Catedral de Pamplona hacia el siglo XII-XIII antes de las reformas de Carlos III y el terremoto del 1 de julio de 1390 que colapsó el coro pétreo y buena parte del templo. Una interpretación de Martín Larrayoz. La planta de tres naves coincide en anchura con la de la actual catedral.
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Queridos lectores. Hoy hace exactamente ocho años (4 de abril de 2013) desde que escribí "La sismicidad histórica en España: del éxito de Guatemala a la amnesia sísmica" un artículo basado en las enseñanzas de Fernando Rodríguez de la Torre. Desde entonces la mayoría del trabajo geohistórico realizado por las comarcas, parroquias, archivos, con otros profesionales o en solitario, me llevaron a esbozar, en pleno confinamiento por la pandemia de Covid19, un resumen de la sismicidad histórica en el norte peninsular.
Como comentaba en ese artículo, se trataba de algo abierto hacia el futuro. Unas semanas después comenzó el enjambre sísmico que vivimos en la cuenca de Pamplona —desde agosto de 2020 etiquetado como #TerremotoPamplona— y que ya parece remitir, con la inolvidable madrugada del 1 de octubre de 2020 y sus más de un centenar de temblores entre los que son de destacar los tres impactos principales de M4,6, M4,4 y M4,0 además de varios por encima de M3. Más información sobre la trascendencia de este último episodio sísmico aquí.
Mientras en las zonas impactadas convivían con el fenómeno sísmico durante meses, comenzaron una serie de actividades encaminadas a difundir el conocimiento actual y el estado de las investigaciones sobre la sismicidad den Navarra, por poner algunas, hubo charlas, artículos divulgativos en este espacio o en prensa, radio o television y cursos presenciales y telemáticos con los ayuntamientos situados en la zona epicentral, con Protección Civil y Bomberos de Navarra, con el Colegio de Arquitectos Vasco-Navarro (COAVN), con profesionales de los medios, etc., poniendo siempre sobre la mesa la importancia del estudio histórico.
Pero la sismicidad histórica seguía su camino de la mano de la geohistoria. Sobre todo desde su perspectiva técnica extensiva. Una exploración por un paraje desconocido que poco a poco iba dando sus frutos. En este trabajo continuo se trata de hallar los terremotos ignorados, los sismos que han ocurrido y que nunca se han catalogado, los subestimados, tal y como vimos con los sucedidos entre Sangüesa y Pamplona en 1612 o en 1357 en Villarreal de la Canal o el de Pamplona de marzo de 1903 que tuvo sin duda, un carácter similar al vivido en octubre de 2020 en Pamplona, aunque con mayor intensidad.
Antonio Aretxabala
Pamplona 4 de abril de 2021
1. El estudio geohistórico
Contra lo que se imaginan muchos sismólogos, no se descubren tan sólo sismos de escasa importancia en la investigación geohistórica; también, aparecen sismos importantes, como, por citar un caso, el inédito del 21-X-1880, de foco atlántico, al que se le ha conjeturado una hipótesis de magnitud ML7,5. También hemos descubierto en los archivos diocesanos numerosos terremotos italianos como el caso de los estudios de Emanuela Guidoboni o con la lectura de antiguas publicaciones periódicas portuguesas, españolas o francesas por toda Iberia.
Algunos terremotos navarros subestimados, como el de Pamplona del 10 de marzo de 1903 asomaron a la luz aquellos días en que se produjo el enjambre de 2013 con casi 400 eventos, luego en el de 2017 con casi 200 y recientemente en el actual de 2020, con movimientos y enjambres importantes al este de Pamplona, entre Esteribar, Lizoain, Aranguren y Egüés y áreas colindantes. Por ejemplo, el actual enjambre poco a poco se va disipando (figura 2), comenzó a finales de agosto de 2020, se contablilizan a día de hoy 769 eventos con 80 sentidos por la población.
Desde diciembre de 2020 no se registran intensidades por encima de III. Se trataría de la mayor concentración y densidad de sismicidad histórica conocida hasta la fecha si comenzamos a contar desde el evento histórico del 1 de julio de 1390 que analizamos en este artículo. Más información y análisis sobre el actual enjambre y la obliogatoriedad de garantizar la seguridad sísmica en Navarra aquí.
También pudimos corroborar algo que nos pareció muy importante y significativo: muchas de las disposiciones psicológicas de quienes antaño vivieron lo que durante siglos se consideró uno de los más humillantes castigos divinos, los terremotos, respondían a un conjunto de creencias que apuntaban al hecho de que recibirlos, aparte de una desgracia, era clara señal de vicios y pecados contra Dios, quien estaba muy enfadado y por eso los provocaba.
Ello ha supuesto una barrera de transmisión de esta información, pues, o bien se censuraba el fenómeno sísmico por esos (hoy) prejuicios, o bien directamente se hacía desaparecer todo vestigio de su impacto, tanto escrito como verbal. Para más información, sobre este aspecto bastante oculto antes del siglo XVI, recomiendo leer el apartado 3.2 Sangüesa 1612 de este artículo y disfrutar (visto por el retrovisor de la historia) de cómo relata el moralista y secretario del Ayuntamiento de Sangüesa, en agosto de ese año, las manifestaciones de la ira divina, también lo que había que hacer y dejar de hacer para calmar el enfado del Todopoderoso a ver si la tierra dejaba de temblar de una vez.
