dicho Reglamento entró en vigor. Entonces, Julen Rekondo, Premio Nacional de Medio Ambiente, me propuso escribir con él este artículo divulgativo al haber sido el investigador y redactor del famoso informe de los microplásticos de San Jorge-Sanduzelai que impulsó Alianza por el Clima Navarra. El informe llegó a ser analizado y debatido, para tomar las decisiones oportunas, en el Ayuntamiento de Pamplona hace casi dos años.
Entonces el Consistorio pamplonés se comprometió a una serie de medidas temporales, como las enunciadas en el capítulo 7 de dicho informe, se trataba de medidas de contención (hablamos de una capacidad de maniobra de casi dos años antes de la entrada en vigor del Reglamento 2023/2055) tras la masiva dispersión de decenas de toneladas de partículas tóxicas sucedidas con las inundaciones del 10 de diciembre de 2021.
Ninguno de aquellos compromisos se llegó a cumplir y la pérdida de partículas sigue día a día con los mismos mecanismos descritos en el informe, especialmente tras cada episodio de lluvia se produce un arrastre de material importante que se puede observar en los alrededores del campo de fútbol de San Jorge-Sanduzelai por diversos lugares.
Las "bolitas negras" que acaban en el río Arga, en las huertas, los peces, las aves o en nuestros cuerpos, han seguido y siguen dispersándose exactamente igual que antes de hacer público el informe impulsado por Alianza por el Clima, ser debatido por nuestros gobernantes y alcanzar compromisos para evitar la dispersión continuada del material tóxico que ahora hay que prohibir por ley. La UE subrayó en el Reglamento 2023/2055 que una razón con mucho peso para prohibir la utilización de este material fue precisamente haber comprobado en estos años la irresponsable desidia de quines debieron tomar medidas de contención y no lo hicieron. Este fue el caso de Pamplona.
Durante este tiempo, además, se han publicado varios artículos científicos sobre el problema que la UE ha zanjado con la prohibición progresiva y definitiva. Nuestro informe de San Jorge-Sanduzelai se centró en el caucho sintético. Sin embargo, aunque nuestro estudio haya sido analizado e incorporado en varias investigaciones sobre el problema creado, como este que enlazamos de varios autores de varias universidades y centros de investigación, ha habido quienes, dando un paso más allá, han encontrado un peligro nada desdeñable también en las fibras de plástico que imitan a la hierba:
En este estudio se muestra, sobre todo, que las fibras de césped sintético de los campos de hierba artificial, compuestos principalmente
de polietileno y polipropileno, pueden constituir más del 15% del
contenido de mesoplásticos y macroplásticos que dispersamos, lo que sugiere que estarían contribuyendo significativamente a la contaminación
plástica del medio que garantiza la vida y nuestra existencia. Los autores encontraron que hasta 20.000 "hierbas de plástico" al día fluyen por los ríos y que hasta 213.200 permanecen en la superficie del mar en zonas cercanas a la costa por cada kilómetro cuadrado. La hierba artificial, además de afectar a la biodiversidad urbana, la escorrentía,
la formación de islas de calor o la lixiviación de sustancias químicas
peligrosas, es una fuente importante de contaminación plástica en los
entornos acuáticos naturales.
Se puede acceder al informe completo para San Jorge-Sanduzelai desde este enlace con archivos multimedia de medios de comunicación o bien visualizarlo o descargarlo desde este campo:
CAMPOS DE HIERBA ARTIFICIAL EN LLANURAS DE INUNDACIÓN
(Julen Rekondo, Antonio Aretxabala)
Están en peligro los campos de fútbol de hierba artificial y, dependiendo de dónde se encuentren, abocados a la extinción. Los que contengan caucho de relleno sintético en llanuras de inundación serán clausurados. No deberían haberse construido nunca ahí. Muchos clubes, ayuntamientos, asociaciones, se plantean el futuro a la luz del nuevo Reglamento 2023/2055 de la UE que entró en vigor el pasado 15 de octubre sobre microplásticos y sustancias tóxicas. Obliga a revisar la composición del relleno de estos terrenos de juego y de otros deportes antes de 2030, ya que se prohíbe uno de sus componentes: el caucho sintético triturado.
El nuevo Reglamento 2023/2055 y los campos de hierba artificial
El nuevo reglamento restringe la fabricación y comercialización de micropartículas de polímeros sintéticos orgánicos, insolubles y resistentes a la degradación, tanto como sustancias independientes o añadidas a productos que liberen dichos microplásticos durante su vida útil. La definición de microplásticos utilizada para establecer esta restricción es amplia, incluye las partículas con forma esférica de 5 mm y de fibra por debajo de 15 mm.
Son pequeños fragmentos de plástico (polímeros sintéticos) que se liberan por la degradación de productos más grandes o por su uso en ciertas aplicaciones. Se estima que cada año se emiten en la UE entre 75.000 y 300.000 toneladas. Están presentes en los ecosistemas acuáticos y terrestres, también en los alimentos, el agua que consumimos y nuestros cuerpos. Su emisión constante genera la polución persistente de ecosistemas y cadenas tróficas. Los estudios de laboratorio han mostrado que los microplásticos pueden causar diversos daños (eco)tóxicos y físicos en los seres vivos. Cada persona de un país occidental ingiere el equivalente medio a una tarjeta de crédito semanal de microplásticos. Unas tres muñecas Barbie cada año.
Algunos ejemplos de productos comunes incluidos en el ámbito de aplicación de la restricción son el material de relleno granular utilizado en superficies deportivas sintéticas, que constituye la mayor fuente de microplásticos intencionales en el medio, también cosméticos y detergentes, suavizantes, purpurina, productos fitosanitarios, juguetes... Se espera que estas medidas supongan una reducción del 70% de las emisiones de microplásticos, lo que en los próximos 20 años equivaldría a evitar la dispersión de medio millón de toneladas.
Campos de hierba sintética y llanuras de inundación
Todo esto nos trae a la memoria lo ocurrido el 23 de enero de 2021, cuando en una operación de limpieza del parque fluvial de Pamplona y comarca, organizada por las asociaciones que conforman Alianza por el Clima, se recogieron medio centenar de contenedores con basuras y residuos contaminantes, la mayoría objetos de plástico, barreras de obra, piezas de invernaderos, aperos, botes, botellas… Una de las preocupaciones máximas, y que luego se confirmó, fue que tanto plástico recogido era el menor de nuestros problemas. Las organizaciones que conforman Alianza por el Clima impulsaron un estudio sobre la dispersión de caucho granulado y microplásticos desde el campo de hierba sintética de San Jorge, situado en la llanura de inundación del Río Arga. El material tóxico fue removido y transportado por la dinámica fluvial inherente a una llanura de inundación en las crecidas del 10 de diciembre de 2021. Pero no era la primera vez desde su construcción en 2007. Ha sucedido más veces.
Estos terrenos de juego contienen entre 100 y 120 toneladas de caucho sintético triturado, entre ellos hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP) cancerígenos, además de metales y ftalatos, de las cuales entre 3 y 10 toneladas se dispersan al año debido al desgaste y sobre todo, a la lluvia que se los lleva al no haberse tomado las medidas de contención mínimas recogidas en el Documento CEN/TR17519:2020 del comité PRI/57. Éste describe maneras sencillas y económicas de contener estos materiales tóxicos utilizados en campos deportivos con césped sintético, alcanzando, según estudios liderados por la UE y el sector, hasta un 98%.
Tampoco tras el pleno dedicado a tal respecto en el Consistorio en marzo de 2021, al acordar cumplir la normativa europea, se ha llevado a cabo ninguna de las acciones recomendadas y recogidas en el informe de Alianza por el Clima. Éste sigue en la web desde su publicación. Además, se detectó que los jugadores sacan una buena parte del caucho sintético en los zapatos, la ropa o el pelo. Así se viene dando desde que se construyó el campo de fútbol de San Jorge en 2007 en un área cartografiada y bien definida para los diversos proyectos urbanísticos que lo circundan como una unidad geológica con dinámica de llanura de inundación.
Las llanuras de inundación, tal y como se refleja en el estudio de Alianza por el Clima, no son lugares idóneos para acoger este tipo de instalaciones y si se opta por que sean estas unidades geológicas las elegidas para ubicar ciertas actividades deportivas como el fútbol, entonces la tercera generación de campos de césped sintético con gránulos de caucho reciclado de neumáticos no es la fórmula adecuada. En el capítulo 7 del citado informe se facilitan tecnologías como las que ahora recomienda el Reglamento 2023/2055.
Un mal invento
La UE, con el nuevo Reglamento, concluye que estos campos no han sido adecuados ni un buen invento para paliar el problema de los neumáticos al final de su vida útil, dándoles una segunda oportunidad a costa de generar desastres de salud muchos mayores. Pero especialmente, la UE subraya que la prohibición final, viene del hecho contrastado de que los responsables no se molestan en cumplir la normativa de contención del material tóxico exigido en el CEN/TR17519:2020. Es nuestro caso.
En el informe que fue presentado al Ayuntamiento de Pamplona, siendo alcalde Enrique Maya, se planteó y consiguió el compromiso necesario para “un estudio ambicioso de cuál ha sido el alcance del vertido y si es posible hacer un seguimiento de a dónde han ido a parar las toneladas de caucho reciclado granulado y microplásticos que se llevó el río Arga a su paso por San Jorge, si hay más campos en la misma o similar situación y si ahora, como es probable, al entrar en la cadena trófica a través de los alimentos, cuáles van a ser las consecuencias para nuestra salud”.
Tenemos constancia de que no se ha hecho nada, como tampoco lo ha hecho el actual equipo de Gobierno. Durante todo este tiempo ha habido un seguimiento ciudadano con inspecciones y un archivo de documentos gráficos. Especialmente tras las lluvias se corrobora la triste realidad que se adelantó con aquel estudio. El campo de fútbol de San Jorge va a desaparecer en su versión sintética, al igual que todos los demás que se encuentren en llanuras de inundación. En la actualidad existen soluciones viables sostenibles y más económicas. Involucran nuevas tecnologías de tierra batida, campos de caucho de fibras naturales o hierba natural. Siguen encima de la mesa una serie de medidas y alternativas eventuales que evitan los problemas generados para la salud, el sector agroalimentario y los ecosistemas.
