"La felicidad nos espera en algún sitio,
a condición de que no vayamos a buscarla".
Voltaire.
Francisco hablando con los pájaros. Representaciones de diferentes épocas y estilos.
Desde que Giotto pintara la escena de los pájaros que hablaban con Francisco de Asís allá por la década de 1290-1300 (la primera de arriba a la izquierda), las representaciones de este pasaje biográfico del pobre de Asís han trazado una historia de diálogo y espiritualidad con la naturaleza que alcanza la convulsa época de incertidumbres de hoy. El código o la referencia de su mensaje no es otra cosa que una actitud hacia el medio que nos da y nos despoja de la vida. Vamos a explicarlo:
Esta actitud nos dispone hacia una manera de escuchar y entender a la naturaleza y sus criaturas (de las que no faltan ni las piedras con las que una nochebuena el loco de Umbría compartió un filete), mucho más que dogmatizarla o incrustarla en rígidas taxonomías que varían —en el caso de las aves— desde el plumaje, como en el siglo XIX, hasta las basadas en el actual genoma. Hoy el santo patrón de la ecología está presente a través del arte en algún lugar de cualquier continente y de cualquier confesión.
1. Hablar con las criaturas
"San Francisco predicando a los pájaros" es una de las obras más interesantes de todas las representaciones que nos legó Giotto sobre la vida del humilde y desprendido loco de Asís. La obra se basó en la "Legenda maior" de San Buenaventura, recogiendo el pasaje del capítulo X: "Estando el beato Francisco en Bevagna predicó a muchos pájaros, los cuales, exultantes, alargaban el cuello, batían las alas, abrían los picos, le tocaban la túnica; y todo esto lo veían sus compañeros que le esperaban en el camino".
Giotto ambienta el episodio en un bosque de Umbría. Unos pocos árboles y la línea del suelo son los únicos elementos que enmarcan la narración. Los pájaros se arremolinan ante las palabras de Francisco, unos en el suelo, otros en el tronco del árbol o volando libremente alrededor. La escena determina el auténtico símbolo del camino por el que optó Francisco, una metáfora del espíritu de pobreza y amor a las criaturas, a los componentes, los elementos y las dinámicas de la Naturaleza como única manera de escucha y diálogo. La escena es altamente emotiva y clarificadora para quien al llegar a Asís, quiere penetrar y comprender las raíces precatólicas de la espiritualidad franciscana.
Es una de las escenas más simples pero más expresivas de todo el ciclo que representó Giotto en Asís. Cuenta la historia escrita que decía a los pájaros estas cosas:
“Él [el creador] os ha dado esas alas, con que medís y cruzáis en todas direcciones el espacio. Os ha adornado con ese manto de mil y mil colores lindos y delicados. Él cuida solícito de vuestro sustento, sin que vosotros tengáis que sembrar ni cosechar, y apaga vuestra sed con las límpidas aguas de los arroyuelos del bosque, y puso en vuestras gargantas argentinas voces con que llenáis los aires de dulcísimas armonías.
Y para vosotros, para vuestro abrigo y recreo, levantó las colinas y los montes, y aventó y suspendió las abruptas rocas. Y para que tuvieseis donde fabricar vuestros nidos, creó y riega y mantiene la enmarañada floresta. Y para que no tengáis que afanaros en hilar ni en tejer, cuida de vuestro vestido y del de vuestros hijuelos.
¡Oh!, mucho os ama vuestro soberano Creador, cuando os colma de tantos beneficios. Guardaos, pues, oh mis amados hermanitos, de serle ingratos, y pagadle siempre el tributo de alabanzas que le debéis... Y sigue:
No bien calló cuando los pajarillos empezaron a abrir sus picos y, batiendo las alas, tendiendo el cuello, inclinando al suelo la cabeza y haciendo mil otros graciosos meneos, prorrumpieron en alegres trinos, con que demostraban entero asentimiento a las palabras del santo predicador".
