jueves, 23 de enero de 2020

EL NACIMIENTO DEL DELTA DEL EBRO Y CÓMO SE LABRÓ LA GRAN HERIDA

Figura 1. África, Iberia y Europa hace 100 millones de años (Cretácico). Deep Time Maps.

La Cuenca del Ebro nace como una obra esculpida por dos fuerzas, una interna desde abajo, la tectónica, empujada por los movimientos del manto y otra externa, climática, cincelada por el agua, el hielo y el viento. Muy recientemente en la escala geológica se ha sumado una tercera fuerza: el ser humano.

1. El nacimiento de la Cuenca del Ebro
 
Hace tanto como 1/100 de la edad del planeta, lo que hoy es el Ebro era un mar que comunicaba el Cantábrico con el Mediterráneo. Unas pequeñas islas al norte crecieron desde abajo y se erigieron en los Pirineos. Algo parecido sucedió con las cordilleras Costero Catalana, Ibérica y Cantábrica y entonces ese mar quedó aislado como un mar interior que ocupaba Cataluña occidental, Huesca, Zaragoza, el sur de Navarra, La Rioja, y partes de las provincias colindantes. Fue la orogenia Alpina que comenzó hace 80 millones de años y terminó hace unos 10.

Las placas Ibérica y Europea colisionaron provocando la formación del Pirineo, la Cordillera Ibérica y la Cordillera Costero-Catalana. El constante levantamiento por fuerzas internas (tectónica) de estas tres cordilleras llegó a aislar por completo la depresión intermedia que había quedado entre ellas (la futura cuenca del Ebro). A partir de este momento, hace unos 35 millones de años, la conexión con el mar quedó interrumpida y las masas de agua provenientes de aquel sistema fluvial, ríos y riachuelos de las montañas que crecían, no pudieron fluir hacia el mar Mediterráneo. Quedaron estancadas en forma de lagos y pantanos. 

Los materiales geológicos erosionados en las montañas eran arrastrados. Aquellos cursos de agua los depositaron hacia el centro de la cuenca, allí se iban acumulando de mayor a menor peso, conforme se reducía la velocidad del agua, es decir, la energía del medio. Por eso, en las cabeceras de los ríos, donde la energía es más alta, se depositaban los trozos más grandes, cantos y piedras de gran tamaño. A medida que estos ríos iban perdiendo pendiente y fuerza hacia el centro, se iban decantando materiales cada vez más finos: gravas, arenas y finalmente a más distancia viajaban arcillas y coloides y además se depositaron en ese orden.

En las zonas centrales de la cuenca, con lagos casi permanentes, se depositaban los limos, arcillas y coloides más finos, junto con el carbonato disuelto en el agua (figura 2). En los períodos más cálidos, la evaporación fue tan notable que preciptaron las sales que hoy conforman buena parte de la Ribera de Navarra, La Rioja y Aragón (yesos, potasas, sales mezcladas). Con el tiempo y bajo la presión de su propio peso, esos sedimentos se fueron compactando, cementando, consolidando y por fin se hicieron rocas: las gravas se convirtieron en conglomerados, las arenas en areniscas, las arcillas en lutitas...

Llegó un momento en que el agua que le aportaban los ríos era insuficiente para la gran evaporación que sufrió y se fue secando no sin antes dejar sus sales. Tras varios cambios de clima y el aporte de ingentes cantidades de sedimentos, la zona se elevó más de 600 metros. Finalmente quedó un hilo que se abrió paso excavando su antiguo fondo y salió al Mediterráneo: acababa de nacer el río Ebro.

El proceso de compactación por peso se fue desplazando de la mano del recién nacido río precisamente hacia el Mediterráneo; aún se caracteriza por su autocompactación a base de carga de sedimentos con su correspondiente hundimiento, compensado siempre por la llegada de nuevos fértiles y esponjosos materiales, eso sí, si llegan... El último tramo heredero directo de este desarrollo vertical es precisamente el delta, pero veremos ahora qué ha pasado en la era moderna.


Figura 2. Durante el Terciario se formaron lagunas, lagos y mares interiores, vivieron varios cambios de clima. bardenasreales.es

2. Iberia, el Ebro, el delta, el ser humano y los embalses

Cuentan los primeros romanos que vinieron a Iberia que apenas había agricultura desarrollada. Llamaron a esta tierra la tierra del Ebro (Iber = Ebro), un vocablo derivado del antiguo topónimo Hiber (Hiberus Flumen), que da también nombre a la Península Ibérica y a los pueblos íberos, una adaptación latina del término griego Ίβηρ (Íber), que recogen fuentes historiográficas griegas probablemente a partir del original en lengua vasca Ibar. Este hecho de no haber desarrollado grandes extensiones de agricultura se reflejaba en que tampoco había un delta (del Ebro) muy desarrollado. En unos pocos miles de años ambas cosas se alimentaron mutuamente y gracias a las actividades humanas y al trabajo de transporte de la red fluvial, el delta del Ebro comenzó a ser una realidad. Hasta hoy.