Queridas y queridos lectores, hablando con Ana Campos, del grupo de Ciencia Crítica, nos dimos cuenta de que cuerpo y alma nos pedían expresar algo que se sale de la actividad científica convencional en estos tiempos en los que el Idioceno avanza. En el trasfondo, cierta impotencia al contemplar numerosas respuestas y actitudes idiocénicas en buena parte de la población ante los profundos cambios que vivimos.
Muchas veces, actuar de manera idiota es terriblemente contraproducente para todo ser vivo, para toda la vida del planeta. El malvado actúa movido sólo por el beneficio propio, poco o nada le importa perjudicar a los demás seres, vegetales, animales o humanos. Sin embargo, el idiota es capaz de perjudicar a los demás sin beneficiarse e incluso perjudicándose. Decía Carlo María Cipolla cuando escribió sus "Leyes de la Estupidez Humana": "una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso”.
Sabemos que hemos provocado enormes cambios en los patrones climáticos, hemos puesto en marcha una enorme campaña de desertificación, de creciente contaminación del medio y de nuestros cuerpos, o de la involución de los ecosistemas que apenas ya nos mantienen, también los cambios sociales que ello está produciendo se nos aparecen como idiocénicos, incluso cómo afectan a las modas, las nuevas formas de pensar y de participación; pero sobre todo, aquellas conversaciones con Ana nos condujeron a una suerte de introspección hacia los mecanismos mentales generados en los últimos tiempos con la descomunal potencia de los combustibles fósiles, cuyos efectos han tenido tanta fuerza en nuestro interior como lo hemos visto en el exterior desde hace casi 170 años, pero especialmente desde el final de la segunda guerra mundial tras "la gran aceleración".
“Algún día, después de dominar los vientos, las olas, las mareas y la gravedad, seremos capaces de aprovechar la energía del amor. Entonces, por segunda vez en la historia, el hombre habrá descubierto el fuego” (Pierre Teilhard de Chardin). Sí, el amor es la única fuerza capaz de rescatarnos del barro putrefacto del Idioceno (un paso más del Antropoceno hacia el abismo). Pero amar en tiempos de mentiras, de egoísmo y odio requiere mucha generosidad y valentía. La Humanidad se encuentra en la encrucijada de una crisis absoluta, de la bifurcación como estructura compleja. Es ciencia pura. Ante nosotros, la evolución hacia un estadio superior o la involución hacia el caos.
Por Ana Campos y Antonio Aretxabala
Vida y sociedades humanas
En 1977, uno de los pensadores más originales del pasado siglo era galardonado con el Premio Nobel de Química por su teoría sobre las estructuras disipativas. Nacido en Moscú y nacionalizado en Bélgica, Ylia Prigogine fue un físico-químico polímata, pionero en el campo de los sistemas complejos por sus teorías sobre la emergencia y evolución de la vida. Para Prigogine los seres vivos somos estructuras complejas autoorganizadas (islas de orden) que se mantienen en equilibrio disipando energía y materia a su entorno (océano de desorden).
La vida, bautizada con el nombre de Gaia en nuestro planeta, se consolida sobre un entramado de estructuras que consiguen desarrollar mecanismos para mantener el orden. A nivel individual, cada ser vivo no es más que una de las miríadas de estructuras básicas sobre las que reposa y se articula el resto de las estructuras de Gaia, todas ellas interdependientes entre sí. La sociedad humana tal vez sea la más compleja que ha emergido en Gaia hasta la fecha, aunque funciona exactamente igual que el resto: consume energía para alimentar sus funciones vitales (orden) mientras disipa entropía (desorden).
Mantenerse alejado del desorden es una tarea complicada pues todas las estructuras, desde el nivel más básico al más complejo, están sometidas a continuas fluctuaciones tanto de carácter interno como externo. En ocasiones las fluctuaciones que sacuden una estructura concreta, una isla de orden, se amplifican de manera no-lineal, conduciéndola a una “bifurcación” según nos explica Prigogine. El camino que toma la estructura tras la bifurcación es incierto: puede reforzar su autoorganización para evolucionar hacia un nivel superior de orden, de complejidad, o involucionar hacia una dinámica más caótica. O directamente hacia la muerte, como sucede con los organismos cuando cesan su ciclo vital evanesciéndose en el desorden.
En el caso de las sociedades humanas los mecanismos de autoorganización han ido degenerando en sistemas jerárquicos sostenidos sobre dinámicas de poder y sometimiento, alimentados por antivalores como el egoísmo, la ambición, la soberbia, la envidia o la aceptación de la mentira. El más ruin de todos los antivalores es la cosificación de la vida: todo tiene un precio, y aquel que no es capaz de generar “riqueza monetizable” no vale nada. Esta miserable depreciación de la existencia es aceptada con naturalidad por una sociedad que se abrazó al darwinismo social, introduciendo una nueva variable que se retroalimenta con los antivalores: el miedo. Craso error, pues tal y como la ciencia nos ha mostrado, el mecanismo más básico que sostiene todo el entramado de la vida, de Gaia, no es la competición y la lucha, sino la cooperación y la simbiosis.
A las fluctuaciones internas generadas por las injusticias y el sufrimiento que padece un amplísimo porcentaje de la población se han sumado unas enormes fluctuaciones externas, producto de una crisis climático-ambiental originada por la intensa actividad industrial de los últimos siglos. La sociedad humana se encuentra en estos momentos ante una bifurcación, completamente desbordada por los intensos vaivenes a los que se ve sometida. Aunque el diagnóstico de la situación está claro, tanto como lo está el camino por el que deberíamos transitar para alejarnos del peligro, las dinámicas sociales nos empujan hacía el vertiginoso abismo del desorden, de la involución.
El Idioceno
Así es, querido/a lector/a, como hemos llegado al Idioceno, esta época kafkiana en la que los seres humanos jugueteamos con nuestro suicidio colectivo de una manera absurda, idiota en todas sus acepciones: egoísta, ignorante, tonta. En lugar de encarar la situación poniendo en práctica las medidas que podrían aplacar el oleaje, nos hemos empeñado en pisar a fondo el acelerador, cegados por un pensamiento mágico que lleva a algunos a negar la evidencia científica y a otros a depositar su fe en la omnipotencia de una técnica capaz de desafiar las leyes de la física, apelando a fuerzas sobrenaturales llegado el caso.
Y es que el poder divino ya hace funcionar unos auriculares inalámbricos con la batería vacía. Según los seguidores de una usuaria de TikTok que hizo viral el poder de sus oraciones, es así. La muerte temprana de miles de niños trabajando en las minas de coltán africanas estaría ausente de la mirada divina y de la consideración de Dios al hacer de la tecnología objeto de sus milagros; eso sí, siempre que sea a través de una fe lo suficientemente poderosa como para remover las montañas en las que casualmente había miles de niños acarreando sacos a toneladas con tierras raras.
Es importante, también, que nuestras oraciones no contemplen el sufrimiento humano ni el envenenamiento cuando las empresas tecnológicas procesen ese material para que, ya mucho menos tóxico, nos proporcione hora y media de canciones súper bonitas. Cuando los auriculares estén viejos serán devueltos a África para que otros tantos miles de niños extraigan algún metal quemando sus componentes a expensas de la mayor incidencia de leucemia infantil del planeta. Dios tampoco lo querrá ver. Un enorme beneficio para el sistema auditivo de tiktokers, muy dañado por tantas horas de auriculares injertados, es el ahorro de energía y optimización del tiempo gracias a la potencia de los altavoces de discotecas y conciertos; como diría Pedro Prieto, con un chupito de vodka y otro de refresco de naranja las ondas sísmicas del altavoz preparan el cóctel in situ mientras recorre el esófago hasta sedimentarse en el estómago, ya hecho, en forma de destornillador kilómetro cero 100% sostenible. Como mandan los cánones de lo cool.
El exceso de estímulos que embotan los sentidos hasta anularlos, el egoísmo convertido en piedra angular de un mundo superpoblado donde algunos enfermos piden entrar en prisión para huir de la soledad, y un concepto estúpidamente equivocado de lo que significa ser libre son las señas de identidad de este Idioceno que nos conduce al desorden. Al camino de la involución. ¿No habría alguna manera de sortear el abismo, una fórmula capaz de impulsarnos hacia nuevos niveles de orden? ¿O acaso la caída es ya inevitable?
Según Prigogine, el orden es algo que emerge espontáneamente en una cadena de infinitas potencialidades, haciendo que la vida no sea un fenómeno extraño, producto de una improbable casualidad, sino algo ligado a la esencia misma de la naturaleza. Tal vez la esencia de la naturaleza no sea otra cosa que el amor. Hay un orden supraconsciente que organiza tonos cromáticos, intensidades, tiempos, cadencias, repeticiones y suponen la diferencia entre un garabato o un conjunto de ruidos de una obra maestra de la creación, sea pintura, música, ciencia o literatura. Tras ello, una voluntad y una energía las impulsa. Tal vez esa voluntad creadora, esa energía vital no sea otra cosa que el amor.
Amor, atención, generosidad e Idioceno
Decía Prigogine: “Existen diferentes vías de interrogar al Universo en que vivimos, y la música es también una de ellas. Nuestro entorno no es sólo color, sino también sonido y muchas otras cosas”. Un ser pensante, sintiente y con voluntad, como es el ser humano, busca explicar el Universo y a sí mismo como parte de él. Pero no cabe ninguna duda: antes de que algo pueda ser explicado ha de existir la facultad de comprender la explicación. La ciencia, si es con amor, se libera del prejuicio de no reconocer la existencia del espacio que la sustenta y precede: «el sentir» y así ser más auténtica y consciente, pues antes que el pensar, mesurar, relacionar, está la capacidad de sentir certeza. La evidencia científica sería en última instancia una actividad perteneciente a la esfera afectiva, compañera inseparable del amor.