2. La inspiración de Oliver Messiaen
Oliver Messiaen (1908-1992) uno de los más grandes compositores del siglo XX, era además de organista, un prestigioso ornitólogo. Messiaen sobrevivió a los sufrimientos de la barbarie en varios campos de concentración nazis, en uno de ellos escribió el "cuarteto para el fin de los tiempos" con otros tres músicos esqueléticos, con violines a los que les faltaba una cuerda o dos. En la cima de su creatividad, dedicó varios años (1975-1983) a escribir una ópera sobre la vida de Francisco de Asís. Estrenada en París en 1983 con una iconografía contemporánea en la que destacan los monitores de televisión esparcidos por el escenario, la historia que pintó Giotto la ubica en el acto segundo, en la escena 6.
Es en Asís, en Carceri, sobre un ancho roble verde, en primavera, con muchos pájaros, éstos cantan con el protagonista, entonces fue José Van Dam quien encarnó al loco de Asís. Francisco, seguido por el hermano Masseo ofrece miguitas de pan a los pájaros, canta con ellos y les ofrece también sus bendiciones. Las aves responden con un gran coro en donde se oyen no solo pájaros de Umbría, se reconoce especialmente a la curruca capirotada, pero también aparecen en los monitores pájaros de otros países, de tierras lejanas, notoriamente desde la Isla de los Pinos, cerca de Nueva Caledonia. Hay televisiones emitiendo imágenes de aves esparcidas por toda la puesta en escena, desde ellas se suceden las imágenes que Messiaen imaginó:
José van Dam. Saint François en la ópera de Messiaen.
Desde niño, el Mozart francés, como llamaban a Messiaen, se supo en posesión de un don: el oído y la interpretación del gesto de cada sonido, la capacidad de transcribir a un pentagrama cualquier nota. Eso le acercó a los pájaros, de ahí que también se convirtiera en un prestigioso ornitólogo. Se educó en el conservatorio de París desde los once años y su vida parecía bien dirigida en el mundo de la música hasta que la guerra lo cambió todo. En 1940 entró como camillero y músico en la orquesta de la armada. No disparó ni un tiro.
Fue capturado en la batalla de Verdún y trasladado en los que acabarían siendo los trenes de la muerte al campo de Gorlitz, en Polonia. Eran los primeros años de la guerra y los nazis todavía no habían puesto en marcha los campos de exterminio, todavía querían quedar bien con el resto de naciones y dar cierta imagen de civilización. El general alemán Brüll era un melómano, liberó a Messiaen de sus obligaciones como prisionero y le permitió componer música.
En enero de 1941, en el campo nazi, a veinte grados bajo cero, ocurrió un milagro para la tradición musical occidental: cuatro músicos, con ampollas y sabañones en sus manos, vestidos con el uniforme de soldados checoslovacos capturados en el campo de batalla, con instrumentos heridos, a los que les faltaban cuerdas pero aún disfrutaban del cuidado y el amor de sus humanos, interpretan "cuarteto para el fin de los tiempos" ante 400 prisioneros como ellos.
Cuarteto para el fin de los tiempos, un canto a la vida en el Festival Internacional de Panticosa 2020 "Tocando El Cielo".
Pasados los años, Messiaen se consolida como una de las mentes más extrañas, incomprensibles, impenetrables y creativas de la historia de la música. El éxito trae luces, pero también sombras a su biografía. Al final de sus años la llamada de su espíritu creador quiere fundir su creatividad musical, una suerte de redención ante la crueldad humana vivida en primera persona, su amor por la naturaleza —en especial por los pájaros— y lo encuentra en la figura del tonto y pobre de Asís. Con “Saint François d’Assiss” su ópera y obra más ambiciosa, encuentran por fin expresión la música y su amor por los pájaros. Messiaen siguió componiendo hasta su muerte.
3. El indigesto mensaje de la pobreza, la alegría y la libertad
El mensaje de la vida de los pájaros es el de un mito, el de la libertad; se resalta en la predisposición al canto ante los acontecimientos y adversidades de la vida, pero que un campo de grano, una fuente donde remojar las plumas, los frutos de un árbol o una colonia infestada de insectos pueden hacer olvidar para ser motivos de jolgorio, diversión y encuentro (quien no haya disfrutado de este espectáculo desconoce que realmente los pájaros se divierten).