2. El estudio multidiscipinar
En este tiempo se fue desarrollando el inestimable trabajo arqueológico e histórico de las investigadoras María Ángeles Mezquiriz y Mercedes Unzu, con la colaboración de muchas otras personas del ámbito histórico, de la arquitectura, la geología, el arte... Recuerdo una fría mañana de 2016 cuando me llamaron para revisar una serie de planos de la época de la catedral románica de Pamplona con el trasfondo de varios documentos históricos en que se narraba un acontecimiento histórico muy significativo; por eso me contactaron, se trataba de la descripción, a la manera medieval, de un terremoto. Estábamos en casa de María Ángeles y cuál fue mi sorpresa al comprobar cómo las diferentes explicaciones históricas que investigaban, relataban un terremoto acaecido el día 1 de julio de 1390 en la vieja Iruña, entonces la ciudad de los burgos, apenas ocupaba los aledaños de la catedral y poco más.
Pamplona es una ciudad, hoy capital autonómica, que salió de sus murallas muy recientemente, apenas hace un siglo estaban en marcha los ensanches de la ciudad. Previamente al siglo XX, casi todo el desarrollo se hizo en vertical, a los edificios intramuros se les añadían plantas, por eso el peso de muchos inmuebles llegó a superar, en bastantes casos, las características geotécnicas favorables del suelo que nos sustenta; no fue así en la catedral, tal y como pudimos comprobar. Sin embargo, una vez que Pamplona se decidió a comenzar su expansión a lo largo del siglo XX, el crecimiento fue de una aceleración espectacular, pasando de los 30.000 habitantes censados en 1903, cuando el terremoto de marzo de aquel año a los más de 360.000 que habitamos hoy en la cuenca (figura 3).
Figura 3. En el área metropolitana de Pamplona no vivían ni 30.000 personas al estrenarse el S.XX. Se acababa de salir de la muralla con el primer ensanche. En 1927 no alcanzaba los 40.000. En 1945 pasó de 60.000 y saltó a casi 250.000 en 1982. Hoy vivimos en la cuenca casi 360.000 personas.
Y por fin, tras décadas de trabajos, en marzo de 2021 tenemos un libro editado por el arzobispado de Pamplona y Tudela. 'Arqueología en la catedral de Pamplona. El origen del culto cristiano' (figura 6) donde reponemos una de las piezas del rompecabezas de una parte importante de la historia de Navarra y del devenir de la ciudad de Pamplona; una historia superpuesta en el tiempo, además, con los datos y un informe de una belleza singular de Teresa Alzugaray (Anexo III: ruina del templo románico), archivera y paleógrafa que apunta a una causa para el derrumbe de la seo pamplonesa en la madrugada del 1 de julio del año 1390: un terremoto.
3. Los testimonios
El cronista Garci López de Roncesvalles en su Colleccion de chronicas antiguas de Navarra, en 1404, es el primer narrador (figura 4) del que se tenga testimonio de lo sucedido entonces. Más tarde se verifica en los Registros de Comptos dando cuenta de los gastos derivados de semejante ruina, el objetivo es restaurar el coro y la parte colapsada de la catedral.
Figura 4. Fragmento manuscrito de una copia de 1770 de la crónica de 1404 en que se narra la caída del coro y de parte de la catedral de Pamplona (archivo de Navarra, fol. 63).
Durante el siglo XVI se cita el suceso en una obra denominada Catalogus Episcoporum Eclesiae Pamplonensis (anónimo), conservado en la Catedral de Pamplona, posiblemente de 1570. En 1614 Fray Prudencio de Sandoval relata el suceso posiblemente como una transcripción del catálogo anónimo. A partir de entonces se transcribe en diversos documentos históricos tal y como ha investigado la paleógrafa y archivera Teresa Alzugaray, pero sin aportar nuevos detalles. No es hasta el siglo XX cuando se habla del temblor y el colapso por parte del investigador Mariano Arigita y Lasa, canónigo de la catedral en su obra La Asunción de la Santísima Virgen y su culto en Navarra. Juan de Albizu en plena era científica hace una descripción detallada del desastre, la nube de polvo, la caída de las estructuras, la reacción de la ciudadanía...
No existe ningún documento que apunte directamente a lo que entonces se consideraba un castigo divino, pues no sólo era algo "inhonesto" (figura 5) y vergonzoso, sino que para esa época no se hacían las anotaciones pertinentes, menos aún que pudieran mostrar la vergüenza ante los reinos vecinos y otras figuras de la jerarquía. No es hasta después del siglo XVI en que las anotaciones sacramentales se hacen habituales tras la orden dada a tal respecto en el Concilio de Trento (1545-1563).
En cualquier caso, como nos explica Mercedes Unzu, el estudio de los diferentes textos históricos ponen en contexto que no hubo una causa estructural o vicio constructivo y sí una transcripción histórica de un suceso repentino e inesperado que cruza la historia con diferentes perspectivas más o menos veladas. Tampoco hay una deficiencia geotécnica manifieta, pues observando el terreno de apoyo, el dimensionado de los cimientos románicos y la presencia en esos días de maestros constructores de afamado prestigio, y por cierto, muy bien pagados por el rey, llegamos a la conclusión que las diferentes descripciones veladas, por lo que suponía desde el punto de vista moral el ser objeto de semejante castigo, de que es más que probable que un terremoto fuese el causante de semejante desastre.
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