La sabiduría atávica nos ha enseñado que ella misma se desarrolla a través de la luz interior. Hoy, a esa luz que ilumina cada objeto estudiado lo llamamos atención, una capacidad que se pierde y se disipa en el caos del Idioceno. Pero la atención, como análoga a la luz, ilumina ese objeto para hacerlo visible, ser introducido o fundido con el observador en un ejercicio de fusión que deriva en el conocimiento de sujeto y objeto como unidad. De tal manera que la atención ha conseguido lo que hace el amor: la entrega y la fusión.
La atención, así vista, sería la forma más elevada de la generosidad y, por tanto, si el Idioceno se caracteriza por la pérdida de la capacidad de atención, el Idioceno es, ante todo, una era con carencias de generosidad, o lo que es lo mismo, abundante en egoísmo, mentira y odio. Pero con un inconveniente: la mentira, por definición, no es real. El amor sí lo es. De esta manera, podemos vincular a la ciencia y al Idioceno nuestros prácticamente imposibles de abarcar conceptos del bien y del mal. El bien estaría en todo aquello que, como la ciencia y la atención, nos acercan a la realidad, la verdad y el amor. El mal nos alejaría de la realidad, su mejor exponente: la mentira.
El Idioceno es incompatible con el amor, incompatible con la verdad, sería la era en la que cada ser humano es el primero en no considerarse a sí mismo parte del Universo, en no atenderse, no amarse o, en otras palabras, el primero en no considerarse y anularse. El Idioceno supone la victoria del autoexterminio, la anulación de la libertad y la supresión voluntaria de lo humano, porque la dimensión espiritual, aunque no se pueda medir ni pesar, es la esencia del pensar científico e intelectual que se va disipando en esta era de atención (generosidad) decreciente. Y es que el pensar intelectual es incapaz de describirse o explicar su propia esencia, simplemente es evidente. Precede a toda capacidad cognitiva, es incapaz de exponer sus propias características, pues el pensar solo se puede observar a sí mismo a través del pensar, una actividad basada en sí misma como lo es el amor.
Solo el amor puede alejarnos del abismo, es la única espada capaz de cortar el nudo gordiano que nos ata al Idioceno al ser lo único que realmente es. Los milagros de los Dioses que escuchan las plegarias de sus fieles mientras ignoran las necesidades de los miserables solo existen en el Idioceno y como tal, son un fraude; como lo es esa reedición tecno-verde del milagro de los panes y los peces prometida por los gurús del crecimiento ad infinitum de la riqueza monetizable. Al igual que lo son los discursos de aquellos que, conscientes de los peligros que nos acechan y dispuestos a la lucha, no consiguen despegar la mirada de su ombligo y el de su descendencia, ajenos a las necesidades del resto si no se alinean con las suyas.
El amor es la única fuerza capaz de rescatarnos del barro putrefacto del Idioceno. Pero amar en tiempos de mentiras, de egoísmo, de odio requiere mucha generosidad y aún más valentía. “Donde no hay respeto, no hay amor. Donde no hay compasión, piedad, perdón, no hay amor” nos recuerda Jiddu Krishnamurti, quien también señala la unión indivisible que existe entre libertad y amor. “La libertad es esencial para el amor; no la libertad de la revuelta, no la libertad de hacer lo que nos plazca ni de ceder abierta o secretamente a nuestras apetencias, sino más bien la libertad que adviene con la comprensión”.
Santo Tomás de Aquino veía al hombre como un “Homo Viator”, un viajero que deambula por la existencia en busca de una paz interior que sólo alcanza con la comprensión, transformándose en “Homo Comprehensor”. Un viaje metafórico en el que se inspiró Dante Alighieri, lector de la obra de Santo Tomás, al convertirse en protagonista de su propia obra para narrar el periplo alegórico que le lleva por el infierno, el purgatorio y el cielo en la aclamada Divina Comedia.
Pero comprender no es saber. Esa es una de las grandes equivocaciones del Homo Sapiens, el sabio que deambula por el Idioceno enfrentado a la peligrosa bifurcación donde se separan las sendas de la evolución y la involución, convencido de que sólo con su saber conseguirá sortear cualquier peligro que se cruce en su camino. No es así. Esa fuerza es exclusiva de la comprensión que emana del conocimiento que no se subordina a otros fines, el conocimiento que tan solo pretende conocerse a sí mismo y es adquirido por y desde el amor.
Para escapar del teatro del absurdo que es el Idioceno, de esta era en la que los necios se han conjurado para arrastrarnos al abismo hay que continuar concienciando sobre los problemas que nos azotan, hay que seguir investigando soluciones técnicas para evitar / mitigar / minimizar los peligros, hay que perseverar en la lucha contra las mentiras, contra las políticas injustas, contra el cinismo de los poderosos… Pero todo de lo que hagamos será estéril si no es impulsado desde la fuerza del amor.
Queridas y queridos lectores, este artículo es fruto de una conversación que mantuvimos el pasado mes de septiembre Antonio Turiel, Unai Pascual y servidor en Gopegi, Araba-Álava, donde nos encontramos con motivo de dar una serie de charlas y presentar el último libro de Antonio "Sin energía" (al final se puede ver el vídeo de la presentación en Vitoria-Gasteiz).
Lo que nos propusimos fue analizar desde varios puntos de vista, en especial tras el trabajo publicado en Nature por Unai liderando a decenas de autores internacionales. Cada vez aparecen más propuestas para la creación de empresas públicas de energía y con motivos muy diferentes. En el texto mostramos que el futuro de las empresas públicas de energía es factible, pero para ello es imprescindible romper con las lógicas crecentistas, extractivistas y de acumulación de capital en detrimento de millones de desposeídas y ecosistemas arrasados. Menos aún, permitir que acaben siendo un depósito de activos tóxicos cuando termine de explotar la burbuja renovable.
En el año 2015 los líderes mundiales adoptaron un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger los ecosistemas que aún siguen funcionando y asegurar la prosperidad para toda la humanidad como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible que culminaría en el año 2030: la Agenda 2030.
Septiembre de 2023 supuso el ecuador del proyecto, y se convocó una reunión que acogió la sede de Naciones Unidas para realizar un gran repaso. Nuevamente los líderes mundiales se reunieron para observar qué se había hecho bien y qué no. Algunos analistas económicos y sociales comentaron que se habían desarrollado apenas un 15% de las metas a alcanzar en el 50% del plazo; la culpa, obviamente, es de la pandemia de covid-19 declarada por la OMS en 2020 y la guerra en Ucrania. Otros, más descarnados, directamente denunciaron una situación peor a la de la casilla de salida, es decir, peor que en 2015.
Superando el ecuador
Como indican numerosos informes internacionales, no hemos conseguido
erradicar el avance de la destrucción de la mayoría de los ecosistemas
ni la desposesión de las comunidades que los habitan. Tampoco la
minería, que irrumpió con fuerza tras el colapso de los mercados de 2008
como pilar fundamental para una transición justa, ha podido ser
reconvertida, y de hecho es cada vez más especulativa. Nos propusimos
sustituirla por modelos de extracción sostenibles que debían mitigar los
impactos ambientales y sociales de manera notable, presentándose como
el sector más transversal de los 17 Objetivos para el Desarrollo
Sostenible (ODS) y presente desde el primero de ellos u ODS1: la minería
y el fin de la pobreza, o el segundo ODS2: la minería y la erradicación
del hambre, y así sucesivamente, la minería y la salud, el bienestar,
igualdad, trabajo digno, cambio climático, paz, fortalecimiento de las
instituciones…
El resultado, por el contrario, ha sido una creciente intensificación
de la presión ambiental y social por unidad de actividad económica, tal
y como se deduce de los trabajos de autores como William Rees, del Post
Carbon Institute, o desde hace años por el International Resource Panel
(IRP) del Programa Medioambiental de las Naciones Unidas. Se desmienten
así las afirmaciones genéricas de itinerarios de transición ecológica
que reposan sobre la idea de lograr un crecimiento verde con el apoyo de
programas al estilo Green Deal que, derivado de los 17 ODS, se han
puesto en marcha en Europa, especialmente tras la pandemia. Además, se
consolida tal contradicción con un hecho bien contrastado del que la
minería es la gran protagonista: que la eficiencia del mercado gracias a
la tecnología digital (gran consumidora de energía y minerales) ha
facilitado el saqueo a las comunidades locales y a sus territorios. Otra manifestación más del efecto rebote o paradoja de Jevons de carácter extractivo.
Cuando nacieron los 17 ODS en septiembre de 2015, áreas extensas del
planeta ya habían tenido que ser abandonadas o estaban en declive
irreversible. Los valores utilitaristas fomentados por el sistema
neoliberal que, a su vez normaliza la visión de la naturaleza como
fábrica de materias primas, ha supuesto la hegemonía de un modelo
relacional de dominación respecto a la naturaleza con objetivos
extractivistas. Este modelo extractivo erosiona el medio que nos
sustenta y es incapaz de evitar su destrucción si el beneficio económico
depende de que los impactos ambientales sean externalizados a otros
lugares y cargados a sus habitantes, incluidos los no humanos, ya que
éstos no tienen influencia en las decisiones que determinan la
rentabilidad del mercado de materias primas.
Por tanto, un sistema energético que sustente nuestras sociedades
termoindustriales exactamente como hasta ahora, pero con muy pocas o sin
energías fósiles, basado en modernas tecnologías de captura de energía renovable
con un grado de optimización y eficiencia máximo, con una gestión
digitalizada y automatizada en su uso gracias a la inteligencia
artificial, sería igual de cuestionable a la luz de las experiencias
previas. No deberíamos repetir viejos postulados de una sustitución
mineral que nunca jamás en la historia se ha dado. El último fracaso, el
Proyecto Smart 2020, con la implantación de la automatización, internet
de las cosas, industria 4.0 y otros procesos digitales fue pensado bajo
la tutela de Merkel y Sarkozy en 2008 para “refundar el capitalismo”
tras su último batacazo, pero ya vimos que ninguna de aquellas metas y
objetivos de optimización, emisiones, eficiencia ni ahorro se produjo.