La vida y la muerte, el vivir enjaulados o privados de la facultad de surcar los cielos, no aplastan el sueño de la libertad expresada a través de un tímido o apagado canto, aunque en una pájaro-biografía sea un solo pío expulsado antes de entrar al matadero. Incluso como en las macrogranjas humanas que el propio Messiaen conoció, allá donde la vida, el horror y la muerte recuerdan tanto a los campos de exterminio animal, hay un instante para la expresión del sobreponerse al sufrimiento, una única y última chispa de la alegría de vivir antes del asesinato cruel como sacrificio al infernal candor del dios capitalismo y la voracidad de quienes lo hacemos posible. Hombres, mujeres, niños, vacas, cerdos, pollos..., han compartido esos horribles destinos.
Vivir con las cosas claras se hizo entonces necesario y demasiado habitual para la gran masa en los años de la gran aceleración que vino tras el holocausto. La propaganda se hizo madura y poderosa, y su criatura, la publicidad, adelantó a su madre con el impulso de la disposición de energía barata y abundante que propició la falta de sentido crítico y la aceptación calentita y regordeta del consumo desenfrenado de las masas acomodadas. Esa cierta comodidad universal recupera el dogma de las corrientes religiosas más beligerantes con la libertad: es mejor no pensar en cómo lo hacemos, porque si viéramos el horror de nuestras acciones y el nuevo estilo de vida que creamos sobre el dolor ajeno, caeríamos fulminados si nuestro espíritu albergara un átomo de humanidad. Una disposición que necesita de ciertas comodidades y privilegios, reales éstos o incrustados por la propia publicidad (aunque no existan o sean tan irreales como las expectativas tecnológicas que ella misma alimenta), vuelven a erigirse en referencias intelectuales. Todo lo que se salga de la comodidad física e intelectual es antisistema, peligroso, magufo.
4. ¿Es el dogma lo contrario de la espiritualidad?
La espiritualidad es una dimensión vital que determina, en la mayoría de los casos, un comportamiento coherente con los valores morales y éticos que ayudan al desarrollo individual como persona o colectivo como comunidad. La espiritualidad puede significar cosas diferentes para diferentes personas. Desde la participación ritual en una religión organizada a una experiencia no religiosa; llevaría a entrar en contacto consigo mismo en inclusión con el mundo a través de la meditación, la reflexión tranquila, la oración o la fusión con la naturaleza.
Así vemos que realmente el dogma sería lo contrario de la espiritualidad. El primero no busca la verdad, simplemente crea fugaces bases de veredictos temporales y ficticios convencimientos que propicien una comodidad efímera, siempre y necesariamente a costa del sufrimiento de otras criaturas, sean personas, animales o ecosistemas al completo. El dogma del desarrollo, el crecimiento económico, la salvación tecnológica, el PIB, todo ello percibido como armónico desde los monitores de las televisiones de Messiaen o esa ventana al mundo a través de nuestros móviles, se publicita de manera brillante y sofisticada como el camino para una nueva salvación: la tecnolatría o la lucha quijotesca contra la gran conspiración se dan la mano.
¿Y qué fue de la espiritualidad en época de colapso? ¿Qué tiene que ver con la pobreza? Realmente el dogma necesita poseer, tanto cosas materiales como creencias, cuantas más mejor, sean éstas aparentemente sólidas o cosas absurdas, advertencias o veredictos grupales. Cierto es que cada persona y cada comunidad necesita un mínimo de certezas. Éstas pueden venir de la mano de una observación cualitativa como la que instauró el humilde tonto de Francisco, sabemos que todo cambia, es nuestra gran certeza, pero que nada es tan sólido como nuestro espíritu es la mayor certeza que podemos mantener.
Los dogmas, los convencimientos y pareceres sustituyeron a las certezas, pues eran bien pocas para lo que se merece una época de abundancia, por eso fueron cayendo y lo siguen haciendo. La actitud observadora y de comprensión está sustentada por la fuerza más poderosa del universo, el amor. Sea el amor al conocimiento, a la verdad, a mi violín de dos cuerdas, a los pájaros, al perro que vela por protegerme o al gato que se cruzó en mi vida y para siempre compartió conmigo su atención, el amor es real. La mentira tiene un inconveniente, no es real, esa es su esencia y definición.
No se concibe la verdad, la certeza, aunque sea simplemente dejarse poseer por un par de ellas, sin esa actitud de pobreza, de entrega al devenir y al arte de contribuir a su corriente; la creencia o el dogma se perciben cuando volar se hace imposible, cantar es un tormento y sonreír un suplicio o simplemente un ejercicio de hipocresía ante la cámara frontal de un móvil.