Desde hace algo más de medio siglo en toda esta historia, al #DeltaEbre se le negó su alimento: los sedimentos de toda esta obra labrada por miles de años que la agricultura tradicional removió y puso en circulación para que los ríos seleccionasen y transportasen, dejaron de fluir. Decenas de embalses en todos los afluentes del Ebro (figura 3) han retenido millones de toneladas de arena, limo y arcilla. El comentado proceso de compactación por peso hoy continúa, se llama subsidencia y se compensaba con las aportaciones de los sedimentos más finos acarreados en suspensión en el seno del Ebro. Al faltar éstos, no se recupera el hundimiento por compactación y el delta cada vez se vuelve más vulnerable. Se hunde.

Las que fueran las unidades estructurales que como las proteínas de un organismo, construyeron esa delicada interfaz, el delta, hijo de las dinámicas geológicas interna y externa y de la sabia y equilibrada actividad humana, dejaron de alcanzar su histórico destino. La agricultura no intensiva se volvió intensiva cuando la descomunal energía desatada por los combustibles fósiles rompieron el círculo y el habitante de Iberia se creyó un dios y se erigió en poseedor de las llaves de tan vehemente dinámica. Pero estaba equivocado. Los recursos no renovables no pudieron, no pueden, ni podrán nunca competir con aquellos que se renuevan constantemente.

Hoy vemos cómo matar de inanición y envenenamiento a los ecosistemas mediterráneos nos trae las tristes imágenes de perder el único mar interior que quedaba vivo en el Mediterráneo (el Mar Menor) y un tesoro como el delta del Ebro que tan difícilmente podremos recuperar. Pero no podemos quedarnos en absoluto en la percepción de la catástrofe como una mera cuestión estética o una sucesión de tristes imágenes.

Los más importantes sectores económicos españoles dependían de haber conocido y respetado el peculiar equilibrio de dichos territorios y los ecosistemas que sustentan, incluidos nosotros mismos. Turismo, agricultura, pesca, piscicultura, por nombrar algunas actividades o gremios por todos conocidos, han recibido un impacto del que difícilmente se van a recuperar. Varias comunidades quedarán heridas por años, por décadas, algunas quizás para siempre.


3. El Calentamiento ártico y las DANAS

Las gotas frías y las DANAS se han hecho más frecuentes y lo van a ser más. ¿Qué relación tienen con el aumento de la temperatura del Ebro, el Mediterráneo, el Polo Norte y de la pervivencia del delta?

A unos 10 km de altura hay una corriente de aire que va del Ecuador al Polo, porque como toda diferencia de temperatura, ésta también produce corriente. Cuanta mayor sea la diferencia de temperatura mejor se encañona, va más directa, como el curso fluvial joven en la alta montaña. Así que oscila poquito, como se ve en la figura 4, a veces suben un poco y a veces bajan, eso provoca que de cuando en cuando se cuelen muy al sur vientos fríos (en azul) o muy al norte calientes (en rojo) como sucedió con las olas de calor del verano de 2019, el año más caluroso jamás registrado en Europa, además el efecto de la aceleración de Coriolis (efecto de formación de vórtices relacionado con la rotación de la Tierra) lo envía hacia el este.

Figura 4. Corrientes polar y subtropical.

Entre las altas cordilleras que enmarcan la zona mediterránea de Iberia están al sur el Atlas y al norte los Pirineos. Ahora con un aire bien cargado de vapor de agua, porque el Mediterráneo está caliente y como le toque la parte polar (en azul) tenemos la fórmula más idónea para que se genere una DANA; y es que aire caliente con mucha agua y una corriente fría de golpe = gota fría, y cuanta mayor sea la cantidad de agua atmosférica más extrema es la DANA.

El máximo de potencia de este chorro de aire es el chorro polar y se va a producir siempre en el punto de máxima diferencia de temperatura. En invierno con el Polo Norte muy frío solía alcanzar Marruecos y en verano el Cantábrico, así que nos pasábamos los veranos del Cantábrico con paraguas (pero qué verde era nuestro norte).

El cambio climático que ha venido con el calentamiento global, ha originado que la diferencia entre las temperaturas del Ecuador y del Polo Norte no sean tan grandes como eran antes de las ingentes quemas de combustibles fósiles que vivimos con el espectacular desarrollo económico del siglo XX y XXI. Así que la diferencia de potencial para fluir es mucho menor y por tanto ya no es un río joven lleno de energía, sino la parte final, un río maduro, mucho más suave y de corriente más lenta, más vaga y dispersa, tanto que se pone a reptar como una serpiente, haciendo meandros ahora más amplios. Así que lo azul y lo rojo (figura 4) suben y se bajan con más frecuencia, hasta que pasa eso, que coinciden ambos fenómenos: mucha agua atmosférica entre el Atlas y los Pirineos y una oscilación de las corrientes entre el Ecuador y el Polo que cuando no había caos climático pasaba muy rara vez.