No obstante, esta vez se va asumiendo una realidad incuestionable: la
irrupción de la descentralización en las matrices energéticas como
factor novedoso de gestión más eficiente.
Energía pública
Dentro de las posibilidades que se presentaron para enderezar el
fracaso manifiesto de Smart 2020 y ahora de la Agenda 2030, que algunas
personas vieron venir y que se reflejan en sesudos estudios científicos y
sociales, informes del IPCC, IPBES, etc., que puso a prueba la
capacidad de cooperación transnacional, se barajaron varias soluciones.
Una de ellas fue la creación de empresas públicas de energía. Existen
muchos modelos, desde la propiedad completa del Estado, como en Francia,
hasta el papel del Estado como accionista minoritario, como en el caso
de Italia.
En 2022, la propuesta de Unidas Podemos de crear una empresa
pública de energía de carácter estatal fue rechazada por el Congreso de
España. No obstante, varias formaciones políticas han seguido trabajando
en esa misma línea abriendo la posibilidad de hacerlo a nivel
autonómico, local o comunitario con diferentes variedades de
participación, incluso público-privada.
La idea parece adecuada y esperanzadora porque podría suponer la
ruptura definitiva del viejo régimen de oligopolios
político-empresariales y puertas giratorias del sector energético que
tanto sangra, especialmente a la ciudadanía. ¿O no?
Según se dirigían los mandatarios mundiales a la reunión de Nueva
York, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen,
anunció en el Discurso sobre el estado de la Unión un paquete
extraordinario de medidas para la industria eólica. La mayoría de los
analistas hablan directamente de un rescate. La Unión Europea fijó, con
la firma de los Gobiernos de Europa, el objetivo de 420 GW de capacidad eólica en 2030.
Sin embargo, la industria eólica nunca se creyó semejante ambición. Las
dificultades técnicas en algunos diseños y unas cadenas de suministro
que hacía más de un lustro no funcionaban just in time hicieron que la propia industria considerase un riesgo muy real “que la expansión de la energía eólica se iba a hacer en China, no en Europa”.
De momento, las tres cuartas partes del cobalto de nuestros
dispositivos digitales y de nuestras infraestructuras de transformación y
captación de energías “limpias” –con la ayuda de fondos chinos y
capital occidental–, han convertido a la República Democrática del Congo
en uno de los países más pobres y esclavistas del mundo (el 74% de su
población vive por debajo del umbral de pobreza). No son pocas las voces
que intentan frenar semejante injusticia ambiental, pues choca
directamente contra los 17 ODS. Pero el mundo permanece indiferente
porque al parecer no somos capaces o no queremos ver otra salida que el
sueño del crecimiento verde, público o privado.
En un contexto de creciente acumulación de activos tóxicos, la
creación de una empresa pública de energía, puede ser vista como una
navaja de doble filo. Serviría en cierto modo para reunir aquellos
activos tóxicos que van creciendo a golpes por la colisión constante con
los límites ecosistémicos, geológicos, termodinámicos y éticos de
nuestras sociedades extractivistas y su consiguiente aniquilamiento de
vidas y territorios en miles de rincones del Planeta. O, en su caso, el
modelo de empresa pública de energía también podría ofrecer palancas
interesantes para acompañar una transformación real del modelo
energético y así guiar una auténtica revolución verde también desde una
perspectiva tecnológica y humanitaria.
El primer caso puede constituir un rescate adicional del sector
energético que tiene una gran dosis de responsabilidad en la crisis
ecosocial. Este rescate estaría movido por la misma visión del
crecimiento y de acumulación de riqueza en las manos que mecen la cuna
del sistema neoliberal, pero verde, como el gas y la nuclear desde 2022.
El segundo
caso, el que supondría una auténtica transformación o revolución,
dependiendo del ritmo y profundidad de los cambios estructurales del
sistema económico actual, asumiría la imposibilidad del crecimiento
material y energético, ni sostenido ni sostenible, en un planeta que ve
cómo se siguen sobrepasando sus límites físicos y sociales. En este
segundo caso se pondrían en marcha cuanto antes todas las fórmulas de
disminución, optimización, descentralización y decrecimiento controlado
previstas en cada vez más estudios e informes científicos, sociales y
humanitarios o en documentos tan valiosos como el Dictamen SC/048 del
Comité Económico y Social Europeo (CESE) de la UE sobre nuevos modelos
económicos sostenibles.
Pero para ello es requisito necesario, aunque no suficiente, romper
con las lógicas crecentistas, extractivistas y por supuesto, de
acumulación de capital en detrimento de millones de desposeídas y
ecosistemas vaciados, arrasados o abandonados, cual infames vertederos.
El futuro de las empresas públicas de energía puede ser brillante, por
supuesto, pero siempre y cuando la garantía de su funcionalidad pase por
que el concepto de sostenibilidad, en todo su prostituido
esplendor, recupere su significado esencial: el mantenimiento del
equilibrio y las funciones básicas de la naturaleza que ofrecen el
soporte vital del sistema socioecológico.
Presentación: "Sin energía. Pequeña guía para el Gran Descenso"
Casa de Cultura Ignacio Aldecoa de Vitoria-Gasteiz
Marrakech, 9 de septiembre de 2023 tras el terremoto Mw6,8 horas antes. EFE.
Queridas y queridos lectores, tras el inesperado terremoto sucedido el pasado 8 de septiembre (9 de septiembre en la Península Ibérica y 8 en Canarias) del que ya se contabilizan miles de heridos, más de 3.000 víctimas mortales y enormes daños y destrucción (Intensidad hasta IX en el área epicentral). Varios medios me contactaron para un análisis preliminar del porqué y el cómo se puede desatar tanta destrucción en apenas 20 segundos. Acompaño este artículo publicado en Diario de Noticias de Navarra —al que he querido dotar de una perspectiva histórica y social que suele estar ausente de los concienzudos análisis geofísicos—, con algún archivo multimedia proveniente de diferentes aportaciones en medios de comunicación.
Antonio Aretxabala
Pamplona, 15 de septiembre de 2023
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El terremoto de magnitud momento Mw 6,8 con epicentro a unos 50 km al sur de Marrakech se produjo, sin terremotos premonitorios o avisos, en un área que no conocía estas magnitudes en 500 km a la redonda. Esta imprevisión no es exclusiva de los países que denominamos “en vías de desarrollo”, sucedió, por ejemplo, en Emilia Romagna, con la destrucción de la ciudad patrimonial de Ferrara en 2012 recién estrenada la moderna normativa de construcción sismorresistente italiana de 2004. Muchos de los terremotos históricos no se habían estudiado, simplemente porque los historiadores no fueron llamados a participar en el proyecto. Así desarrolla su tesis Emanuella Guidoboni, historiadora y geóloga en “Il peso economico e sociale dei disastri sismici in Italia negli ultimi 150 anni”, 2012.
En el trasfondo de su investigación está la vergüenza, primero religiosa de admitir haber sido castigados por Dios a causa de tanto vicio y pecado, lo que llevó a las autoridades religiosas a borrar cualquier indicio de catástrofe sísmica ante los reinos vecinos, y más tarde científica, por no haber preparado el medio humano desde unas instituciones con deficiente consideración hacia el impacto de los riesgos naturales o creados por nosotros.
Esa información vital se pierde en el tiempo dando lugar a la subestima del fenómeno sísmico y la exposición de miles o millones de personas a un riesgo evitable. En España y concretamente en Navarra, también lo vivimos, hasta tal punto que, si no fuera por el abnegado trabajo de arqueólogas e historiadoras buceando y repasando miles de manuscritos, no hubiese llegado información valiosísima hasta nuestros días.
El episodio sísmico con colapso de edificios de varios días seguidos, vivido entre Sangüesa y Pamplona en 1612, ha sido desarrollado en un libro de cultos y plegarias por las catástrofes: “El Ayuntamiento de Sangüesa (Navarra) y algunos cultos religiosos” de Juan Cruz Labeaga, 1999. El autor relata un enjambre sísmico que aterrorizó a la población de ambas ciudades. Las autoridades ordenaron dejar de tañer instrumentos, tener relaciones, cantar o celebrar, debían hacer ayuno y acudir a rezar todos los días a la Iglesia de San Salvador de Sangüesa porque la ira de Dios desatada por el pecado y el vicio era mayúscula. En el libro “Arqueología en la catedral de Pamplona. El origen del culto cristiano” de Mª Ángeles Mezquíriz y Mercedes Unzu (2021), Teresa Alzugaray (Anexo III: ruina del templo románico), archivera y paleógrafa del Archivo de Navarra, apunta a una causa para el derrumbe de la seo pamplonesa en la madrugada del 1 de julio del año 1390: un terremoto.
Sin embargo, aún queda mucho trabajo en España, y especialmente en Navarra, para integrar este tipo de investigaciones geohistóricas con el de geólogos, arquitectos o ingenieros. La vergüenza se ha trasladado a la falta de estudios científicos. Si proyectamos los más de dos mil terremotos del área de Lizoain (Navarra) sucedidos a 15 km al este de Pamplona durante el enjambre sísmico de 2020-2021, no hay ninguna falla conocida. Casi nada sabemos sobre sus longitudes y, por lo tanto, de su potencial destructivo. Epicentros sobre nada suena más a ira divina que a tectónica local.
En todos los países las normas se van actualizando en función de la experiencia adquirida en vivencias previas, como en Lorca, que supuso un antes y un después. Nos dimos cuenta de que vivíamos en un territorio con una sismicidad capaz de matar, arruinar el patrimonio y paralizar toda la economía de una comunidad. Fue un shock tan grande que cambió completamente la mentalidad de constructores y centros de investigación. Ahora nos consideramos un país mucho más sísmico que antes de mayo de 2011. Claves para la destrucción
El terremoto de Marruecos no ha sido profundo, unos 25 km. La intensidad macrosísmica (el daño observado) alcanza IX sobre XII en el área cercana más poblada, hasta V-VI en zonas alrededor de Casablanca y hasta II al sur de Iberia con testimonios en Madrid (IGN) e incluso al sur de Francia (EMSC).