La vida y el amor necesitan de la ira, el enfado y la radicalidad ante la injusticia. Decía Rudolf Steiner hablando de la libertad, que quien no entra en cólera de joven ante lo que ve como las injusticias hacia otras personas, otras criaturas o el mismo entorno que nos sustenta, tiene una incapacidad añadida para poder amar de mayor, y la tendencia a buscar más y más creencias, dogmas, poseer, tener..., es inevitable. Hoy es tal la cantidad de opiniones y creencias con las que estamos bombardeados que asumir tan sólo una parte minúscula de ellas acarrea necesariamente contradicciones, muchas veces son tantas que acaban en desgarros, pues la mayoría no conforman el puzle de una cosmovisión satisfactoria. Es la historia de la filosofía traída a nuestra era de declive global.
Rudolf Steiner. La Filosofía de la Libertad
5. ¿Y la libertad?
Pocas personas toleran vivir —tras la efímera robustez del paradigma desarrollista que se va— sin convicciones que perciban como sólidas y que apuntalen su existir, las que les den la razón de ese existir, las que les reafirmen en un ejercicio de mendicidad consigo mismos, de autosensibilidad, de huir del ninguneo de una civilización petróleo-individuslista. Vivir libre de prejuicios, dogmas o creencias supuestamente científicas o tecnológicas, se convierte en una labor titánica en la era del decrecimiento, pues los asideros y las muletas se desvanecen y se sustituyen todos los días por otras más baratas y vulnerables. La espiritualidad es necesariamente desapego. Esa enseñanza nos precede como individuos y como sociedad.
La atención —el grado más elevado de la generosidad— se ve incapaz de gestionarlas. No hay espiritualidad ni ciencia posible si no hay atención, o lo que es lo mismo, generosidad de percepción, de entrega a "lo otro", un diálogo con la naturaleza, con sus seres, con nuestros semejantes, la que hoy ya se desconecta a cada minuto. Mantener la atención más de un tiempo mínimo en la era de la publicidad y la disociación de la voluntad, sea sobre un texto, un trabajo o una conversación, se ha vuelto una capacidad de lujo reservada solo a grandes voluntades; la pérdida de atención y generosidad acompañan de manera proporcional el deterioro de nuestras vidas.
Posiblemente este sea el momento más difícil que vivimos en nuestra generación y muchas sanas disposiciones de atención se ven mezcladas con opiniones y creencias que ya nos han parasitado sin nuestro consentimiento, nuestra atención no estaba despierta cuando el horizonte nos las presentó. Habitan en nuestros cerebros, invaden nuestros heridos corazones, hablan por nuestras gargantas y somos incapaces de evitar que, como las esporas, encuentren otros cerebros fértiles, abonados de prejuicios desde donde poder seguir desplegando su irreflexiva expansión parasitaria.
Francisco nos enseñó muchas cosas, por eso, tras la carambola que supuso la aceptación de aquellos locos pobres inicialmente tachados de herejes en el seno de una iglesia que hasta entonces mataba, torturaba y acababa con albigenses, cátaros, científicos, escultores, compositores, escritores, artistas, templarios, decidió que su mala fama tenía que acabar, así se les coló una suerte de panteísmo que se fusionó con un cristianismo arcaico como el que conoció Francisco en oriente. Hay ejemplos históricos de fraternidad, ésta siempre acaba frenando cualquier parasitismo.
Pero desafortunadamente en el legado de Francisco tampoco todo fueron maravillas. No se nos olvide que una vez fagocitada esa corriente en el seno de una jerarquía con tantos crímenes y sombras sobre sus espaldas, sirvió de justificación para perpetrar grandes fratricidios contra la humanidad, mendrugos de pan a cambio de asumir el dogma fueron lo menos reprochable. Recordemos también por ejemplo el papel del confesor y perdonador de los pecados de Franco, un franciscano que redimía al genocida tras firmar sentencias de muerte a republicanos, comunistas o anarquistas como era el hermano Francisco. Pronto los pobres dejaron de ser interesantes para la jerarquía y el cinismo invadió la corriente franciscana. "¡Filántrapos!", decía Voltaire, formadme en vuestras teorías y doctrinas una sola hermana de la caridad.