4. Las conquistas de las riberas y primeras líneas de playa: cuando nos creímos dioses

Vayamos acostumbrándonos a que esa corriente se ha hecho madurita y vaga de la mano del cambio climático y que los meandros dibujados por el chorro polar van a ser más amplios y nos van a pillar con el Ebro y el Mediterráneo más caliente y muchas más veces, de tal manera que fuerzas convectivas como las que provocan los huracanes del Caribe como Dorian o borrascas aún más fuertes que Gloria, completamente mediterráneas, van a comenzar en unas décadas a suceder en nuestras costas de manera habitual; el fenómeno de la gota fría era algo del otoño, no de enero.

He querido profundizar en el porqué elegimos jugar a la guerra con la naturaleza y qué factor nos hizo creer que íbamos a estar siempre manteniendo a raya a un medio que hemos conquistado, del que nos hemos apropiado, pero al que apenas conocemos y menos aún podemos controlar: los combustibles fósiles abundantes y baratos casi nos hacen dioses. Pero todo recurso no renovable es finito y toda tecnología de extracción limitada.

El ser humano comenzó a invadir de manera permanente las primeras líneas de playa y las riberas de los ríos muy recientemente. Confió en que la modificación, conquista e incluso la destrucción de las mismas iba a tener resultados tan duraderos como los deseados. No sabemos si ese momento apareció de manera repentina o si lo hizo progresivamente ya que varía de unas sociedades a otras; no obstante su generalización fue porque alguna disposición especial le impulsó a hacerlo, pues ese paso se da desde una mentalidad que no siempre se manifestó dominante.

Las riberas como terrenos fértiles fueron áreas productivas de una equilibrada relación cultural con el agua, no utilitarista, menos aún economicista. El respeto a la descomunal fuerza vital y modificadora del agua se basaba en el reconocimiento y admiración hacia el vigor de un elemento natural que esculpió la superficie habitada, los paisajes, y que aunque muchas generaciones no lo presenciasen, se sabía de su fuerza y vehemencia a través de la cultura popular, del legado del folclore o por testimonios directos de familiares o vecinos. 

Arrebatar sus áreas de expansión como las llanuras de inundación, la primera línea de costa o los mismos cauces, desviándolos y modificándolos, se hacía desde el convencimiento de su temporalidad, por lo que nunca se produjo una invasión urbanística con pretensiones de apropiación, sino una relación circular de avance y retroceso con un gesto y una expresión rítmica y armónica al son de los movimientos de los propios cursos fluviales o la mar, algo que el ser humano sabía interpretar y además admirar. Por ello hasta bien entrada la era industrial no se acometieron las complejas infraestructuras que acompañan a las nuevas expectativas de dominio. Hoy en esa danza rítmica secular nos disponemos para el próximo compás: toca un paso hacia atrás. 

5. Retirada

Como plantearse soluciones técnicas es inútil, podemos tocar las que sí somos capaces de articular, por eso si no queremos perder más vidas y no seguir gastando ingentes cantidades de recursos y dinero en hacer el panoli, para recuperar una y otra vez lo que mañana va a volver a estar bajo las aguas, emana nuevamente esta última reflexión que tantas ampollas levanta, es incómoda, muy controvertida y no está exenta de riesgo social, como explico al final de este artículo, pero es radical por ser la única capaz de atajar el problema. Se llama "retirada" y nada tiene que ver con "derrota". Es absolutamente innegociable. Cuanto antes lo asumamos menor será el sufrimiento de las comunidades, de las personas, de los propios ecosistemas. Con un poco de suerte incluso podríamos recuperar en parte su equilibrio, lo cual sí es un tesoro para no sólo nuestra generación, sino para las venideras.

No hay otra. Aún no sabemos el alcance de la conquista del mar en el delta del Ebro, ni si el agua es toda ella salada, sabemos que los índices de salinidad muy por encima de la media indican que ha habido una entrada desde el Mediterráneo, no una inundación como las que hubo antaño, antes de la desmesurada y severa contención. Lo que sí sabemos es que la cuenca del Ebro abarrotada de embalses anula la llegada de los sedimentos necesarios para la continuidad en la construcción del delta. No sólo es una conjunción de efectos derivados de la subida del nivel del mar y la impetuosa llegada de la corriente ártica, como están divulgando los grandes medios.

Hay cosas que tarde o temprano vamos tener que afrontar, nos guste o no, por las buenas o por las malas, como el desproporcionado papel de los embalses con respecto a la falsa seguridad urbanística y nuestra aventurada relación de dominio, e incluso de guerra, contra el medio que garantiza nuestra propia existencia.

Figura 5. El delta del Ebro antes de la borrasca Gloria (15 de enero de 2020) y después (21 de enero de 2020). Sentinel Hub. Copernicus.