Los edificios, en su mayoría, no son sismorresistentes. No se conocía un impacto de tal calibre en la historia, no se tomaron medidas. Más de 3.000 personas han muerto y miles más han resultado heridas. Las pérdidas serán cuantiosas. Unos 20 minutos después del terremoto principal se produjo la réplica M5,1 (como el de Lorca en 2011). En 1960 un evento M5,8 en Agadir (a unos 250 km al sur) dejó unas 15.000 víctimas en la costa occidental, lejos del área del Atlas. En 1755 se reportan miles de victimas en un lugar lejano más al norte. Esta vez el mecanismo focal (la lectura de las ondas) coincide con una falla inversa E-W probablemente asociada a la Falla Atlas Norte.
A medida que haya más información, incluidas observaciones satelitales, será posible determinar la falla causante y catalogarla. Han deslizado unos 30 x 20 km de corteza con hasta 1,5 m de desgarro en la zona epicentral. Esta vez, cerca de Marrakech se ha superado una aceleración básica del terreno ab>0,5g (la mitad de la gravedad) lo cual supone una aceleración insoportable para las construcciones tradicionales de mampostería, adobe y ladrillo o las modernas de hormigón armado con planta baja libre, una configuración letal extendida por todo el planeta en áreas incluso de sismicidad moderada. En el área epicentral se ha superado ese latigazo en ab> 1g (la aceleración de la gravedad). Los terremotos M>6 sin embargo, sí son comunes al norte de Marruecos en el área del Mediterráneo: el M6,4 en febrero de 2004 o el M6,3 de enero de 2016, frente a Alhucemas, son los más cercanos el en tiempo con cientos de víctimas y miles de heridos.
Detalle del tipo de viviendas tradicionales (mampostería, adobe y ladrillo) que han caído prácticamente al completo. Vista general de Tagadirt el domingo 10/09/2023. Foto: Moeh Atitar
Terremotos catastróficos en Iberia
Muchos medios españoles hablan de que este tipo de terremotos se pueden dar en el S-SE español y es verdad. Aunque mucha gente lo ignore, España fue pionera y referencia en el conocimiento y trato con el fenómeno sísmico. Toda Europa tomó nota de ello tras la reconstrucción de Guatemala y otras ciudades de Centroamérica o de la propia Iberia. Cada vez que se producen este tipo de terremotos inesperados como el de Marruecos, los medios de comunicación y los científicos se vuelcan en si puede pasar algo así en España. La mayoría recuerdan lo sucedido en Torrevieja en 1829 o en Arenas de Rey en 1884, ambos eventos estarían por encima de M6,5. Sin embargo, poco se habla del norte o de Pirineos, aunque por aquí también hubo terremotos M6-7, el último hace casi 300 años.
En el norte, no pocas comunidades trazaron sus destinos tras vivir el impacto de lo que se consideró de origen divino, luego eléctrico (como las tormentas), más tarde por el fuego interno (con Julio Verne alcanza su cenit) y finalmente tectónico y también climático o inducido, sirviendo de ayuda a las generaciones futuras y a otras comunidades que, en algún momento, sufrieron el impacto sísmico.
En efecto, la zona de los Pirineos también es vulnerable, aunque en menor medida que el sur, en los últimos 600 años ha vivido una docena de terremotos de intensidad superior a VIII. Así, en el año 1428, unas 800 personas murieron tras un terremoto de intensidad IX-X que destruyó Queralbs (Girona). Hace casi tres siglos que en el área pirenaica no se viven terremotos catastróficos. Ello contribuyó a la amnesia sísmica española. Algunos escritores han utilizado estos fenómenos catastróficos reales para contextualizar sus novelas, como en “La Catedral del Mar” de Ildefonso Falcones o nuestra premiada escritora Fátima Frutos, que desarrolla el impacto humano de los terremotos en El Salvador con “La selva bajo mi piel”.
Las comunidades que no le dieron importancia al fenómeno sísmico quedan heridas por años, por décadas, a veces para siempre.
Claves para una tragedia sísmica Marruecos, septiembre de 2023
El terremoto de Martes (Huesca) del día 10 de julio 1923 afectó a todo el cuadrante nordeste de España y sur de Francia, alcanzó una intensidad destructiva de VIII. En rojo pueden verse las isosistas de V a VIII, en naranja IV, III en amarillo y en amarillo claro II.
Ha pasado un siglo desde que una crónica sanferminera recogiera el impacto en Pamplona de un terremoto que alcanzó intensidad VIII en el área epicentral, a la cola del embalse de Yesa, entre Martes y Artieda. Aquel 10 de julio de 1923, a las 5 horas y 31 minutos de la madrugada, se inició un período sísmico que se alargó hasta 1925. Según los datos recogidos por el ingeniero y geógrafo Don Alfonso Rey Pastor, que era director de la Estación Central de Toledo, el número total de sacudidas durante 1923 fue de 189.
El terremoto de Martes del 10 de julio de 1923 fue sentido en todo el cuarto nororiental de la Península Ibérica, desde Cantabria hasta Cataluña y desde el sur de Francia hasta Valencia y Madrid con diferentes intensidades. Como Richter (1900) aún era muy joven y estaba preparando su famosa escala energética basada en la magnitud (tenía 23 años), la magnitud del evento fue variando durante los siglos XX y XXI con las sucesivas revisiones del primitivo registro, variando éstas desde M5,4 hasta M6,0. En esa época se utilizaba la escala de intensidad de Mercalli. A Pamplona se le adjudicó una intensidad de IV-V, similar a la vivida la madrugada del 10 de marzo de 1903 o más recientemente la famosa noche de los terremotos del 1 de octubre de 2020. En San Sebastián por un efecto local llegó a V, como en Huesca. En Girona y Barcelona IV, como en Perpiñán, Logroño o Zaragoza.
Este terremoto cambió completamente la percepción del medio que nos sustenta y poco a poco fue estudiándose la geología prepirenaica a la par que el nuevo producto tecnológico más impactante de todos los tiempos se imponía en el mundo de la construcción mundial hasta pasar del 2% en 1923, al 80% del peso de todas las cosas tecnológicas inventadas por el ser humano en 2020, incluyendo plásticos, metales, vidrio, asfalto o ladrillos: hablamos del hormigón armado. Su acelerada implantación a nivel planetario vino acompañada de lo que más tarde se consolidaría como las normas de construcción sismorresistentes que tan satisfactoriamente aplicamos en Navarra.
Prueba de ello fue Pamplona y la resistencia de nuestros edificios ante una aceleración del terreno de 0,16g (g es la aceleración de la gravedad) el 10 de marzo de 2017 poco antes de las ocho de la mañana, provocada por un terremoto de intensidad VI con epicentro en Olave. Pamplona se ha venido construyendo desde 1968 aplicando una cuarta parte (0,04g a partir de 2002). Precisamente en 1923 se construía lo que seguramente sería el primer edificio de hormigón armado de Iruña-Pamplona: la Plaza de Toros. Pamplona en las fiestas de San Fermín de 1923
El terremoto conmocionó a las personas que lo vivieron y que, además acompañó a los sanfermines de aquel año entre sustos y juergas. El entonces alcalde de Iruña escribió la siguiente crónica cuando aún no había datos de la magnitud del evento. Se trata de la única crónica de los sanfermines que incluye un fenómeno sísmico:
"Crónica sanferminera, 10 de julio de 1923. Terremoto: a las cinco y media de la mañana del día 10, mientras las dianas desfilaban por la ciudad, se produjo un importante temblor de tierra que causó gran alarma entre la población. Se desconoce su intensidad, pero sirva como dato que su epicentro debió de estar situado entre Burgui, Castillonuevo, Tiermas y Salvatierra de Esca (en las inmediaciones de la foz de Sigües); y que en Burgui se desplomó un corral, en Castillonuevo una casa, y en Tiermas cayó la torre de la iglesia". Don Joaquín Iñarra, Alcalde de Pamplona (10 de julio de 1923).
Entre el amplio grupo de forasteros llegados a una Pamplona, cuyas fiestas ya tenían una proyección internacional, había un joven matrimonio de nacionalidad estadounidense que vivían en París. Él era periodista y acudía a Pamplona para cubrir nuestras fiestas desde el semanario canadiense Toronto Star. Se llamaba Ernest Hemingway, un forastero más; pero un forastero a quien el destino le tenía preparado convertirse en uno de los personajes emblemáticos de los sanfermines de todos los tiempos.
Al periodista parece que le gustó, y le enganchó. No se han encontrado referencias en sus artículos ni en sus cartas a aquel evento del que todo el mundo habló al menos hasta 1925 que cesaron las réplicas, ¿estaría Ernest de resaca? El propio director de la Estación Central de Toledo escribió sobre los días posteriores:
"... Las noticias publicadas por la Prensa al día siguiente pusieron de manifiesto la extensión del área de conmoción, que abarcó en España toda la región del NE., llegó por el S. hasta la provincia de Madrid y comprendió también buena parte del mediodía de Francia. Los epígrafes de los telegramas comunicados por los periódicos anunciaban los grandes daños sufridos en gran número de pueblos de las provincias de Huesca y Zaragoza, la aparición de agrietamientos en el suelo, salida de llamaradas por los mismos, incendio de montes, etc., etc., dando por seguro la aparición inminente de un volcán...".
Alfonso Rey Pastor recopiló información años después de sus trabajos de campo y de las entrevistas a los testigos, poniendo de manifiesto las deformaciones del terreno previas a que se desatara el fenómeno sísmico en la zona:
“… Observaron varios vecinos un cambio lento en la fisonomía de la zona, hasta el punto de cesar la visualidad del pueblo de Sada desde la carretera […]. Otro punto muy interesante en este sismo ha sido la relación de los fenómenos meteorológicos y los sísmicos. Dos o tres días antes del sismo principal algunos dijeron que ya habían visto resplandores en la Sierra de Orba…”.
El científico lo achacó a la explosión de gases emanados desde el subsuelo al coincidir “el movimiento epirogénico” con descargas eléctricas de las fuertes tormentas de aquellos días que, entre otras cosas, dejaron aislados a varios pueblos en Navarra y Aragón a causa de los deslizamientos provocados por el terremoto principal, las réplicas y las fuertes tormentas.