El altruísmo y la filantropía no curan las llagas sociales, ni
remedian los males del alma ni secan una sola lágrima".
El Messiaen ornitólogo, el Messiaen compositor, y tantos y tantos científicos, artistas, músicos o escritores, hemos percibido que la pobreza no está reñida con la buena vida, entendida como la simplicidad que describe Ted Trainer: “un estilo de vida de alta calidad sin tomar más de la Tierra de lo que le devolvemos”, sino que es así como encontramos la verdadera clave de la libertad.
Franco "Bifo" Berardi
El filósofo y activista Franco "Bifo" Berardi nos explica qué ha pasado con la libertad ante el colapso de nuestra sociedad: "La materia social, la economía, la enfermedad, la proliferación viral son verdaderos matadores de la libertad. La modernidad ha sido capaz de inventar un espacio de libertad verdadero: la potencia de la política moderna (desde Maquiavelo hasta Lenin) ha sido la capacidad de elegir estratégicamente y actuar tácticamente de manera tal de plegar no toda la realidad, pero sí espacios relevantes de la realidad social, técnica, hasta médica. El fin de la modernidad marca también el fin de esta libertad marginal: la creación de automatismos tecno-financieros ha destrozado la potencia política de la voluntad; ha matado la democracia. La palabra libertad hoy significa solo libertad de explotar a los que no pueden defenderse, de hacer esclavos a los otros, de matar a los africanos que quieren sobrevivir migrando en Europa. Libertad hoy es una palabra asesina. Solo igualdad es una palabra que puede restablecer algo de humano entre los humanos".
El mundo cómodo y ligero del crecimiento infinito se esfuma, el burgués afable y tranquilo que todavía nos habita no lo quiere asumir. Así es como vemos en el loco de Asís una figura simpática, incluso puede que lo exaltemos y admiremos con una mirada ciertamente miope: una mirada que se fija en el poeta, en el humilde científico de lo cualitativo, en el artista, en
el personaje histórico; prescindimos de los detalles de la contemplación del
asceta; lo acompañamos en los campos fértiles
de Italia, pero alejamos la mirada del mártir de Alvernia; lo declaramos un gran iniciador, incluso Maestro, le rendimos homenajes, calles, parques, ciudades y hasta ser el patrón de la ecología, pero nuestra devoción no nos capacita para una seria reforma de las costumbres, erradicar la tortura animal y humana, menos aún para luchar codo con codo por la justicia social.
Francisco de Asís fue el verdadero impulsor para la creación de la clase media. El fiel intérprete de la
riqueza a la luz de una espiritualidad que gira en torno a la biodiversidad y el cuidado de los ecosistemas como requisito necesario, pero no suficiente, para ir abandonando la miseria moral y social. Hoy pagamos las consecuencias de su olvido, embriagados de excesos despertamos a nuestra autodestrucción.
La Tierra también tiene su propia dimensión espiritual, la que el hermano Francisco quiso que conociéramos, y de ella se extraen los frutos del conocimiento libre de prejuicios que pregonó. Son muy pocos, realmente los necesarios para vivir en armonía con todas las criaturas y con nuestro ámbito biológico y geológico, con sus interacciones y dinámicas, las que apenas comenzamos a comprender, pero menos aún las podemos controlar.
Atesorar suposiciones y fugaces convencimientos, sin una actitud de pobreza y humildad, viene siempre acompañado de una acumulación de residuos o cadáveres intelectuales que probablemente son los que nos están conduciendo a una cierta hipertrofia de la dimensión creyente, quizás para muchas personas necesaria como el comer o el beber, pero susceptible de excesos y manipulaciones. ¿Y qué devolvemos? Lo mismo, una y otra vez. La historia nos lo ha certificado. Ahora, en este declive moral y material imparables, las posiciones chocan y las opiniones infundadas guerrean, hemos permitido que se hicieran fuertes y nos han vuelto infelices y desgraciados, decimos que entendemos lo que nos pasa pero es mentira, quizás acaben unas con otras y nos podamos reconciliar con la Tierra y sus criaturas. Pero una cosa está clara, la paz y el amor permanecen... Mira de vez en cuando a los pájaros.
François-Marie Arouet (Voltaire)