Mucho hemos avanzado desde entonces, pero mucho más deberemos avanzar. Aquella ciudad de ladrillos, piedra y madera de 33.000 habitantes se ha multiplicado por más de diez y muchas de las zonas conquistadas durante el siglo XX por el hormigón armado —un producto que permitió diseños muy audaces, pero con obsolescencia programada y al que apenas se le otorga un siglo de vida—, se han domesticado en un suspiro en la escala geológica. Ahora, al menos lo sabemos.
Dedicado a D. Alfonso Rey Pastor, cuyos trabajos sobre la sismicidad del norte de la Península Ibérica, a principios y mediados del siglo XX, cambiaron para siempre la percepción del medio que nos sustenta.
Queridas y queridos lectores, traigo al blog, en castellano como habitualmente, este artículo de Berria JATEN DUGUN LURRA de Jokin Sagarzazu. En él, se establece un debate entre Marta Goñi de INTIA, Iñaki Antigüedad de la EHU/UPV y servidor. Os dejo con Jokin.
El 80% del agua disponible en Euskal Herria Sur se utiliza para el regadío. Ya se han comenzado a reemplazar unos cultivos por otros con técnicas para usar menos agua en la producción.
Más calor, sequías, menos comida. Los efectos del cambio climático provocado por el hombre son cada vez más evidentes y las previsiones para las próximas décadas no dejan lugar a dudas. Se estima que alrededor del 10% de las tierras agrícolas actuales quedarán inservibles en el año 2050, y la productividad de los tres principales cultivos que alimentan al mundo (maíz, trigo y arroz) se reducirá en un 5%. El agua es un recurso precioso. Como advierten los expertos, en el sur de Europa en general será necesario a medio plazo sustituir unos cultivos por otros y emplear técnicas que consuman menos agua en la producción.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, entre el 70% y el 95% del agua de lluvia y del agua almacenada se utiliza para la producción de alimentos en el mundo, y pronostica que esta necesidad aumentará en un 50% para 2050. En Euskal Herria Sur, alrededor del 80% del agua se utiliza en la agricultura, alrededor del 15% en la industria y el resto para necesidades domésticas.
Hasta ahora, cada año hidrológico ha sido peor que el anterior. Como consecuencia de periodos cada vez más prolongados de calor, la escasez de agua se está cronificando, especialmente en el área mediterránea y principalmente en la Ribera de Navarra. “Las anomalías meteorológicas actuales no son temporales; se están convirtiendo en tendencia. Muchos días hay déficit de agua, aunque técnicamente no haya sequías”, explica Marta Goñi, técnica del Instituto INTIA de Tecnología e Infraestructuras Agroalimentarias de Navarra.
Iñaki Antigüedad, geólogo catedrático de hidrogeología en la EHU/UPV, coincide con el diagnóstico. A su juicio, la clave será adaptarse a los cambios que se avecinan. “Las tendencias son cada vez más claras en el caso de las temperaturas, pero no en el de las precipitaciones. Con la lluvia no sabemos si los totales anuales subirán o bajarán. Tenemos que saber manejar esta incertidumbre, pero no podemos hacerlo con nuestro comportamiento actual, y estoy seguro de que no estamos preparados para cuestionar el pasado".
Según Antonio Aretxabala, geólogo e investigador en emergencias climáticas, en esta "adaptación" será fundamental cambiar los modelos actuales de consumo de bienes y agricultura y establecer un modelo similar para el uso del agua que haga todo sostenible. “Si no se toman medidas de inmediato, gran parte de la sociedad no tendrá forma de comer sano, porque aquí está en juego la nutrición”. La tierra tiene sed
Aunque existen grandes diferencias entre cultivos y modelos agrícolas en la zona atlántica y mediterránea del País Vasco, los agricultores de ambas están muy preocupados por la situación. En el lado del Atlántico dependen del agua de lluvia, donde el riego de la tierra no es común. Pero menos lluvia de lo habitual les ha creado muchos problemas. Por un lado, en los pastos: el pasto para el ganado ha escaseado, lo que, entre otras cosas, ha encarecido el forraje de los animales. En cambio, en las huertas se han comenzado a sembrar cultivos que se adaptan mejor a la situación. En el País Vasco Norte, por ejemplo, sorgo en lugar de maíz.
Pero el problema es particularmente grave en la cuenca mediterránea. Algunas cosechas quedarán sin cosechar en los secanos, aunque las lluvias de las últimas semanas han dado un respiro a muchos agricultores. Cuanto más al sur, más crítica es la situación: según estimaciones, en algunas zonas secas de la Ribera de Navarra y sur de Álava se perderá en torno al 40% de la cosecha de cereales.
En cambio, en regadío, las alarmas están encendidas desde hace tiempo. Debido a la falta de lluvia y cada vez menos nieve, el nivel de los embalses está disminuyendo, y este tipo de infraestructuras son esenciales. El 37% de la superficie total plantada en Navarra es de regadío y el 13% en Álava. Según el Gobierno de Navarra, alrededor del 80% del agua almacenada en los embalses se destina a este fin. En los últimos veinte años, la superficie de regadío ha aumentado un 20%.
Según Aretxabala, el agua para uso humano en el territorio ha disminuido un 20% en los últimos veinte años, así como para la industria, pero el consumo ha aumentado en general. ¿Por qué? “Porque la cultura del regadío se ha extendido muchísimo, y esto ha venido de la agricultura intensiva y de ciertas multinacionales”.
En el caso de Álava, el viceconsejero de Agricultura del Gobierno no ha querido precisar los datos, pero el geólogo Iñaki Antiguedad cree que cada vez habrá menos regadío, sobre todo en la parte de Vitoria-Gasteiz, porque la rentabilidad de los cultivos plantados ha disminuido. "También puede estar relacionado con el cambio generacional. Más de una persona me ha dicho que prefiere poner cereal seco para tener menos dolores de cabeza".
Sin embargo, incluso en Álava, las cantidades que se utilizan para regar la tierra son muy grandes. Según la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), el consumo anual de agua en la parte alavesa de la cuenca es de hecho el 65%. Se utiliza principalmente para patata y remolacha y, en menor medida, también para viña.
Según el catedrático de la EHU/UPV, con calores y sequías cada vez más prolongados, habría que plantearse si esta forma de producción es sostenible en Euskadi. Al mismo tiempo, cree que el debate sobre la soberanía alimentaria es fundamental. "¿Qué alimentos se producen en nuestra tierra? ¿A qué mercado va lo que producimos? ¿Y de qué mercado proviene la comida que nos alimenta? Nos equivocamos si gran parte de nuestra dieta son alimentos producidos afuera, lo que requiere un gran consumo de agua. Durante estos viajes, se consume mucha agua y energía".
La cultura del riego
En Navarra, la proliferación de regadíos no es un tema de actualidad; en ese proceso fueron fundamentales algunas de las grandes infraestructuras que se impulsaron en la década de los 90: el Canal de Navarra, el embalse de Itoiz o el recrecimiento de Yesa. Según Aretxabala, detrás de estas "enormes obras" estaba el "impulso político" de UPN y del PSN, y una "clara intención especulativa". “En ese momento el maíz se cotizaba a un precio muy alto y eso se fomentaba. Pero no éramos los únicos en el mundo, el mercado se saturó y ya no es tan rentable”. Ahora, algunos agricultores han comenzado a sustituir el maíz por otros cultivos que requieren menos agua: cebada, girasol... Pero tienen problemas porque la cadena productiva está diseñada para el maíz.
Aretxabala también se ha centrado en la industria conservera. Cree que, Navarra en particular tiene un sector muy fuerte y que algunas empresas tienen una gran influencia en las instituciones. “En la industria conservera hay dos modelos: uno histórico, en torno a las cooperativas y otro multinacional. Estos no son compatibles con la agricultura de proximidad que están impulsando las instituciones europeas. Su mentalidad es hacer el producto en Navarra y luego difundirlo por el mundo. Esta forma de pensar todavía está profundamente arraigada en el tejido económico y político de Navarra”. Infraestructura o gestión
La situación actual no ha pillado a nadie por sorpresa, y los expertos se han mostrado muy críticos con las medidas adoptadas en política de aguas. “Hemos tenido sequías y eventos extremos desde al menos la década de 1990, y no se ha hecho casi nada. Se cree que el problema se resolverá mediante la construcción de infraestructura de agua. Pero la solución está en la gestión del agua, y no en cambiar, mejorar o ampliar las infraestructuras”, subraya Iñaki Antigüedad, quien está de acuerdo con ese análisis. "Las organizaciones a menudo confunden demanda y apetito". Es muy fácil conectar el agua y la infraestructura. No, "en principio" no se está contra los embalses. “Es posible que sea necesario un pequeño embalse en un lugar determinado, pero hay que estudiar muy detenidamente dónde y con qué fin. Tenemos un conocimiento muy parcial aquí, y algunos intentan introducir puerros, pero en pedazos".
En opinión de Aretxabala, se necesita una "visión pedagógica y científica" en el sector. “Muchos agricultores piensan que el agua de los ríos que va al mar es agua que se desperdicia y no entienden la parte del daño que causan los embalses al funcionamiento de los ecosistemas que nos sotienen. Detrás de todo esto hay un interés económico y político parcial”.
Innovaciones
Un informe del Tribunal de Cuentas Europeo de 2021 alertaba del riego excesivo y ponía en entredicho la Política Agrícola Común Europea: concluía que se ha fomentado el riego de tierras agrícolas, especialmente en el sur de Europa, y los esfuerzos por modernizar los sistemas no han supuesto una reducción del consumo de agua. "Ha sucedido justo lo contrario. En nombre de la modernización se han intensificado los cultivos, se han aumentado las áreas de cultivo y se han introducido cultivos que requieren más agua”, resume Iñaki Antigüedad.
Marta Goñi de INTIA opina diferente. Según ha destacado, a pesar de que hay más suelo, al menos en Navarra el consumo de agua no ha aumentado en la misma medida, se ha mantenido estable. “Antes regábamos la tierra por si acaso. Ahora, en caso de que eso haya terminado. No se puede desperdiciar ni una gota de agua. Y los agricultores lo saben muy bien. Hemos dado grandes pasos".
Entre las estrategias que se están impulsando en INTIA se encuentra el llamado riego deficitario controlado. En definitiva, identifican todas las fases de crecimiento de cada cultivo, y determinan el requerimiento hídrico de cada uno, para poder dar menos agua sin poner en peligro la producción. Llevan varios años haciendo ensayos, con algunos cultivos (maíz, alfalfa, brócoli, arveja y tomate) y en diferentes momentos. En el caso del brócoli, han conseguido reducir el consumo de agua en un 38%, en el maíz, un 8%.
Como apunta Goñi, para tales innovaciones se necesitan nuevas tecnologías ̶sensores, imágenes de satélite, etc.-. A través de ellos es posible saber en cada momento cuál es la situación del agua y cuántas reservas hay sobre el terreno. “Esta estrategia funciona, pero detrás hay que tener conocimiento sobre las fases de crecimiento de los cultivos y las necesidades de agua. Es por eso que el asesoramiento es esencial".
La técnico del INTIA cree que en general los agricultores se están adaptando bien a estos cambios, pero admite que la situación no es fácil. “Se les pide que reduzcan costes, que sean más sostenibles… Son conscientes de los retos a los que se enfrentan y de las exigencias de la Unión Europea. En ese mundo siempre han tenido que adaptarse a los cambios, y al contrario de lo que se pueda pensar, se adaptan bien. Estamos viviendo la tercera revolución en el país”.
Tierra muerta
El riego tiene otro efecto, según los expertos: la destrucción de la tierra. Junto con el uso intensivo de agua, se utilizan pesticidas y fertilizantes; Esto aumenta la productividad, pero reduce la disponibilidad de tierra. Aretxabala advierte: "Debido al uso excesivo de pesticidas y fertilizantes, muchos suelos no son capaces de filtrar el agua. Y la poca agua que hay en el suelo no se puede aprovechar porque está contaminada. Como hemos industrializado la producción de alimentos, hemos matado el suelo".
Puso el ejemplo de lo que pasó en Ribera Navarra. Aunque los agricultores allí tienen agua del Ebro, han construido grandes infraestructuras en el norte para llevar agua allí. ¿Por qué? "Por la calidad del agua del Ebro. Deberíamos preguntarnos qué ha pasado con el agua del río y los acuíferos todos estos años; están envenenados".
Aretxabala destacó la situación de los acuíferos de Caparroso. “Hasta hace poco, los agricultores sacaban agua de los pozos de allí, pero ya no pueden. En algunas zonas tienen 300 miligramos de nitratos por litro, y el máximo permitido es de 50”. En su opinión, la macrogranja ganadera que hay allí y los desechos que producen los animales tienen un efecto directo en esto. “La hiperindustrialización del sector primario nos ha llevado a esta situación. Hay que cambiar radicalmente el modelo".
Goñi no niega que haya un problema con las emisiones de nitratos de los fertilizantes y la contaminación de los acuíferos en Navarra, pero cree que van camino de solucionarlo. “Ahora, solo se debe usar el agua necesaria, ni una sola gota de agua más. Una mejor gestión del agua también conducirá a una mejor gestión de los fertilizantes".
Iñaki Antigüedad también está preocupado por ello. Pero, según él, la economía circular o el reciclaje también deben tenerse en cuenta en la gestión del agua. Por ejemplo, el uso del agua que se consume en las ciudades, entre otras cosas, para el riego de terrenos. “Aunque hay algunos problemas tecnológicos para que se pueda afinar, es factible. En Álava hay una experiencia así, limitada, pero está dando resultados. Si no pensamos en la gestión del agua de forma circular, el resto de las palabras quedarán vacías”.
Claves para la buena gestión del agua y los ríos
Con Eva Caballero, Alfredo Ollero y Antonio Aretxabala
Conferencia en Dartmouth College, 1972: Jørgen Randers, Jay Forrester, Donella Meadows, Dennis L. Meadows y William Behrens.
Queridas y queridos lectores, me gustaría compartir las siguientes reflexiones que me han surgido mientras preparaba un artículo para la revista Tempos Novos sobre la actual estrategia en minería que va a sustentar nuestra transición energética "verde" y que se puede descargar en pdf (en gallego) en este enlace.
Se trata de una reflexión temprana sobre los pronósticos y actualizaciones de los Límites del Crecimiento (LDC), teniendo en consideración lo vivido desde 2020 hasta hoy, algo que nos pone en la pista de que el escenario denominado BAU2 de 2004 sería el más cercano a lo que describía en 2022 en este artículo encabezado por una frase de Donella Meadows (1941-2001).
Ella fue la líder del grupo de Dinámica de Sistemas (en la foto de arriba) que desarrolló la versión de World3 de 1972. Donella nos dejó en 2001 víctima de un cáncer, pero su compañero Dennis L. Meadows, quien formó parte del grupo, continúa su labor de actualización y revisión, además de la divulgativa, bien pasados los 80 años.
Antonio Aretxabala, 27 de mayo de 2023
BAU2
Si comparamos los datos empíricos con los cuatro escenarios de la última versión de World3, que fue la recalibrada de 1992 con dos variables añadidas en 2004, podemos observar, con más de tres años de retrovisor, un cierto parecido con qué ha pasado más o menos desde 2020. Recordemos que, a la sazón era cuando nos hablaban del crecimiento en V.
Hemos seguido unas políticas "verdes" consistentes en añadir nuevas tecnologías de captación y transformación de energías renovables sin reducir el incremento de quema de los cada vez peores y más escasos hidrocarburos. O lo que es lo mismo, que la introducción masiva de tecnologías renovables de carácter eléctrico industrial (REI) no han venido a sustituir a los hidrocarburos, sino a ser añadidas al mix.
El escenario más popular y extendido en los artículos de divulgación científica sobre Los límites del crecimiento de 1972 y posteriores es el denominado "Business As Usual" (BAU), o el que en 1972 consideraba que el ser humano seguiría haciendo las cosas prácticamente igual, era el denominado escenario de "los negocios como siempre", pero las revisiones sí cambiaron las cosas, especialmente la de 2004.
Figura 1. Con el doble de recursos geológicos (BAU2 a la derecha) que en el escenario BAU (izquierda) ambas en morado, el freno al crecimiento no viene de la mano del agotamiento de recursos como problema principal que acompaña a la degradación del medio, sino de la mano de la contaminación que acompaña al declive de recursos (en naranja). Es clave, como ya vivimos, considerar el impacto de los gases de efecto invernadero. El problema global del declive innegociable de recursos geológicos, que son los que realmente apuntalaban nuestra última organización social, no se soluciona con más recursos (ver diferencia en el inicio de la línea morada de recursos), especialmente poniendo la mirada en los minerales, los productos energéticos y los indeseables efectos secundarios derivados de su extracción desmedida. Así nacieron los 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible (los 17 ODS o Agenda 2030) el 25 de septiembre de 2015.
El incremento de la presión ambiental por unidad de actividad económica
Para cuando nacieron los 17 ODS en septiembre de 2015, áreas extensas del planeta ya habían tenido que ser abandonadas. El modelo extractivo que ha dominado nuestra relación con el medio que nos sustenta es incapaz de evitar su destrucción si el beneficio económico depende de que los impactos ambientales sean cargados a los habitantes, incluidos los no humanos.
En el siglo XXI ya vivimos en la paradoja de que este modelo económico, para crecer, necesita destruir las bases materiales y biológicas que hacen posible no sólo su crecimiento, sino su continuidad. La manera técnica de que disponen los gobiernos y los medios de comunicación para expresarlo sería la recesión, basada en un medidor: el PIB, es decir, si se estanca y no crece, nos dirigimos a un incremento de la pobreza. Pero la cuestión es más física o geológica de lo que reflejaría ese medidor y otros similares. Veamos.
Los líderes mundiales adoptaron aquel 2015 un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger los ecosistemas que aún siguen funcionando y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible. Pero, aunque ya hemos recorrido ocho años y nos quedan siete (Agenda 2030), no hemos conseguido erradicar ni la destrucción de los ecosistemas ni la desposesión de las comunidades que los habitan. Tampoco la nueva minería especulativa ha sido erradicada, se supone que iba a ser sustituida por modelos de extracción sostenibles que iban a arreglar los impactos de manera notable.
El resultado, muy al contrario, ha sido una creciente presión ambiental y social por unidad de actividad económica. Se desmienten así las afirmaciones del itinerario de transición ecológica y crecimiento verde o Green Deal impuesto en Europa especialmente tras la pandemia declarada en 2020 por la OMS. Además, se consolida tal contradicción con un hecho bien contrastado: que la eficiencia del mercado gracias a la tecnología digital (gran consumidora de energía y minerales) ha simplificado el saqueo a las comunidades y a la tierra. Sería otra muestra más del efecto rebote o Paradoja de Jevons de carácter extractivo.
En la revisión de 2004 de Los límites del crecimiento apareció el escenario BAU2 y como vemos, se asemeja mucho al itinerario al que nos estamos dirigiendo. La consideración de 1990 quedó clara —con los datos que el conocimiento de la geología industrial suministraba de algunos recursos geológicos clave—, en particular los combustibles fósiles resultaron algo más abundantes de lo que se suponía en el escenario BAU de 1972. Este hecho resultó en que nos volvió más derrochadores al mismo tiempo que la descomunal concentración de beneficios hizo que la mayoría nos volviésemos más deudores o más pobres, tal y como explicamos aquí y aquí. Si seguimos confundiendo decrecimiento con empobrecimiento seguiremos ahondando en lo que explicábamos entonces.
Sin embargo, aquella noticia de una contrastada abundancia de recursos nos pareció "una buena noticia", sobre todo a las empresas del sector de los hidrocarburos y a las mineras, pues en el caso de las primeras, dilataba los años de sus negocios sin muchos traspiés en el horizonte, como los de 1973, 1979 o 1990 y las segundas, que aún no han desarrollado minerías basadas en otra cosa que no sea el gasoil, veían la posibilidad de seguir con sus expectativas de crecimiento, aunque cada año añadido tuvieran que triturar más y más montañas o cordilleras para obtener la misma cantidad de mineral que unas décadas antes (recomiendo ver este artículo que lo explica poniendo el cobre como ejemplo).
No obstante, en la cumbre de Río de junio de 1992, no fueron pocos los grupos de científicos y ambientalistas que advirtieron de los efectos secundarios o iatrogénicos que esto acarrearía. Como todo el mundo sabe, nuestras opulentas sociedades industrializadas hicieron caso omiso de las advertencias que hoy ya forman parte de nuestra vida cotidiana, y no hablamos sólo de sequías, olas de calor, violentas tormentas o inundaciones, el calentamiento de la superficie marina, la desertificación de nuestro entorno...
La muerte de los suelos o esta sexta extinción masiva que hemos puesto en marcha lastran "el crecimiento" aunque los tentáculos y sus diabólicas corrientes sólo sean testificadas y descritas por un puñado de desesperados científicos, humanistas e investigadores independientes a los que, deliberadamente se ahoga en la irrelevancia. También hablamos abiertamente de cómo nuestros cuerpos han pasado a formar parte de las nuevas corrientes artificiales, vehiculando a través de ellos los nuevos desechos que el planeta ya no digiere.
En efecto, al no poder metabolizarlos los pone en circulación, porque como comentaba en este artículo, nuestros cuerpos, además de vórtices, son parte de los nuevos itinerarios de estos recién llegados materiales del Antropoceno. El ejemplo que más "risas" produce en mis charlas es el de que, inmersos en nuestras opulentas sociedades industrializadas, nos comemos en forma de microplástico unas tres muñecas Barbie al año por persona, como explicaba en este artículo para la revista 151515.
Y una nueva manera contradictoria de hacer negocios...
En 2004, varios autores postularon entonces que no sería la escasez de recursos, sino la contaminación, especialmente los gases de efecto invernadero, lo que causaría la detención del crecimiento. Este escenario BAU2 tiene los mismos supuestos que el Business As Usual (BAU) de 1972 que, como decía, es el más conocido, excepto que asume el doble de recursos no renovables. Más recursos naturales no evitan el colapso en el programa de dinámica de sistemas World3; la causa cambia del agotamiento de los recursos a una grave crisis de contaminación (figura 1, línea naranja).
Los supuestos que subyacen a cada escenario abarcan una gama de factores tecnológicos, sociales y de recursos. En cada escenario, la causa del declive difiere y su escala varía de una caída temporal al colapso social (ver figura 1). Si consideramos BAU (el más conocido y utilizado) y especialmente el escenario BAU2, podríamos imaginar una constelación de historias y pronósticos que seguramente no se alejarían mucho de lo que ya estamos viviendo. Representarían narrativas como las que leemos o vemos en documentales que conllevan airados y apasionados discursos, intentos de monopolización de las soluciones, incluso críticas violentas y descalificaciones del tipo o estás conmigo o contra mí.
Sin embargo, al contrario de lo observado en la figura 1 (BAU) y visto que no podemos parar la presión ambiental (BAU2), observamos atónitos cómo aumenta el abandono de lugares que fueron fértiles. Ahora se topan con terribles dificultades para producir alimentos, en el trasfondo están las sequías prolongadas, inundaciones repentinas, degradación y muerte de los suelos o la desertificación, algo que desde hace tiempo notamos en la cesta de la compra (línea amarilla de la figura 1). Entonces, nos vemos obligados a reducir y optimizar el consumo de recursos por la fuerza.
La nueva anormalidad conlleva, por tanto, la paradoja del intento de reducción cuando las cifras de reservas y recursos aumentan sobre el papel (u hoja excel) pero no llegan como lo hacían antes. Ahora nos obligamos a identificar las materias primas estratégicas, establecer estándares de sostenibilidad y aplicarlos a todas las fases del ciclo mineral. La reutilización y el reciclado (actualmente un 14%) aparecen como primera opción, aumentando la disponibilidad. Así que en noviembre de 2020, el Consejo de ministros del Estado español aprobó la Estrategia de Descarbonización a Largo Plazo 2050 (ELP 2050) como parte de los compromisos de España con el Acuerdo de París (2015) y como Estado miembro de la UE. Nada se está cumpliendo.
Desde entonces estamos intentando trazar un itinerario para lograr la neutralidad climática en 2050 y con el Plan Nacional Integrado Energía y Clima 2021-2030 configurar el nuevo marco estratégico y normativo para la transición ecológica basada en el despliegue de tecnologías renovables con el fin de electrificar y digitalizar la economía. Al mismo tiempo, aumenta el número de suelos desertizados, el de acuíferos contaminados o los ecosistemas en defunción.
Es cierto que vivimos ciertas recuperaciones, con subidas y bajadas en la actividad económica. Pero las actuales crisis globales, relacionadas con la pandemia, la guerra o la falta de suministros, obliga a nuestros dirigentes y organizaciones sindicales a repensar una profunda transformación en cada uno de los sectores de la economía. Sin embargo, tenemos que destacar que tanto el conocimiento de los problemas sistémicos como las herramientas para capear este momento ya estaban en manos de las administraciones y habían sido y son motivo de movimientos ciudadanos que fueron y son ampliamente ignorados. Un ejemplo de lo argüido se puede ver aquí. En el trasfondo: la solución no era tecnológica ni empresarial, sino fundamentalmente social.
A medida que el espacio extractivo se hace más grande, más lucrativo y más subvencionado, no solo se contaminan las tierras, los ecosistemas o nuestros cuerpos, una de las víctimas que más toxicidad ha incorporado a su dinámica en este transcurso es el pensamiento económico. Vemos día a día cómo en su irracional deontología "crecentista" ya predomina más el aniquilar, destruir y matar que el "buscarse" la vida.
En la minería "sostenible" y no especulativa que se supone va a apuntalar nuestro "crecimiento verde", como sucedió en más de una veintena de colapsos civilizatorios que nos preceden, el fin siempre justifica los medios. Y es que en una sociedad termoindustrial, tecnológica y digital como la nuestra ya todo está minado, desde los suelos hasta la actitud de las personas en redes sociales, las economías digitales o el ocio y el arte. A nadie se le escapa que este despliegue digital y la automatización de una buena parte de la economía se la debemos a China, que controla el 95% de las cadenas de suministro de los paneles fotovoltaicos, a Chile con la tercera parte del cobre mundial o al Congo con más de la mitad del cobalto. Allí los impactos medioambientales son espectaculares. Pero todo tiene un fin...
Una economía tan verde que se basa en rebajar las exigencias medioambientales
Los científicos chinos se han vuelto reticentes a seguir explotando a precio de ganga las valiosas tierras raras o los minerales necesarios para "nuestra transición verde" y ahora nos advierten de que sólo "la prospección geológica intensiva de los depósitos de minerales clave causa un daño extremo al medio ambiente". Como si en occidente no lo supiéramos. El camino hacia una economía verde europea ahora se ve también muy destructiva
desde la República Democrática del Congo, donde hombres, mujeres y niños
extraen las tres cuartas partes del cobalto de nuestros dispositivos digitales y de nuestras infraestructuras de transformación y captación de energías "limpias" con la ayuda de fondos
chinos y capital occidental que han convertido al país en uno de las más pobres del mundo (74% de su población). No son pocas las voces que intentan frenar semejante fuente de esclavitud y muerte. Pero permanecemos indiferentes ante su ensordecedor clamor, porque no vemos otra salida que el engaño del crecimiento verde y su infundado tecnooptimismo.
Qué fastidio los chinos. Con lo bien que nos iba cuando se saltaban las normas medioambientales a la torera, ahora también "les preocupa" que en sus territorios se hayan instalado de manera generalizada explotaciones con graves impactos en sus ecosistemas y comunidades debidos a la creciente demanda de las "industrias verdes de alta tecnología". Al menos, cuando no lo sabíamos éramos más felices. Las razones por las que la mayoría de los ecologistas y casi todos los consumidores de dispositivos y ecosistemas digitales sabemos poco (o nada) sobre las prácticas mineras destructivas necesarias para suministrar materiales geológicos a nuestros teléfonos, consolas o vehículos eléctricos, se reducen simplemente a que tanto la política minera china como la europea o norteamericana son profundamente opacas a mostrar esta realidad.
Así que visto que lo verde no funciona como nos habíamos imaginado, la tentación es volver a lo que se llama la economía de mercado y el crecimiento económico infinito, algo que ya no parece posible y menos aún deseable. Vemos cómo el criterio principal de las denominadas iniciativas de recuperación y resiliencia es asignar más recursos económicos para que los mismos mecanismos, decisiones políticas e inercias económicas solucionen la crisis que crearon. De esta manera, la crisis global que comienza con la energía y sigue con los recursos geológicos básicos necesarios para nuestra transición verde, tendría una única solución: la financiera-empresarial.
Dentro de este conjunto de soluciones financieras y empresariales destacaría uno de los desenlaces más Typical Spanish como es la denominadaLey Tapia en Euskadi. Ha sido otra paradoja: rebajar las exigencias medioambientales como excusa para promover la “economía verde”, tanto en la implantación de megaproyectos de polígonos eólicos o fotovoltaicos como en la minería que apuntala su despliegue y el de las infraestructuras de transporte, energéticas y digitales que la acompañan. El objetivo: favorecer la inversión y subvencionar el cambio de modelo extractivo.
Construir más infraestructuras que no podrán utilizarse y dirigiendo fondos a planes muy sectoriales, protagonizados por redes administrativas que, además toman a la ciudadanía como objeto de esas políticas y no como los sujetos activos de ellas, está hundiendo a comunidades enteras, creando zonas de sacrificio en los territorios que se vacían: todo un BAU2. La UE ya nos pide cuentas. A ver ahora cómo lo solucionamos...
Nueva economía verde y digital en un planeta recalentado